Vengo a la tecla embotado después de haber escuchado íntegramente ‘El salmón’. Me lo he calzado enterito y del tirón: cinco discos, 290 minutos de música, 103 canciones, prácticamente improvisando la decisión. Un atracón. Un experimento para celebrar que el quíntuple artefacto cumple diez años. Calamaro ha conmemorado la efeméride regalando en Internet 18 canciones de esa época, producción de una etapa ya lejana que se ha venido a llamar oficiosamente ‘ineditóxicos’.

El aficionado medio le devuelve el festejo soportando esta obra-río ideal, por cantidad, para una isla desierta. Le he puesto atención. Play, CD 1, y estas primeras 22 canciones mantienen al delirio controlado. Tango y rock áspero, sin edulcorar pero con tintes comerciales. “Mejor hijodeputa conocido que boludo por conocer”, arranca el disco. Este dedo 1 (en terminología calamariana, cada dedo es un CD salmoniano) podría haberse vendido por separado, con su versión de ‘Times is on my side’ incluida.

Apenas me he despistado, tampoco cuando ha empezado el disco 2, más guerrillero y doméstico. Ahí hay zambas, mambos, Beatles, más rock y más tango. Tengo sueño y redescubro la lenta mañana de domingo como espacio sórdido. Terror de mediodía. Hora y media de música, Calamaro pegando gritos que grabó hace una década en su portaestudios y sigo aguantando. Hay mucho material grabado en ese aparato semiprofesional que forma parte ya de la leyenda; cualquier fan que se precie sabe que hay dos objetos míticos en el ‘museo Calamaro’ de esta época: su piano rojo que ya pasó a mejor vida y ese portaestudio rudimentario de cuatro canales. Cualquier artista rechazaría para sus maquetas este aparato de plástico que registró la mayoría de las grabaciones. Calamaro lo da a conocer ahora a su público, en plan reliquia. Hubo que hacer después una transacción tecnológica para que el resultado fuera digno.

Portaestudio, mítico objeto con el que AC grabó este álbum

Leo un poco a Cela cuando arranca el CD 3, una oscura amalgama entre Apocalipsis Now, el paso del tiempo, la dictadura argentina, el folclore sudamericano y Gardel. Más rock, más tango, más Beatles. A estas alturas (minuto 170 de partido y AC sigue al ataque, colgando balones) uno se siente ermitaño, un poco monstruo huraño, como cuando el argentino se pasaba los meses recluido en su casa, sin saber si era de día o de noche, si era Madrid o Buenos Aires, si estaba grabando, si experimentaba como dj o si simplemente acababa de olvidar dónde había dejado su último CD-Rom con un par de decenas de canciones. “Estar despierto y escribiendo a las cinco de la mañana sirve para componer la primera canción del día antes de que lo haga Sabina”, decía Calamaro, que reivindicaba el oficio de músico de cada día. Al fin y al cabo, componer y escribir un temita al día no es tanto. Eso sí, hay que refugiarse de la vida y el mundanal ruido, se deben eludir compromisos y evitar todo contacto con la realidad, con el riesgo evidente de alienarse y convertirse en un engendro mutado por tanta inspiración.

Pese a todo, flaqueo a mitad del disco 4. Doy alguna cabezada, pero sin que mis hemisferios se despeguen del todo del homenaje a Marley, de algún himno kamikaze, del cha cha cha mezclado con guitarras heavys, de la ‘Rumba del perro’ cantada por un coro etílico con Bunbury a la cabeza o de los autoplagios. Más rock y más tango. Ya queda menos. Última curva en Le Mans. Una hora para el disco 5 y ya estará. El quinto, accesible, se inicia con rock potente y combativo y transita por rabiosa canción protesta, Clapton, Stones o instrumentales inaudibles con ritmos de bucles que recuerdan al lejano disco 1. ¿O era al 2? No, ¿al 3?. Da igual. Más tango. Acabo aturdido.

La asquerosa portada del disco. No apuesten por ella para un certamen artístico.

En cuatro horas y cuarenta minutos, podría ir a Londres y volver, ver tres partidos de fútbol, prórroga y penaltis, escuchar el nuevo disco de Dover cinco veces o visionar casi entera ‘Empire’ de Andy Warhol pero he preferido coger esta extraña mañana de domingo, retorcerla, escupirle y tirarla un poco a la basura. Suena la última canción, ‘Este es el final de mi carrera’. Ya es hora de comer.

raúl