Tres canciones, 247: La elección de Raúl

CHECOPOLACO – BIENN!

Ya de por sí las áreas de servicio, sugestivo patrimonio del desarraigo, tienen esa atracción árida de los polígonos industriales. Si tal zona de parada y fonda está en la plana de Lleida, un erial sin aliciente, neutro, ideal para no sentir nada, la cosa puede dispararse. En la que paramos el otro día (oscurecía y refrescaba en una tarde plomiza) estaba desierta y apartada de la carretera. Compré una lata de Burn en la tienda y el dependiente parecía drogado o borracho: hablaba raro, pausado, como en trance. Andaba mal, se tambaleaba, hacía gestos incomprensibles. Quizás fuera una caraja otoñal de sábado por la tarde pero a mí me hizo gracia imaginármelo como un infeliz delirante por la deslocalización, un maldito enloquecido por la soledad, una cuna de resentimiento venenoso, de misantropía forjada en su aislamiento tétrico.

Fuera todo era inhóspito, incómodo, desapegado, aunque a varios pasos de lo tenebroso, con unos aires como de tormenta gestándose que luego no llegó. El lavabo, maltrecho y sucio, por supuesto, estaba debajo de un gran árbol repleto de pajarracos que armaban escándalo, una sinfonía estridente de cantos. Me sentí como el Expreso Pendular del Norte, que pasa cada 25 años en P. Tinto, pero en un entorno menos amable. Rememoré aquellos lugares remotos pero con gracia de ‘La guía del autoestopista galáctico’. Recordé una canción desconcertante como ésta, electrónica deslavazada, con su clip: un crío con la cabeza reventada tirado en el suelo ensangrentado mientras el resto de chavalada, tan campante, juega a fútbol.

Experimenté extrañeza pero también otras cosas: una epifanía mínima de lo lúgubre, una revelación de la amenaza o, simplemente, un poco de miedo y ganas de salir de ese sitio hostil. En suma, me sentí agradablemente vivo, sensorialmente espoleado por un lugar que yo no sé si será una puerta a otra dimensión, un agujero de gusano en plena comarca agraria o un pliegue en el espacio-tiempo; sí era una puta frontera más fea que Albacete entre las provincias de Lleida y Tarragona, que es la nada, el icono de lo prosaico y lo rural. Sea como sea, estén atentos, porque al caer la tarde algo inquietante sucede en el kilómetro 163 y medio de la AP-2, en el área de descanso de Las Garrigues.