Aquí somos gente de periferia, de frontera, de extrarradio. Sospechamos que usted, que nos está leyendo, también lo es, o si no a ver por qué se mete a afrontar un texto encabezado por las palabras «cine límite», que mucho centro no anuncian. La otra opción, no menos probable, es que sea un alma arrastrada por la curiosidad, en cuyo caso no tardará mucho en instalarse en la frontera ésa con la que hemos empezado.

En la frontera las cosas se difuminan y surgen preguntas sobre su naturaleza misma, cargándose las patas sobre las que se sostienen sus definiciones. Ponga usted por ejemplo el cine: la RAE explica «cinematografía» como «captación y proyección sobre una pantalla de imágenes fotográficas en movimiento», y en ese paraguas parece caber todo; lo que llamaríamos, así entre usted y nosotros, en un apuro con algo de prisa y más de sentido práctico, «cine» o «películas», pero también todo lo audiovisual que le ande cerca. Nosotros, que tampoco respetamos mucho a la RAE, hasta nos lanzaríamos a cuestionar lo de «captación» y «fotográfica», y ya veríamos si no le poníamos asteriscos a algo más.

Si cine es todo lo que se mueva y se proyecte en una pantalla, lo fílmico acaba siendo algo que creemos conocer pero que sólo es inequívoco en su epicentro. Todo lo demás es tierra de dudas, excepciones e indefiniciones. Por eso vamos a arrancarnos aquí en otra de nuestras misiones inútiles, que a nosotros no nos reportará nada y a usted poco más que poco, y vamos a explorar los pantanos más estimulantes de ese conjunto de convenciones y códigos que hemos llamado cine. No saquen los brazos: estamos entrando en el Cine Límite.

VINYL (ANDY WARHOL, 1965)

Vinyl3

Vinyl es una versión de La naranja mecánica, novela de Anthony Burgess, filmada por el artista pop Andy Warhol seis años antes de la de Kubrick. Y sin un centavo. Warhol, artista carismático que le dio a lo pop con fuerza, desmontó el arte como objeto único (e incluso como objeto en sí) y lo reconstruyó como acontecimiento y modo de vida. Un vividor que sublimó lo banal e hizo de la fiesta y el darlo todo una manifestación artística. Ya habrán visto sus cuadros de la sopa Campbell, de Marylin o Mao. Su libro Mi filosofía de A a B y de B a A es una lectura divertidísima, procaz y que ayuda a reconciliarse un poco con la pamplina del arte contemporáneo. Como cineasta, que es lo que nos ocupa, se especializó en filmar cosas mundanas y aburridas en larguísimos planos fijos, como un tipo durmiento (Sleep, 1963, cinco horas y media) o el Empire State Building (Empire, 1964, ocho horazas). En esta Vinyl también están todos sus colegas de la Factory, como Tosh Carillo, Ondine y Edie Sedgwick.

Warhol coge de la novela de Burgess lo mínimo y se centra en la tortura y el Método Ludovico: Víctor, un pandillero inadaptado y violento, es traicionado por uno de sus compadres y torturado por The Doctor, que lo convierte en un miembro productivo de la sociedad, etcétera. Son 70 minutos de un tipo atado recibiendo sin parar, y no siempre fingido.

Vinyl es  lo más cercano que hizo Warhol al cine narrativo y hegemónico, que tampoco es mucho. Al menos se parece más a los modos de representación que conocemos que Empire, Blow job o Mario Banana (cuatro minutos de un travestido comiendo y lamiendo un plátano). Aunque tenues, la trama y los personajes están ahí, pese a que aun conociendo la novela (o su adaptación más famosa) cuesta seguirle el hilo. La película, muy en la línea de Warhol, está filmado en tres tomas, en ángulo fijo y sin ensayo alguno.  La gente entra y sale, sin dejar muy claro si es actor o actante, y es una fiesta continua de desmadre, violencia real, masoquismo y poesía pop.

bscap00808ms

Dependiendo de su aguante o su completismo literario disfrutarán más o menos de Vinyl. Como experimento es destacable, aunque aquí estamos convencidos de que Warhol nunca se tomó en serio el cine y sólo quería tocar las narices y poner a prueba la resistencia de algunos críticos. Es una cosa cafre, perversa, más festiva que sus otras piezas, y además suenan The Kinks, los Stones o los Isley Brothers: ya sólo por eso vale la pena. Es más soportable que Empire pero a nosotros, si nos pillan con ganas de jugar al experimento, casi nos apetece más el ejercicio de meditación zen del edificio neoyorkino.

¿Y se puede ver?

Por suerte, y hasta que YouTube decida lo contrario, lo tienen entero (troceado, eso sí) y a pelo. Ya nos dirán si se atreven.