Un disco original no es la peripecia que se inventaron Flaming Lips de tener que poner cuatro vinilos sonando a la vez para escuchar una canción. Es eso redondo que se compraba antes en unos sitios que se llamaban tiendas de discos. Para conmemorar el artículo número 24 de La inercia y nuestros tres meses y pico de vida (qué mejor momento que éste), venga otra lista más ahora que acaba la década de los 00. Son todos álbumes originales que, lejos de destacar por su calidad, (‘ans al contrari’, en general) sobresalen únicamente por tener algo detrás. Como muchísimo, una anécdota y, al menos, un recuerdo, una historia vaga.

  1. Boom 11. Comprado a medias con mi hermano el 27 de diciembre de 1995. Hacerse con este doble compacto (cuando las cajas eran también dobles y el digipack ciencia ficción) fue algo así como una gran inversión. Era el primer disco que entraba en casa y no se podía fallar. Y fallamos; a pesar de Nino Bravo, Blur (‘Country House’), ‘Iberia Sumergida’ y Shampoo, con la cachonda ‘Trouble’. Porque Luz Casal, Sergio Dalma, OBK, Nina y ‘No hagas el indio, haz el Cherokee’ eran, ahora se ve fácil, demasiado lastre.
  2. Un Pingüino en mi ascensor. El minuto de música más barato de mi discoteca. Álbum en directo de 16 canciones comprado en la Tipo’s por tres euros (semanas después un amigo lo adquirió por uno). No es el disco más barato. Luego cayeron otros pero nunca por debajo de los 50 céntimos.  El sonido de teclados es como de ‘demo’, infantil y poco profesional pero tiene canciones muy buenas, entre el humor, la historia surrealista y la reflexión. Creo que este cantautor pop de los ochenta volvió no hace mucho y se presentó a Eurovisión.
  3. Larga duración. Este disco de los desconocidos (por algo será) Medusa resume la frustración del descubridor de grupos. Aposté por él en una feria del disco en Tarragona, creyéndome guay (un poco Julio Ruiz) e intuyendo una historia mítica muy de experto melómano: “Yo les descubrí cuando no eran nadie en tal sitio, entre discos de vinilos y coleccionistas”. Medusa fue el nombre del primer EP de Los Planetas y yo esperaba, salvando las distancias, algo así rockerillo, atormentado, medio ‘indie’. Al final, ná de ná. Una mariconada blandita, acústica; correcta pero insulsa. Ni a los 40 principales.
  4. Palabras más, palabras menos. Robé (robamos, o ¿mejor decir robemos?) esta cima del rock en castellano aprovechando un apagón en la biblioteca, cuando éramos jóvenes e irresponsables. Me sabe mal tener esta obra maestra manoseada y sin folleto, aunque aún resiste la escucha impecable a lo largo de los años de uso y abuso. Habrá que agenciárselo nuevo un día de éstos, por dignidad, coleccionismo y justicia musical con esta joya perfecta de Los Rodríguez.
  5. Clásicos básicos. Envié un panel al programa ‘Alta tensión’ (era ‘deportista’ y ‘apodo’) sólo para que me regalaran este doble con lo más comercial de la música clásica. Sudaron de mí, me resigné a pedirlo para Reyes y a acoger en casa esa portada con Constantino Romero dirigiendo una orquesta.
  6. Planeta Dance 95. El (triple) disco que te deja un amigo y te acabas quedando con su consentimiento porque él intuye antes que tú que la cosa no tiene mucho valor. Los 30 éxitos más bailados del año 1995 iban de los españoles New Limit (‘Smile’, temazo en serio) a Scatman’s World o ‘El Tiburón’. Poco después descubrí que no eran las versiones originales.
  7. Bolero Mix 16. Soy incapaz de reconstruir la historia. Y también soy inocente. Creo que se lo regalé a mi primo, él ya lo tenía y al final no lo devolví… pero tampoco estoy seguro. Atrévete tú con Vengaboys. También Eiffel 65 y Sisxpence non the richer.
  8. Rock Català. Nunca el láser ha calentado los tracks de esta antología que nos regaló La Vanguardia en una visita de instituto. Vale, se cuelan Sangtraït y Sopa de Cabra pero no es el recopilatorio al uso del rock catalán. Se centra en los 70 y los 80. Pau Riba, Sisa o Umpah-pah (el grupo de Adrià Puntí). Igualmente, pereza.

Mucha basura, ¿no?

raúl