Un guerrero sobrevuela en silencio un desierto infinito a lomos de un pterodáctilo blanco. ¿No les parece ya una imagen suficientemente atractiva? ¿No es un concepto intrigante? Si aún así necesitan más motivos para acercarse a ‘Arzach’ (o ‘Arzak’ o ‘Harzak’ o ‘Harzach’ o ‘Harzack’), del inigualable y recientemente fallecido Jean Giraud, ahí van 10. Déjense convencer, que no cuesta nada.

· 1) La captura de los sueños. Giraud lo tenía claro: quería dibujar algo que se acercase todo lo posible a sus propios sueños. Sin trucos, mimbres ni vicios del oficio, sin análisis, sobrelecturas o metáforas. Buscaba una fotografía o un retrato robot de los espacios absurdos, inconsistentes pero intensamente vivos que visitaba al caer el REM. Él mismo afirmó alguna vez que el asunto no tenía ni pies ni cabeza, pero pecaba de modesto: ‘Arzak’ sigue a rajatabla la lógica subterránea del mundo onírico.

· 2) El desierto, infinito sugerido. El espacio, como en las pinturas del también soñante Dalí, acaba siendo el verdadero protagonista de la obra. El desierto de Arzak siempre queda cuando el personaje se marcha, cuando la escasa narración se ha cerrado. De él sólo sabemos lo que vemos, y lo que vemos nos impulsa a ampliarlo en nuestra propia imaginación. El poder de ‘Moebius’ como creador de mundos se basa en sugerir infinitos sin explicar nada.

· 3) La libertad. Si ‘Arzach’, la obra, es una excursión de libertad creativa, Arzach, el personaje, es la libertad encarnada. Sobrevuela el desierto con su pterodáctilo (¿vivo? ¿mecánico?) y se entrega a sus impulsos sin remordimiento ni ataduras morales. Sólo se impacienta cuando no puede volar (cuando pierde su libertad) y actúa con distante inexpresividad. Por no tener, ni siquiera tiene una grafía fija que ate su nombre.

· 4) La soledad y el silencio. El desierto de ‘Arzach’ es un mundo silencioso, sin diálogos ni grandes estridencias. Arzak es un personaje solitario, acompañado únicamente de su montura, siempre en viaje constante, rodeado de peligros pero sin estar nunca amenazado. La libertad implica soledad pero ésta no se presenta como algo triste o perturbador, sino como espacio de introspección y disfrute sencillo. Así, toda la obra se podría resumir en eso: un ser libre que viaja y contempla un desierto infinito y onírico.

· 5) ‘Moebius’ (contra Jean Giraud). Las poco más de 30 páginas de ‘Arzach’ son una destilación del estilo de su creador, ‘Moebius’, mitad o alter ego de Jean Giraud que le servía para adentrarse en terrenos pantanosos. Si como Giraud es realista, claro, directo y eficaz (vean ‘El teniente Blueberry’) como ‘Moebius’ se permite ser caótico, psicodélico y anarquista. Las buenas artes y el oficio del primero, además, sirven de cimiento al segundo, evitando (bastante bien) perogrulladas experimentales.

· 6) Metal Hurlant. Si el jinete del pterodáctilo es icono de su creador, no lo es menos de la revista en la que se publicó, la francesa Metal Hurlant. Editada del 1974 al 86, esta cabecera provocó un boom del cómic de ciencia ficción y fantástico y allanó el terreno para nuevos autores y estilos. Underground y adulta (aunque a veces pelín adolescente, todo sea dicho), esta ola ilustrada se vio también en publicaciones como ‘Totem’, ‘Cimoc’, ‘Creepy’ o la adaptación norteamericana ‘Heavy Metal’. La peli canadiense del mismo nombre (1981) intentó aprovechar el tirón, quedándose en una anécdota bienintencionada. (La última historia de esta cinta, ‘Taarna’, acredita a ‘Arzach’ como inspiración.)

· 7) Arzak en el Valle del Viento. La influencia de la obra fue más allá del cómic underground: en Japón, un joven Hayao Miyazaki se obsesionó con sus evocadoras imágenes, que asimiló y utilizó de base para la seminal ‘Nausicaä del Valle del Viento’ (1984). Con esta cinta nacía el Estudio Ghibli, y en ella se forjó otro animador de referencia, Hideaki Anno (‘Evangelion’). Los vínculos entre ‘Moebius’ y Miyazaki, pese a lo dispar de sus estilos, siguieron siendo fuertes, y en 2005 se estrenó en París una exposición dedicada a ambos en la que se pudo comprobar el diálogo y respeto mutuo que mantenían.

· 8 ) Panzer Arzak. No sería la última vez que Japón interiorizase a ‘Arzach’ de forma tan directa: en 1995, el Team Andromeda de Sega desarrolló ‘Panzer Dragoon’, un juego de disparos on-rails claramente basado en la obra de ‘Moebius’. Tan directa fue la traducción que el francés se encargó de elaborar algunos diseños y arte conceptual, además de ilustrar la excelente portada japonesa. La saga ‘Panzer Dragoon’ siguió con varias entregas más, convirtiéndose en la manera más realista de experimentar los vuelos del pterodáctilo blanco.

Ilustración de Nausicaä por ‘Moebius’ y portada japonesa de ‘Panzer Dragoon’.

· 9) La continuación del propio ‘Moebius’. El legado de ‘Arzach’ no sólo se prolongó en las obras anteriores, sino que el propio Giraud retomaría el personaje en diversas ocasiones: en ‘La leyenda de Arzach’, una historia con texto y que aportaba narración y transfondo al personaje, en la serie ‘Arzak Rhapsody’, una producción animada de capítulos breves para la televisión francesa, en ‘Inside Moebius’, un cómic autobiográfico en el que el francés se encontraba con sus creaciones, y en ‘Arzak. El vigilante’, un tomo publicado en 2011 que inicia una trilogía sobre el origen del jinete (tras la muerte del autor, claro, su futuro es más que incierto).

· 10) La brevedad. Por último, un motivo importante para recomendar ‘Arzach’ es su brevedad: 32 páginas la serie original, 2 extra y 5 de ‘La leyenda de Arzach’ si son curiosos. Aquí no se enreda a nadie ni se exigen esfuerzos titánicos para descubrir una obra venerada. Cuatro vistazos, dejarse hipnotizar un poco y listos. Vaya, han tardado más en leer este texto que en darle una oportunidad a la fantasía sin sentido de Giraud (¡lo siento!).

(Si se atreven, pueden encontrar todas las páginas de ‘Arzach’ aquí mismo. La serie de animación rula entera por YouTube. No nos hacemos responsables del copyright, bla, bla, bla.)