Aquí el que no corre vuela. O nada, o pedalea, o sube montes y montañas. El caso es que La Inercia no para quieta y ya va ganando compostura y hazañas atléticas, al menos en nuestra imaginación. Para que usted haga lo mismo, les traemos aquí la última recopilación de nuestras recomendaciones para Pikrace.com y no dejamos de animarles a trotar y escuchar, mientras tanto, bellas y enérgicas tonadas como éstas.

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La elección de V the Wanderer

JOHNNY CASH – GOD’S GONNA CUT YOU DOWN

Correr, como ya les decía, tiene mucho de bucle, de, por decirlo de alguna manera, picar piedra. Uno, dos, uno, dos, el duro sol en la mollera y la azada que sube y baja, uno, dos, el sufrimiento voluntario pero sufrimiento al fin y al cabo, uno, dos. Por eso, cuando a veces me arranco con teorías más o menos descabelladas, me da por pensar que el único género musical que realmente vale para correr es la «work song» o canción de trabajo.

Imaginen esos tipos cavando al sol del sur de los Estados Unidos (muchas veces, ay, esclavos; me van a perdonar entonces la frivolidad), cantando para marcar el ritmo y aliviar las penas del alma. Sin más herramienta que un cadencioso a capella, unas voces severas, agotadas, con suerte acompañadas del mismo tintineo metálico de las herramientas y las cadenas.

En su ritmo agónico puede encontrar uno, aunque no lo parezca, las fuerzas para seguir. Por suerte, sufrimos porque queremos, ponemos nuestro cuerpo al límite por voluntad y salud y no por exigencias de la perra vida, y podemos encontrar en estas canciones un compañero feliz que nos marque el paso con rigor castrense.

Si además quien canta es un Johnny Cash con todos los tiros dados versando sobre forajidos, ley, huidas y justicia divina (o poética, si son la misma cosa) no sólo estaremos trabajando sino saboreando el polvo del camino, del interminable camino hacia valles desiertos en los que no habrá nada más que la cadencia imparable de nuestros pasos.

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La elección de Raúl

MIDNIGHT JUGGERNAUTS – SHADOWS

Cuando corremos, una de las principales cuestiones es qué hacer con la cabeza. Si el bombeo de sangre a las piernas no para, aún menos lo hace el pensamiento, clave, para bien y para mal, en la suerte del correr. Soy principiante en esto, así que ando haciendo probaturas en el dominio de la mente, con más dudas que certezas, sin las cosas muy claras, pero intentándolo.

En pleno éxtasis de esfuerzo, la mediofondista top Natalia Rodríguez, nuestra paisana, reconocía escuchar voces que le daban el último aliento, ese empujón postrero para vaciarse antes de meta. La experiencia sensorial, más o menos anecdótica, encaja de perlas con toda su mística de tatuajes y rituales, pero yo me he ido a lo contrario: creo que en el correr, y cuando uno se maneja en distancias modestísimas aún más, se impone antes que nada lo físico, lo terrenal, lo puramente somático. Ya lo dijo una vez otro amigo, el profesor y filósofo Enrique Gómez, que desgranando el Camino a pie entre Tarragona y Santiago de Compostela reconoció que lo primero que se le manifestó fue la presencia del cuerpo.

Desconfío cuando el discurso atlético se eleva hacia cotas demasiado sublimes y hasta religiosas, casi reveladoras o catárticas. Acepto la relevancia de la psicología, claro, pero a mí, cuando me arrastro por el asfalto, se me imponen sensaciones muy corpóreas, materiales, biológicamente palpables en algo que conviene remarcar: el omnipresente dolor, a veces vulgar, directo, sin mucha interpretación etérea. La agujeta es completamente prosaica, y no por ello habrá que desdeñarla.

Así que, casi por contraste y contradicción, regreso al otro extremo y recomiendo una canción que aspira a lo espiritual, a asomarse un poquitín a lo divino. En ‘Shadows’ los australianos Midnight Juggernauts llenan los kilómetros de teclados y sintetizadores con un electrorock bailable de aires galácticos, futuristas, de ciencia ficción. La reverberación va bien para retar a la cotidianeidad de la ciudad y creer convertir nuestro trote en un viaje espacial lleno de auroras boreales y aspiraciones cósmicas. A mí me cuesta abstraerme cuando siento el cuerpo desmontándoseme pero supongo que será cuestión de práctica o de canciones así, un poco universales, de bóvedas celestes que inviten a la trascendencia.

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La (otra) elección de V

 HANS ZIMMER Y JAMES NEWTON HOWARD – MOLOSSUS

Que no les dé vergüenza sentirse héroes o heroínas. Están ustedes dejándose la piel, superando sus límites, y por modestos que éstos sean o parezcan a ojos de los demás, han conseguido saltárselos. No sean brasas ni presuntuosos pero tampoco se nieguen ese momento de disfrute en la intimidad: echen a trotar y que el olor del napalm por las mañana les huela a victoria.

Acompañen a sus zapatillas con algún tema heróico, a poder ser sacado de una banda sonora que siempre despierte sus sueños y aspiraciones infantiles. Aquellos que no confesarían jamás en una conversación adulta. Todos queremos ser James Bond, o Indiana Jones, o Batman, o, yo que sé, Xena, y si ese deseo de niño iluso nos va a arrastrar unos cuántos kilómetros más, bienvenido sea con toda su inocencia.

Lo bueno que tienen estos temas es que sus compositores suelen reconocer esa pulsión primera de niño que juega a guerrero y los cargan, en consecuencia, de épica y vigor. Prueben a escuchar este temazo que Zimmer y Newton Howard se cascaron para la musculosa banda sonora de ‘Batman Begins’ y díganme si no les quema el asiento y les vienen ganas de romper una cristalera con las alas abiertas mientras salvan a la chica y se cargan al malo. O mejor aún, de echarse a las piernas y los pulmones diez, doce, quince, diecisiete kilómetros, como señores héroes de lo cotidiano.