Christina Rosenvinge tiene la belleza lejana de las danesas dulces o las personas firmes. También se mantiene increíblemente joven. Estas afirmaciones banales (imprescindibles, parece, siempre que se habla de ella) lo son menos cuando vemos que su música puede describirse de la misma manera.

Uno mira a Christina Rosenvinge y no se la imagina haciendo otro tipo de música. Y se la ve sincera, casi transparente en sus misterios. Lo que suena es lo que hay y lo único que podría ser. Christina es música pura, su propia música.

Su trayectoria es un conjunto de líneas abiertas, de exploraciones, de ciclos cerrados. Con los Subterráneos no la escuché mucho, la etapa neoyorkina me cae bien (‘Intercontinental 62’ es señor disco) y este redescubrimiento hispano le está sentando de lujo. ‘Tu labio superior’ fue un reseteo excelente y ‘La joven Dolores’ me ha terminado de capturar.

Total, que ahora es el mejor momento para que me deje caer por un concierto de la madrileña-danesa-británica; la cita en el Gea es una bendición del cielo. El auditorio de Caixa Tarragona (ya CatalunyaCaixa) está lleno hasta el último asiento y la audiencia hierve de anticipación.

Abrimos con una sesión de preguntas en la que Christina está amable, simpática y relajada. El público, al contrario que en otros actos similares, sabe qué preguntar. Voy tuiteando las respuestas en una cobertura en directo: la pésima experiencia como actriz, conciertos embarazosos, alguna referencia a la infancia…

Foto: Musikalia.com

‘Jorge y yo’ lanza el concierto, tras un «todos los hombres de mi vida son unos cabrones menos mi hermano». La sala es grande y abarrotada, pero el ambiente es íntimo, casi confesional. Acompañan a Christina Raül Fernández (Refree) y Aurora Aroca. Piano, guitarras, cello y algún coro reconstruyen los temas de sus últimos trabajos con dulzura y suavidad.

No es que falten la rabia, el experimentado descreimiento o la independencia de la que ya tiene tablas en la música y en la vida. ‘Mi vida bajo el agua’ o ‘Negro cinturón’ dan buena cuenta de una mujer humana, falible, frágil pero resistente e indestructible. Rosenvinge se muestra en esta y otras féminas: la ‘Eva enamorada’, la Eco prendida de Narciso o la esposa de Lot mirando atrás a esa Sodoma víctima de los caprichos de un dios infantil.

La galería humana de Christina es amplia, profunda, muy femenina y nada feminazi: no hay aquí discursos absurdos sobre el sexismo y la cansina guerra de géneros, no una reafirmación coñazo de la mujer liberada, no un ataque al estupidiario masculino. Sólo historias humanas, vivencias, fragmentos que de tan propios, tan personales, se elevan a lo universal.

Además de sus dos últimos trabajos, asoma un tema de Refree perfectamente interpretado (¡en catalán!), una composición que ambos han trabajado a pachas y una versión de Cohen (por un momento creo que le echará mano a ‘Famous Blue Raincoat’, pero no, es una magnífica ‘Hallellujah’).

Da tiempo a lamentos resignados (‘La distancia adecuada’), temas de «amor lesbiano» (‘Tok tok’), miradas a relaciones tan adictivas como destructivas (‘Tu sombra’), algo de hipersexualidad y, en general, una larga y literaria celebración de una vida imperfecta.

Salgo echando de menos ‘La idiota en mí’ o ‘Animales vertebrados’, pero muy contento con lo que sí he visto. Me encuentro a Agnès, tarareando ‘Anoche -el puñal y la memoria’. Raúl y Enrique comparten entusiasmo, y yo agradezco secretamente a Christina que me haya permitido enamorarme de todas sus mujeres.

V the Wanderer