Me asoman los colmillos y salivo más de lo normal ante el olor de la sangre. Víctimas fáciles: una especie de «El joven Luis Piedrahita» y una niña chillona, con una cara así entre al asco, la desorientación y el princesismo, como de decir «¡Jolines, me duele la tripita!», chalecos, gafas enormes, videoclips chulis con títulos bitono: las Novias Formales se quedan en nada ante los virginales Papa Topo!. El indie empieza a devorarse a sí mismo.

El joven Piedrahita se llama Adrià y la niña fifí, Paulita. Encabezan una formación de púberes mallorquines que empezó a circular por el YouTube como un meme más, con una chorrada llamada ‘Oso panda’ («oso panda, oso panda, dime por dónde andas») interpretada en una tele autonómica. Hablaban de ir a merendar con puercoespines y de sus amigos los animalitos del bosque, con una melodía pegajosa como un sofá de sky en verano. Suficiente para que cualquiera se quisiera morir.

Cientos de vídeos de gatos después, Paulita y Adrià reaparecen en YouTube con otra memez sobre el verano, con más letras de profundo calado («lo que me gusta del verano es poder tomar helado») y el mismo tono chillón. Pero esta vez, ojo, con videoclip resultón, de esos de Canon 5DMarkII, saturación retocada y filtros de Miami estival. Y leo que están preparando disco con Elefant, y colaborando con Guille Milkyway, y noto que la platea modernilla empieza a dividirse.

Papá Topo! son jodidos de entender, y no por su tono de niños de papá y del pepé, sino porque cuesta saber si esto va en serio, es una puta broma o la gran jugada maestra antisistema. En su mundo no hay hormonas, masturbación, botellones ni precios de la gasolina, sólo juguetes, helados, sol, vestiditos con encaje y animalitos. Ni asomo de maldad, de ironía, de parodia. Parecen sinceros, pero la postmodernidad engaña que espanta, así que vaya usted a saber.

Belinda, cuyas recomendaciones suelo escuchar con atención, les saca méritos con generosidad. Raúl se pregunta si van en serio o todo es un «Amo a Laura» de larga duración. Jose no sabe a qué público se dirigen, y propone que tal vez quieran reemplazar a Enrique y Ana. Los foros modernillos arden, el tontipop amenaza con volver y, como decía, la platea se divide.

Se me plantean dos opciones: la primera, me dejo llevar por mi instinto depredador, saco las uñas y me los cargo en un momento. Tontería intranscendente, plato ñoño sin alimento y carente de cualquier reflexión humana destacable. Música facilona, aportación nula, recuperación de un estilo que se hundió bien hundido por sí mismo hace más de diez años.

La segunda: podría ir de reflexivo, de provocador, y decir que no son mucho más tontos que muchos otros grupos, alabar que sean capaces de crear algo a tan temprana edad (¡menores de edad!) o hasta decir cosas como que «su desparpajo, ingenuidad y rebeldía son insultantemente reales«. Tirar de comodines como «grupo fresco», «alegre escapismo» o hasta eso de que «no engañan a nadie con su propuesta». (Y reconocer que algún tema, como ‘La chica vampira’ y su pavismo vampírico post-Crepúsculo, no están mal del todo.)

Me voy a quedar con la primera, aunque sin perder de vista la segunda. Por lo pronto, pondría a Paulita a trabajar en un McDonalds a jornada completa para quitarle las tonterías, cambiaría las barbies y los ositos de Adrià por Penthouses y pósters de Sasha Grey. Y sí, creo que son sinceros, que realmente son así, y por ello les agradezco una cosa: son tan insustanciales, han llevado el modernillismo a un punto tan alto, que a partir de aquí sólo queda la autodestrucción.

Papá Topo! consiguen lo que no consiguió el punk: señalar que algo va mal en nuestros cimientos, que hemos creado y abrazado el ocio sedante del que nos alertaba Huxley, que las generaciones que nos siguen serán monstruos vacíos. Pueden hacerse enormes, y lograr que el indie y sus tonterías se devoren a sí mismos y que el sistema, sea lo que sea, caiga.

Sólo por eso ya  mola odiarlos.

V the Wanderer