inerciaaa

The fucking amos

Seis años dándole a esto y todavía no nos hemos enganchado. La Inercia, máquina paracultural, ha expandido sus operaciones en este último año para crear una micronación de nulo impacto geopolítico, ampliar plantilla, redefinir sus publicaciones y echar el cierre con gracia y dignidad a su primera aventura en las ondas. Vamos tirando, que es un diagnóstico sano. Para celebrar esta gesta de resistencia, volvemos a juntarnos y les dejamos, como en los no tan viejos tiempos, tres recomendaciones musicales más. Así celebramos con ustedes el sexto aniversario de la cosa esta.

La elección de V

VELVET UNDERGROUND & NICO – ALL TOMORROW’S PARTIES

Es una constante de internet el amenazar con cerrar el blog. Me recuerda a esa jugada fácil del mundo del cómic de matar a un personaje (Lobezno, Batman, Superman) sólo para traerlo de vuelta en tres o cuatro números: se pone nervioso al posible fan y se llama la atención al de fuera, de manera que durante unos pocos días la máquina gana potencia y los números dan para tirar un tiempo más. También, claro, se devalúa la idea del fin, se quita peso a las consecuencias.

Yo soy más bien de puntos finales. Me gusta contemplar las cosas cerradas (libros, tesis, viajes) y decir «oye, menudo trayecto», sin cargarlo de codas o epílogos innecesarios ni de attentionwhorismos. Cerrar sin anuncio, irse a la francesa, echar la llave un día cualquiera. Fantaseo a menudo con esos cierres, con esa última entrada azarosa, sin carisma, que revelaría en su última frase su condición de despedida. Estar hablando de, no sé, la última película ni bien ni mal de Los Cuatro Fantásticos y de repente sacarse el sombrero y exclamar «adieu», «so long», gracias por el pescado.

Seis años, un programa con cuatro años de recorrido y una despedida como dios manda, muchas entrevistas y aventuras en las espaldas y una cifra tan poco redonda como 286: hoy sería buen momento para dejarlo. Para decir que muy bien, que hasta aquí, para irse celebrando y sin dramas y no arriesgarse a continuar y dar muestras de agotamiento. Últimamente la cosa funciona, tenemos lectores y escuchantes y nos sentimos felices; se podría decir, siempre que no se lo pregunten a nuestro médico, nuestro confesor o nuestro contable, que estamos bien. Hoy sería buen momento para dejarlo y todavía estoy dudando, pónganlo todo en el terreno de lo posible, de lo hipotético, de si sería un punto final a lo ‘Six Feet Under’ o una espantá con retcon a lo ‘Death of Superman’.

Por si acaso, brindaremos en este sexto cumpleaños inercial por todas las fiestas de mañana y ya veremos, que si esta máquina sigue en activo es porque siempre ha sabido morir para reinventarse. Será bonito ver cómo está todo esto (que hace seis años era campo) en nuestro séptimo aniversario.

La elección de Withor

LA IAIA – L’ÓS

¿Para qué han servido estos seis años? Repasemos: decenas de miles de visitas, centenares de amigos en las redes sociales, muchos buenos momentos juntos, algunos malos momentos juntos, varios vídeos muy molones, ver a Cano el Cuarto simulando masturbarse con un pony y la presencia desde hace un tiempo de esa pegajosa sensación de que quizás nos mereceríamos algo más, de que hemos sembrado mucho y recogido no tanto, porque no queremos ser la Jotdown pero tampoco sentirnos los últimos de la fila (aunque no lo seamos); hablo de esa irritante evocación, cada día más presente, de que quizás deberíamos haber hecho otras cosas, las horas dedicadas a La Inercia haberlas malgastado bebiendo o follando o al menos intentándolo, porque la aventura ha sido maravillosa pero quizá no ha sido tan aventura como pensábamos ni tan maravillosa como soñábamos, hablo, en definitiva, de la eterna sensación de frustración del ser humano occidental contemporáneo, de la parada obligatoria en el boulevard de los sueños rotos, de la constante reprobación de nuestros actos, hablo de la puta vida por si alguien no se había enterado.

¿Y qué vamos a hacer? Seguiremos ahí, los codos hincados, intentando aumentar las visitas y los amigos de Facebook aunque sin estresarnos porque en el fondo siempre hemos escrito para nosotros mismos, y aguardaremos con cierta pereza a que Verne, Panenka o la Jotdown paguen nuestra cláusula de rescisión y nos presenten como el fichaje estrella del verano. Seguiremos, pues, más o menos igual, con algunas alteraciones pero viviendo como siempre hemos vivido, porque en el fondo somos los últimos románticos, amamos las hazañas inútiles y las épicas triviales, y como escribí el año pasado por estas fechas, «La Inercia es una de las cimas de mi vida», y eso es algo que seguirá ahí aunque la llama se vaya extinguiendo, poco a poco, de manera inexorable.

La elección de Raúl

STANDSTILL – EL RESPLANDOR

Acaso lo más pintoresco sea cuando algún compañero titula una crónica deportiva algo así como ‘El Chernomorets gana por inercia’, y me echa un guiño explítico. Si llevo la camiseta puesta, en la redacción escondo la cabeza en ella, me levanto y hago el avioncito, como celebrándolo. A La inercia, en su escalada de plenitud, se le ha puesto un ademán quijotesco, como a Juan Manuel de Prada, que el otro día se quejaba en un artículo de que él ya es objeto de mofa y ridículo en media España, un lugar común transitado por monólogos, chascarrillos y parodias, pero que pensaba seguir en la brecha, clamando en el desierto, luchando contra todos aquellos que le meten caña en un contexto de humor. Una vez se me querellaron (bueno, lo reconozco, a mí no, al periódico… ¡pero por un texto mío!), y el abogado que acusaba era el de las batallas perdidas, el que cogía todos los casos de putas y yonkis. ¿Es La inercia una causa perdida?. A mucha honra, si así fuera.

¿Es La inercia un músico frustrado que piensa que debe tener millones de seguidores y como no los tiene va de alternativo?. Claro, pasen y vean, es aquí. Creo que es, más bien, nuestro redil de juego, la parcela de libertad, que dirían los músicos con un grupo paralelo, el cable a tierra con lo infantil, con el paraíso perdido. Un tío de más de 30 años paga la contribución, reserva vuelos, le reclama al banco, monta cenas, se queja del árbitro pero no escribe en páginas así durante seis años, abrazando la improductividad total pero aspirando a ganar lectores valiosos a cuentagotas. Venirse aquí es digno de una festejada inmadurez, una resistencia a claudicar ante ese consejo que leímos en uno de nuestros libros de autoayuda de cabecera, que decía aquello de ‘¡córtate el pelo y búscate un trabajo!’. 

Esto tan pronto puede acabar y quedar como un edificio zombie, como puede continuar, con poca tragedia y la misma dosis de escepticismo ante una cosa y otra. En fin. Dicen en ‘Martín Hache’ que hay que seguir, siempre hay que seguir, aunque sea por curiosidad. Hay que seguir, digo yo, aunque sólo sea por la querella, que aún está por llegar, pero también por un montón de proyectos ambiciosos: superar a Dostoievski en palabras escritas; juntar todos los textos en una página en word, ver hasta dónde llegamos y grapar; mirar a cuántos archivos en .doc equivale todo lo escrito y ver si caben en un disquete de 3,5, y cuánto sobraría de un CD-R. Todo eso y, lo mejor: ver cómo esto crece, a veces a duras penas, y la vida se va filtrando, y al final queda como unas caras de Bélmez de nuestro mapa emocional.

Así fueron los otros aniversarios:

· AÑO UNO:Tres (cuatro) canciones, asalto veintitrés: Un año de Inercia‘.

· AÑO DOS:Tres canciones, 80: Dos años de paramúsica‘, que contó con la aparición estelar de Desiderio.

· AÑO TRES:Tres canciones, 133: Tres años haciéndonos los expertos‘ y el vídeo ‘Especial 3 años: La Inercia vs. Alex Kidd 5‘.

· AÑO CUATRO: ‘Tres canciones, 184: Cuatro velas’, en el que cada inercio recomienda una canción previamente recomendada por otro.

· AÑO CINCO:Tres canciones, 236: Cinco años en las aguas internacionales de la cultura’, en el que echamos la vista atrás y nos preguntábamos el porqué de todo esto.