Hace ya unas cuantas (demasiadas) primaveras, La Inercia se gestaba lentamente en algún rincón del instituto Camp Clar. No muy lejos, un par de aulas más allá, Alberto Grima buscaba bajista para su grupo de punk. Hoy le tenemos rondando de bar en bar, guitarra en mano y plantándole cara al respetable. Hasta está a puntito (no más tarde del cambio de año, dicen los rumores) de sacar disco. Qué menos que pillarle por banda y hacerle hablar, al canalla.

Rompe tú el hielo.

Se me da fatal presentarme sin la guitarra ni el micro. Soy Alberto, un chico normal, muy noble, sin maldad… (Ríe.) Soy Alberto Grima, me gusta pensar que compositor, guitarrista y cantante. Más o menos en ese orden.

Y popero, ¿no?

Sí, y te corrijo: soy un «popero de mierda».

Pero empezaste en el punk.

Sí,en una banda punk-rock. No éramos muy originales pero teníamos gustos muy heterogéneos (trash, rock sureño, clásica…). Nuestros temas siempre fueron más encaminados al pop-punk de finales de los noventa, estilo californiano: eso ya nos valía y nos permitía divertirnos encima de algún que otro escenario. Y fue al bajar de uno de ellos que un iluminado se me acercó para regalarme una crítica: «sonáis muy bien pero… ufff… sois muy pop».

 Ya os vale.

Estos iluminados no tienen mucha idea de lo que es el pop en realidad o la música popular. Como reacción a aquello, decidí autoetiquetarme como «popero de mierda». Vale decir que el iluminado, anteriormente punkie extremo y tatuado, luce hoy sus impecables zapatillas Victoria en varios colores, pantalones pitillo y sus bonitas gafas de pasta… Mi paso al pop, entonces, no ha sido un cambio sino cuestión de madurez musical, algo que siempre me ha gustado y que ahora me apetece tocar.

¿Y qué otra etiqueta te pondrías? 

Pues aparte de la de popero de… lo mío sería algo como un pop-rock-autor. Es decir, no acabo de ser un cantautor al uso en cuanto a letras y mensaje en mis temas pero sí quizá en cuanto a formatos, acústica, voz, armónica…

Tienes un cedé en camino, ¿cómo va? 

El disco va, que no es poco. Se está alargando un poco más de la cuenta debido a que todos tenemos mucho curro y se han dado un par de situaciones personales que tenían prioridad. Eso, por otro lado, nos ha dado tiempo para tocar más veces los 9 temas que estamos grabando, hacerlos evolucionar, reinventarlos poco a poco. Esta grabación tan atípica va a dar un resultado diferente a la idea inicial y sin duda alguna va a sonar genial.

¿Quienes colaboran en estas grabaciones?

Miguel Ángel Fernandez (La Perra Gorda) como guitarra solista y Lolo Manteigas (Z·30) al bajo, Miguel Alberto Cruz (Nolosé!, Satori), “el Presi” con sus sonidos inverosimiles y fántasticos de guitarras o “YO”; Isabel, la que fuera vocalista de Locura, con la que hago un tema a dúo. No sólo se han dedicado a tocar sino que han aportado muchas cosas buenas a los temas. Se podría decir que no va a ser un disco en solitario, sino de Alberto Grima y «amiguetes».

Son los «Ellos» que dan nombre al disco.

«Ellos» es uno de los primeros temas que escribí en este nuevo formato. Como siempre digo en los directos son cada una de las personas con las que vale la pena haberse cruzado una vez en la vida. Este disco, este formato y el tocar una vez disuelta la banda en la que estaba es fruto de todos ellos, gente que me ha aportado buen rollo o enseñado muchas cosas. Son muchas caras, nombres propios, situaciones…

También anda por ahí Chus Cano, de Z·30. 

Chus es un tipo que sabe mucho de muchas cosas y las hace bien. De hecho, hace bien incluso aquellas de las que no tiene ni idea. Es un currante nato, siempre dispuesto a aportar algo positivo. A la vez es muy crítico y exigente con todo lo que hace. Hace que siempre aprendas algo trabajando con él. Ahora mismo es el director de orquesta de la grabación del disco. Grabamos en su «home studio» y hace todo: gestionar ensayos y grabaciones, dirigir voces, técnico de sonido, corrector de errores… ¡yo qué sé!

¿Vais a hacer algo juntos?

Miguel Ángel (La Perra Gorda) y yo le insistimos en crear una banda de versiones, pero no le acabamos de convencer.

Vamos, que no estás solo. ¿Es más difícil abrirse camino en solitario que con una banda?

¡En absoluto! Es muchísimo más fácil. Desgraciadamente, en Tarragona hay sequía de salas y poco interés de los dueños en crear una programación o un circuito de conciertos. Eso, paradójicamente, nos favorece a los músicos como yo, que ocupamos poco espacio y necesitamos un nivel de decibelios sensiblemente inferior. También es cuestión de imagen: está más de moda un cantautor o un monologuista que una banda de «greñudos» haciendo buen rock’n’roll. ¡No me estoy quejando! Como cantautor no podría haber cogido un momento mejor, he tocado en casi todos los sitios «tocables», pero como consumidor de música, a menudo tengo que hacer muchos kilómetros para disfrutar de algún buen concierto.

También será más curro para los bolos.

Sí, es la parte «Juan Palomo». Los inicios son casi todo parte mala, desde el curro que te pegas para cada bolo hasta la soledad y el nerviosismo (acojone) de enfrentarte a un público. Es bastante duro subirte al escenario solo las primeras veces. Pero una vez consigues que sea un acto cotidiano, creo que disfrutas cualquier parte de todo eso muchísimo más que formando parte de una banda.

Nosotros te vimos por primera vez en el X festival Chartreuse de la aMt (2009), a las 6 de la tarde, con el sol dándote en la cara. Un bolo duro.

Un bolo duro, sí. Es dificil tocar delante de una explanada vacía con el solazo que te pega mientras la gente todavia se despierta de la siesta, suena más a pruebas de sonido que a bolo… Pero un bolo en definitiva, donde además aprendes mucho. Por ejemplo: a respetar tu formato y a valorar el feedback de la gente en una sala abarrotada pendiente de ti. El siguiente bolo a ése fue en el Rockbar: espectacular.

¿Y cuál ha sido el más duro?

Sin duda, uno en un local de Vila-seca. No fue culpa del local, ni de la gente, fue un error de planteamiento de quién me invitó a tocar allí. No puedes meter un cantautor delante de 200 personas que lo único que quieren es botellón y reaggeton, y aún menos sin un equipo de sonido decente. Desgraciadamente, hay «compañeros» músicos que te hacen «favores» de ese tipo. Fue bastante bizarro:  después de la primera canción nadie me escuchaba. A mitad del concierto, mientras tocaba un tema, llegaron a sacar una tarta de cumpleaños y se oía el ‘Cumpleaños feliz’ más que a mí.

¡Qué horror!

Hubo un momento en que comencé a cambiar las letras de las canciones y a decir tonterías y absolutamente nadie me hacía caso. Llegué a afirmar que tenía un huevo de madera y nadie mostro el más minimo interés. Traté de terminar como pude, sólo por la gente que había venido a verme. De no ser así hubiese parado y me hubiese largado de allí… Fue horrible.

¿Y tu primera actuación?

El primer bolo completo como tal fue en Soho. Fui a acompañar a un amigo para conseguir un bolo para él allí y Sam (el dueño), que ya me lo había dicho varias veces, terminó de convencerme para telonearlo. Entonces todavía estaba todo muy verde, ni siquiera había pensado en actuar o en un proyecto musical nuevo. Al final, lo que iban a ser un par de temas se convirtieron en un repertorio entero. La gente me respetó bastante y tuvo una reacción muy positiva. Tengo muy buen recuerdo de ese bolo, aunque no siento lo mismo cuando me veo en los vídeos. (Ríe.)

También en Soho se grabaron algunos cortes para el cedé. (Nota: y los vídeos que acompañan a esta entrevista.)

Fue una noche muy chula, como suele ser allí. Sam cuida mucho a los músicos y la gente que suele ir allí es muy respetuosa, se mete rápido en el concierto y colabora desde el primer momento. Por eso decidimos grabar el directo allí. Hacer una grabación en directo son palabras mayores, pero se lo propuse a Chus Cano, el mago de las conexiones, tarjetas de sonido y demás, y en un par de horas se había montado un mini-estudio en el pub.

Un despliegue de lujo.

Chus puso casi un micro por mesa para captar la respuesta del público y todo esto se oía a la vez que mi voz por los altavoces que tenía justo detrás, lo que me permitía escuchar absolutamente todo lo que la gente cantaba o comentaba. Y hubieron momentos verdaderamente muy divertidos, que hacían casi imposible que me concentrara en tocar.

¿Por qué hacer la mitad del disco en directo?

La idea surgió de la diferencia de actitud que se genera ante un público frente a un estudio, donde puedes hacer que todo salga perfecto pero pierde originalidad y es más frío. También porque, de manera involuntaria, alrededor de alguno de mis temas, gracias a la colaboración del público, se han generado historietas muy graciosas que hacen que los temas cambien al cien por cien. Pensé que sería bueno que se apreciaran estos cambios también en el disco. Al final, el directo es la pura realidad sin arreglos.

Tus letras tienen un toque muy generacional. ¿Piensas en un público concreto al escribirlas?

Es verdad que lo tienen, pero diría que eso es inevitable muchas veces. Suelen ser historias reales o no, bastante cotidianas y muy cercanas que podría vivir cualquier hijo de vecino y que se me ocurren en mi entorno habitual de trabajo, familia, amigos… Supongo que es en todo eso en los que pienso a la hora de componerlas. Aunque siempre de una manera involuntaria. Nunca he pensado en quien las escuchará después. Así que imagino que son más resultado de esa influencia generacional que del tipo de público al que puedan ir dirigidas.

¿Crees que Tarragona afecta a las canciones que escribes? ¿Harías otra música si estuvieras en otra ciudad?

Completamente. El entorno, el clima, la gente… Hay muchos factores que influyen en la manera de tocar y sobre todo de componer. Tus letras son tus vivencias, que acabas describiendo o imaginando. Todo aquello que te haga sentir de una manera determinada acabará inconscientemente impregnando lo que hagas. En mi caso, soy completamente consciente de ello. Una influencia muy directa para mí y que se refleja en varios de mis temas, tanto para escribir letras alegres como para hablar de algo tan extremo como la muerte, es la costa de nuestra ciudad y el mar Mediterráneo.

¿Qué considerarías un éxito en la música?

Vivir de ella. La situación ideal sería tener la oportunidad de poder convencer a un público con aquello que te gusta hacer y disfrutar haciéndolo. Vivir de la música no es tener una mansión en Miami. La música nunca deja de ser una pasión. En el momento cero como músico ya sabes que podrías dedicarte a ello toda la vida. Por desgracia, hacerlo con un mínimo de dignidad y/o garantías de no morir en el intento es cada vez una situación más utópica. De la misma manera que vivimos de haber estudiado nuestras carreras y tenemos nuestros trabajos, estaría bien hacer lo propio con una pasión.

Off-topic: ¿Has vuelto a pasar por el instituto desde que acabamos? Lo de la ESO y las nuevas generaciones no era una exageración, da miedo…

Bueno, ahora vivo en el centro desde hace un par de años y estoy un poco desconectado del barrio, voy a comer y poco más… Pero sí, vamos, el cambio es algo brutal. En cuestión de diez años, se ha convertido en algo completamente distinto a lo que vivimos nosotros. No sólo por la inmigración: la propia gente del barrio es totalmente diferente; mucha chusma y muy poca educación. Podríamos hablar largo y tendido algún día de esto, porque madre mía… (Ríe.)

Para acabar, recomiéndanos tres canciones que te gusten.

Esta pregunta siempre da un poquito de rabia, ¡porque pondría 200! Pero ahí van: una rockera, ‘La señorita hermafrodita‘, de Enrique Bunbury (dentro de ‘El viaje a ninguna parte’), una popera, ‘SPNB‘, de Iván Ferreiro (en ‘Canciones para el tiempo y la distancia’) y un par de directos, ‘Estadio Azteca‘, de Andrés Calamaro, en 2005 (‘El regreso’) y ‘Zamba del olvido‘, de Jorge Drexler (en ‘Cara B’). Lo siento, han sido cuatro.

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