Presumo, sospecho, intuyo que chocheas (te tuteo, hace más de diez años que te conozco, casi desde que siendo un chaval de instituto escuchara ‘Mi rock perdido’, una letra antológica, desarmante y reveladora). Hoy, 22 de agosto de 2011, cumples 50 años (o cuarenta y diez, en jerga sabiniana, que siempre fue un faro). Estamos de celebración en el Planeta Calamaro. Más que la edad, será el voraz apoltronamiento, síndrome que afecta a los rockeros que pasan del medio siglo. Le sucede, precisamente, a Sabina, que ha acabado viviendo la vida burguesa que siempre detestó porque, a veces, no queda otra que despegarse de la realidad para sobrevivir a la fama, la tele y los plastas. 

De rockeros megalómanos están las torres de marfil repletas. También Robe Iniesta se recluye, ajeno a casi todo. ¿Acomodado? No lo creo, porque sigues prolífico, con carisma mediático y ahora haces megaconciertos en Sudamérica y Estados Unidos. Llevas chófer y vives entre Las Rozas y Buenos Aires. Cuando hablas sube el pan y nueve de cada diez veces que sales en la prensa es para montar un pollo. Es como sentar a Maradona ante un micrófono, pero con más verborrea. Arremetes contra la sección de cultura de El País en pleno concierto, defiendes sin demasiada base al amiguete Teddy Bautista, tomas mate y la lías en una entrevista de madrugada en La 2 Noticias que arrasa en Internet, lees en Buenafuente un manifiesto a favor de los toros, te hartas del twitter y mandas a tus followers al carajo y les sugieres que se metan los 140 caracteres por donde les quepan.

Media verónica. Calamaro torea una vaca

Abres un blog con fotos taurinas. Dices que si tu disco no está entre el top ten de los más vendidos en España es problema del público inmaduro. Que si pasa eso, es que algo no entendieron los Enjutos Mojamutos, sin comprender tú mismo el juego de burradas que es Internet. Aun así, todavía te sobra magia para regalar cápsulas de ingenio. Siempre te gustó el juego de palabras, la frase redonda, la sentencia provocadora que derrama ego. En la última entrevista te preguntaban: ‘¿Cuál es su relación con las drogas?’. Tu respuesta: ‘Sólo somos amigos’. En todo caso, puedo parafrasearte en uno de tus diez millones de versos y decir eso de ‘no me importa en qué lío se meta Calamaro’.

Esta vez no son las toxicidades ni el cuelgue de otras épocas. Allí hubo mucha creación mística pero también leyenda y mito sobrevalorado. Ahora eres más bien un guiñol, una parodia juguetona llevada al extremo. Quico Alsedo dice que tienes pinta de narco colombiano y te ha llamado Fraggel Rock y Rana Gustavo. Hasta puede ser divertido ‘tot plegat’. Yo te veo más como un Ruiz Mateos de la cosa rockera o un Jesús Gil indomable e incorrecto pero a la vez de andar por casa, terriblemente castizo e inocuo, porque tus pataletas-niñerías distan mucho de ser un escándalo. Y así mejor.

Hasta puede ser cachondo ese endiosamiento esperpéntico y, en el fondo, divertido, ligero, cómico, pese al riesgo de que la excentricidad vulgarice la música, que esa, pachín pachán en los últimos discos, aunque a ratos aún grande. ¿Qué hacer, si no reír, cuando cuelgas tus fotos en el camino del Rocío, en plan Isabel Pantoja? ¿Cómo no flipar al verte, caprichoso como un niño, en una capea, driblando al morlaco con gafas de sol? Ahora fantaseo, pero es cuestión de tiempo que seas carne de reality, como Ozzy Osbourne o como tu amigo y manager farandulero Mario Vaquerizo.

En el Rocío, a lo Ortega Cano.

Con ustedes, en la MTV, ‘Calamaro en su tinta’. Vea cómo piensa, escribe, compone, canta, graba y distribuye dos canciones al día. Con ustedes, en ‘Sálvame Deluxe’, la verdad sobre la disolución de Los Rodríguez. ¡Calamaro lo cuenta todo! ¡Uy, uy, uy!  (no se extrañen, Nacho Vegas ha salido este verano  en ‘¡Mójate!’ tomándose un copazo con Rafa Méndez). Con ustedes, en la Rolling Stone, el consultorio del Dr. Rock, que haces pontificando pero, eso sí, con gracia, tomándote a ti mismo con saludable humor.

He aquí la prueba del algodón para descubrir que un rockero chochea. AC ha incurrido en tan ancestral tic, claro: dedicarle canciones a su hija recién nacida, sacarla en un videoclip y dejar que cante (balbucee) en su último disco. Eres el padre de familia que babea, sales en la prensa del corazón (esas recientes turbulencias sentimentales en las que algunos quieren ver el germen de otro ‘Honestidad brutal) y luces un aura de folclórica. Y sin embargo, te sigo, te canto, te compro (bueno, la reedición ésa de ‘El salmón’ no)  te admiro, te venero, te relativizo y me río ante el surtido de bufonerías y extravagancias sin mayor trascendencia. Perdón, pero algú ho havia de dir. Felicidades.    

raúl