Máxima de la música popular: Qué imposible es mantener sin altibajos una carrera que dura 20 ó 30 años. Siempre hay errores, despistes, confusiones, rumbos perdidos. No hablo de experimentos esporádicos sino de desacierto en la toma de direcciones. Uno de los fallos más clamorosos lo protagonizó Enrique Bunbury a finales de los 90, desorientado tras el frenesí de éxito y soberbia de Los Héroes del Silencio. ¿No va el tío y perpetra un disco que flirtea o liga o zorrea o se acuesta con la electrónica?

‘Radical sonora’ (1997) tiene alguna pincelada interesante (está bien la oscuridad ‘lo-fi’ de ‘Servidor de nadie’) pero en general las canciones son flojitas flojitas y esas bases machaconas son demasiado lastre. Eso sí, casi diría que el debut en solitario de Enrique Ortiz de Landázuri Izardui vale ya la pena por una canción como ‘Alicia expulsada al país de las maravillas’, sometida a cuatro remixes (bastante lamentables) en el single. Pero es que hasta la música es lo de menos. Lo que tiene delito es que Bunbury, más aragonés errante que nunca, se nos presente en el folleto con su pelo (corto) teñido de lila, embadurnado en potingue del mismo color y con una tipografía con aspecto arábigo. Hasta la contraportada luce efectos espantosos, en lo que es uno de los más desastrosos diseños gráficos en la historia de la música. Me viene a la cabeza otro esperpento: el disco ‘La venganza de la abuela’, el proyecto paralelo a Barricada de Enrique Villarreal, el Drogas, donde el líder de la banda navarra sale caracterizado de ¡geisha!.

¿Se le fue la olla a Bunbury en el fin de milenio? Seguramente, aunque hay que valorarle al menos la asunción de riesgos y la libertad que ya entonces, y como ha sido siempre, le llevaba a hacer bastante lo que le daba gana. Por esa época, la tendencia fructificó en tres posteriores singles a ‘Radical sonora’ con revisiones de club de ‘Alicia’, ‘Planeta sur’ y ‘Salomé’, una extraña versión de ‘Come together’ y un empeoramiento notable en lo gráfico. Bunbury parece aquí Chimo Bayo o Paco Pil invitándonos a una sesión, o Azuquita amenazándonos con cantar “Gorilón, gorilón no eres el amo”. Hablo de la portada de ‘Planeta sur’, un documento increíble que parece una de esas insulsas recopilaciones de grandes éxitos pergeñada por una discográfica de ejecutivos agresivos sin alma. Pero no: esto de aquí abajo es muy oficial.

Single Planeta Sur Frontal

Lo bueno es que no tardó en enderezar su carrera, concretamente un disco y dos años, hasta que ‘Pequeño’ (1999) le situaba en la rica senda que transita hoy, a caballo entre lo cabaretero y el rock, que le ha hecho facturar varios discazos desde entonces y que convierte cada nuevo álbum en una excelente noticia. La franca mejora no se percibe sólo en el LP ‘Pequeño’, sino en sus singles auxiliares (definitivamente, me encantan las rarezas; Bunbury publicó cinco discos con ese formato entre 1999 y 2000).

En estos álbumes, además de ‘demos’, directos o remixes de Carlos Jean, se incluyen buenos homenajes a Lennon, Leonard Cohen, Tequila (gran versión de ‘Es sólo un día más’) o Radio Futura (una de sus mejores canciones: ‘Han caído los dos’). Bunbury se deja de programaciones y tiende al folclore: se acerca al tango (‘Confesión’), canta versos de Rubén Darío y, por supuesto, versiona a José Alfredo Jiménez (‘El jinete’). De vez en cuando, al zaragozano le sienta bien ponerse sudamericano, más todavía si la empresa es salir del oscurísimo túnel electrónico en la resaca de los Héroes del Silencio.

raúl