Pensamos en canciones de amor y nos vienen a la cabeza baladones de guaperas italianos, historias de chico conoce a chica que han sido contadas mil veces y relatos épicos muy alejados de nuestra realidad. Sin embargo, existe una subcategoría dentro de este azucarado género. Nos referimos a canciones de amor muy bizarras, que pueden estar protagonizadas por gente singular como violadores o psicópatas, y en las que todo es posible (promiscuidad cibernética, justificación de la infidelidad, exaltación del maltrato…). Son composiciones extrañas que pueden llegar a resultar incómodas. En ellas, no hay espacio para el romanticismo. Nunca sonarán en una boda. Son canciones de amor con las que es imposible enamorarse. Aquí va una lista con nuestras favoritas.

14. Mojinos Escozíos – Jerónima

El amor incondicional está muy bien, sí, pero no nos engañemos: no todo lo que tiene/es/produce tu pareja es maravilloso. Excepto para los Mojinos Escozíos. Grandes amantes de la escatología, los sevillanos imaginan en esta canción a Jerónima, una mujer perfecta (excepto por su nombre). La pasión llega a tales extremos que ‘El Sevilla’ no tiene reparos en asegurar que «me gusta hasta el olor de tus sobacos, hasta tus granos, tus verrugas, hasta la peste de tus zapatos. Tus eructos, tus legañas, me gustan tus barrillos y hasta los cachos de carne que se te quedan en los colmillos». Es su visión del amor. Yo, sin embargo, prefiero la que me transmitió hace algún tiempo un hombre más sabio que yo, cuando me dijo cerveza en mano en la barra de un bar que «si de tu novia estás enamorado, no te la imagines cagando».

13. Siniestro Total – Hoy voy a asesinarte, nena

Mis queridos Siniestro Total escribieron unas cuantas canciones en los ochenta que hoy en día les llevarían de patitas al calabozo. En aquellos tiempos, la violencia de género era un tema invisible y por eso se cantaban abiertamente barbaridades como ‘Hoy voy a asesinarte, nena’ (de ahí la importancia del contexto). En esta ¿balada?, los vigueses se ven abocados al exterminio conyugal debido a la falta de fidelidad de la mujer. Y es que más allá de los tópicos (el lechero, el acomodador o el tendero), la señorita va un paso más allá y no tiene problemas en acostarse «con tu madre, con mi hermano y mi mamá, con mis hijos, mi mujer y mi papá», con el agravante que «si yo estoy delante te da igual».  En definitiva, un furor uterino digno de pasar a la historia y que en ningún caso podía tener un final feliz.

12. Javier Krahe – Marieta

¡Pobre Javier Krahe! Él, que reconoce no haber trabajado en su vida, holgazán orgulloso de serlo, amigo de las siestas y de no utilizar el despertador, decidió ponerse las pilas por una vez para conquistar a Marieta. ¿El problema? Que la susodicha no compartía el mismo objetivo vital. Y aunque al principio todo es simpático y se encadenan anécdotas divertidas, a Krahe se le va la mano y acaba reconociendo sus intenciones de degollarla. La sangre no llega al río -ni a la canción- ya que Marieta muere antes de lo previsto de un «soponcio». Para acabar convirtiéndose en un himno a los fracasados en el arte del amor, ésta resucita poniendo fin a la poca dignidad de Krahe. Y ahí está él, treinta años después, todavía con la corona en las manos como un gilipo-po-po-llas.

11. Triángulo de Amor Bizarro – Super Castlevania IV

De un grupo como Triángulo de Amor Bizarro no se puede esperar una canción de amor convencional. De todo su repertorio, la única que quizás podría considerarse como «romántica» es ‘Super Castlevania IV’. Eso sí, con matices. Muchísimos matices. Casi más matices que canción. Para empezar, por mucho amor que haya de por medio, no es normal que una persona reconozca de buenas a primeras que «por ella me tiro de cabeza, por ella me quito la vida entera (o por lo menos, un poco de sangre)». Tampoco son especialmente bellas metáforas como «duerme como si estuviese muerta». Por no hablar de lo poco agradable que resulta que el príncipe azul de la historia acabe convertido en un enajenado mental que asegura a su media naranja que «por mucho que quieras, no vas a quitarme de en medio». Como pueden ver, todo muy convencional. ¿Para cuándo la versión de Luis Miguel?

10. Albert Pla – La dejo o no la dejo

Vamos con una rápida colección de tópicos: el amor es ciego, uno no puede elegir de quién se enamora, el amor duele (pero vale la pena). Todos ellos aparecen de una manera u otra en ‘La dejo o no la dejo’, que versa sobre otra convención universal: amar a la persona equivocada. En esta canción, Albert Pla lleva la problemática al límite, ya que su pareja en cuestión se dedica ni más ni menos que al terrorismo. Glups. Y aunque al principio lo acepta (“Ejecuta y ajusticia y atenta contra el sistema. Tiene este cruel defecto, pero en fin… nadie es perfecto”), las dudas le atormentan según se van amontonando los cuerpos (“¿Cómo perdonarle esto? Ha ido demasiado lejos. ¿Qué hago? ¿La dejo o no la dejo?”), llegando incluso a autoinculparse («quizás busque en otra parte lo que nunca supe darle, ilusiones y alicientes para poder realizarse»). Y es que dejando de lado la sátira política de la canción, parad la maquinaria por un momento y pensadlo: ¿qué sentiríais si vuestra amada novia fuese una terrorista?

 

9. Nacho Vegas – Blanca

El contexto, insisto, lo es todo. Si ustedes escuchan ‘Blanca’ de Nacho Vegas sin ninguna referencia pensarán que es una canción de amor, como tantas otras, dedicada a una moza llamada Blanca. Y argumentarán que no pinta nada en esta lista. Pero aquellos que estamos empapados de la obra del asturiano sabemos que la escribió en un periodo en el que utilizaba la nariz con demasiada frecuencia para algo más que para respirar. Ahora que tienen la información, vuelvan a leer la letra y saquen sus propias conclusiones. Vegas disfraza su adicción a las drogas con el envoltorio de una canción de amor. Y cuando aúlla «Nunca más… hasta la próxima vez» no escuchamos a un corazón roto que no puede desengancharse de su amante. Es un grito desesperado reclamando ayuda tan bien escondido que ni nos habíamos dado cuenta.

8. El Chaval de la Peca – El jardín prohibido

Me obsesiona esta canción porque tiene como protagonista al personaje con más jeta de la historia. Busquen, busquen, que no encontrarán otro igual. Nuestro amigo le pone los cuernos a su pareja, pero no con cualquiera, ya que su compañera de aventuras lujuriosas es la mejor amiga de su mujer. Empezamos bien. Pero no crean que decide autoinculparse… más bien se nos presenta a él mismo como la víctima de la situación, como si no hubiese tenido otra opción («sus ojos me llamaban pidiendo mis caricias, su cuerpo me rogaba que le diera vida»). Y ojo a la ristra de pretextos impagables que nos presenta. Mientras practicaba el mete-saca, en realidad, «mi cuerpo fue gozo durante un minuto, mi mente lloraba tu ausencia». Pobrecito. Y además, «mi alma volaba a tu lado y mis ojos decían cansados que eras tú». Vamos, que el muy putas disfrutaba como un cochino con la otra pero en el fondo estaba triste porque no lo hacía con su pareja. Y aún nos falta la mejor, la madre de todas las excusas: «Me he comportado como un ser humano. Lo siento mucho, la vida es así, no la he inventado yo». Con dos cojones. Este señor es, sin ninguna duda, el rey de los crápulas. Admirémoslo como tal.

7. The Crystals – He hit me (and it felt like a kiss)

La intención inicial era situar en esta lista canciones en lenguas patrias, pero al encontrar esta joya en inglés no pude resistirme. Así pues, el toque exótico en este top lo ponen The Crystals con ‘He hit me (and it felt like a kiss)’, algo así como ‘Él me pegó (y lo sentí como un beso)’ o, en una traducción más libre, ‘Me abofeteó (y me pareció un beso)’. Escucharla me transporta automáticamente a las viejas películas en blanco y negro de Hollywood en las que el galán solía abofetear a la dama -cuando escuchaba algo que no le gustaba- y aquello parecía lo más normal del mundo. El estribillo, por cierto, no tiene desperdicio: «Él me pegó y lo sentí como un beso. Él me pegó y supe que me amaba. Si yo no le importara, no podría haberle hecho enfadar. Pero él me pegó, y eso me puso contenta». Sin comentarios…

6. Un pingüino en mi ascensor – Atrapados en el ascensor

Y ya tenemos aquí otro himno de los ochenta que hoy en día tampoco podría salir a la luz. Y es que a Un pingüino en mi ascensor se le fue la mano con la broma. La canción nos presenta un encuentro sexual en un ascensor. Al principio, la chica se resiste y parece la típica situación en la que la negación de la fémina tiene como objetivo la búsqueda del morbo. Pero no. Poco a poco vamos viendo como en realidad ella no está cómoda ya que se ve forzada («No trates de alcanzar el timbre de alarma. Tu resistencia me desarma»). Al final, ya sin nada que perder, el cantante reconoce de qué va todo el embrollo: «Yo que puse toda mi ilusión en esta violación…». La música festiva y el buen rollo que se transmite provocan que el conjunto sea todavía más escalofriante. Jamás una violación se había banalizado tanto. Y eso a mí me pone los pelos de punta, aunque haya un organillo Casio que luche por impedirlo.

5. Albert Pla – Joaquín el Necio

Y llegamos al auténtico dramón de la lista. Una trágica odisea de pasión, celos, engaños e incluso mutilaciones. Si Albert Pla fuese sudamericano, ya se habría hecho el correspondiente culebrón. Se trata en esta canción uno de los grandes temas del amor: la desconfianza. El protagonista del funesto vodevil es Joaquín el Necio («marido cornudo, padre gruñón y de oficio… zapatero remendón») que sospecha que Rosa, su amada mujer, le está siendo infiel con un negro (de ahí que le dedique unos bellos versos: «qué puta que eres Rosa mi vida, perder el culo por un cipote»). La situación se complica hasta llegar a un final catártico, en el que Joaquín, navaja en una mano y falo moreno sangrando en la otra, recibe una lección que le acompañara para siempre jamás: en el asunto del amor, las cosas no siempre son lo que parecen. Ni siquiera los rabos negros.

4. Mecano – La máquina de vapor

No podía faltar en esta singular lista una tonada que incluyera una relación amorosa en la que uno de los miembros no es una persona. Los magnos artífices fueron Mecano y, más concretamente, Nacho Cano, autor de otras complejas composiciones dignas de las mejores plumas como ‘Maquillaje’ o ‘Me colé en una fiesta’. Lo cierto es que ‘La máquina de vapor’ tiene más chicha de lo que pueda parecer en un primer momento, ya que la canción habla de otra canción (¡ojo!), convirtiéndose de esta manera en la (supongo) primera metacanción de la historia del pop español. Por si fuera poco, contiene uno de los versos más ridículos que he escuchado jamás: «Él le aprieta algunas tuercas, ella da un beso de gas». Sí, lo han leído bien: un beso de gas. Nada más que añadir, señoría.

3. Manel – Benvolgut

Con ‘Benvolgut’ nos alejamos de la tendencia que está siguiendo la lista. En este caso lo que nos interesa es el concepto general. La canción no es sino una carta de un joven dirigida a la expareja de su novia. Poneos en la difícil tesitura del narrador: ¿os imagináis escribiendo a esa persona semidesconocida pero cuya presencia todavía se puede sentir? ¿Qué le diríais a ese ser al que le habéis usurpado su lugar? En ‘Benvolgut’, a través de pequeños detalles, se teje un mosaico sobre la descomposición de una pareja: los sueños rotos, las conversaciones olvidadas, los momentos que parecían inolvidables pero que han acabado siendo sustituidos por otros. El gran drama que describe esta canción es que, al fin y al cabo, el amor puede acabar en cualquier momento. Y que tú, yo o cualquiera podemos escribir -o recibir- esa carta cualquier día.

2. Antonna – Y además, bastante fea

Hay que reconocerle al bueno de Antonna que no engaña a nadie. Ya desde el principio nos suelta que «era una gilipollas y además, bastante fea». Queda claro que aquí no vamos a encontrar un baladón de Ramazzoti. Es, más bien, la típica historia del chico no demasiado atractivo que piensa que una chica no demasiado agraciada será presa fácil. Sin embargo, no lo es. Dolido en su orgullo, acaba aceptando la realidad («no pretendo convertirme en un Don Juan»), pero al final florece el macho ibérico que lleva dentro y acaba apostillando que «la verdad es que sí que era un poco puta». Poco más que añadir. Es la visión del amor de Antonna y hay que respetarla.

1. Tigres Leones – Texas

¿Tenía razón Jean-Jacques Rousseau cuando dijo que el hombre es bueno por naturaleza? ¿Será cierto que todo el mundo, incluidos aquellos más mezquinos, tienen su corazoncito? El grupo madrileño Tigres Leones debe estar convencido de la veracidad de ambas cuestiones. Sólo así se explica que tuvieran la inclasificable idea de escribir una canción de amor cuyo protagonista es  Leatherface, el psicópata demente que demuestra un dominio ejemplar de la sierra mecánica en ‘La matanza de Texas’. En esta historia, Leatherface es un personaje hundido y desesperado ante la soledad y la falta de cariño. De un concepto tan bizarro sólo podía salir una genialidad con frases tan brillantes como «Texas es un desierto infinito cuando no estás, y bajo el rumor de mi sierra se me oye llorar», «el matadero es un lugar tan vacío sin ti» o «la carne apilada empieza a pudrirse, pasan las horas despacio y aún faltas tú». Y es que el amor puede llegar a doler. Mucho. Muchísimo. Incluso más que la motosierra de Leatherface clavándose sin rencor en tu carne.

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Withor