Todos, absolutamente todos, descubrimos un grupo a los 14 o 15 o 16 o 17 años que nos cambia la vida para siempre. En ese momento, pensamos que el grupo en cuestión es la mejor banda de la historia, que nadie toca como ellos, nadie escribe como ellos. Pensamos que siempre va a ser nuestro grupo favorito. No es un grupo más. Es EL GRUPO. En mi caso particular, este honor recayó en Siniestro Total.

Años después, estoy en condiciones de reconocer que Siniestro Total no es ni el mejor grupo, ni el que mejor toca, ni el que escribe mejores canciones. Tampoco es mi grupo favorito ahora mismo, ni lo es desde hace millones de años. Pero sí que es, y con diferencia, el grupo que más me marcó en su momento, aquel al le tengo un cariño más especial y sé que siempre, por mucho que llueva, va a seguir siendo así. Recordémoslo: no son un grupo, son EL GRUPO.

Hablar de Siniestro Total es hablar de una formación con más de 25 años de carrera. Sin mirarme su discografía ni los cambios de miembros ni demás trámites a priori insalvables, mentalmente he elaborado cuatro etapas cruciales en su carrera: etapa punk-chorra, etapa post-punk chorra, etapa negra y etapa blues. Las dos últimas, ni me interesan. La segunda es la mejor: sacaron sus mejores discos y sus canciones más míticas están ahí. Sin embargo, hoy vamos a hablar de su primera etapa, la punk-chorra, la más divertida, la que más molaba.

Portada del primer disco de Siniestro Total

Hablamos de canciones que raramente superaban el minuto y medio de duración, musicalmente ridículas (yo compongo música mejor con una calculadora) y con la voz de Germán Coppini, de la cual, lo menos cruel que puedo decir, es que daba, como poco, vergüenza ajena. Sin embargo,  molaban. Eran divertidos. Su actitud molaba. Su pose molaba. Y, sobre todo, sus letras molaban. Y mucho. A la mierda la ética, lo políticamente correcto, las convenciones. Siniestro Total se reían de todo y de todos. ¡Qué gran grupo para pillar con 15 años¡

Los vigueses tienen canciones que pasaron a formar parte de mi ser sólo con leer su título. Agárrense que voy: ‘Las tetas de mi novia’ (gran dicotomía sobre la diferencia entre tocar tetas con y sin cáncer de mama), ‘Los chochos voladores’ (repito, tenía 15 años. Por cierto, en la canción nombran a Tarragona); ‘Todos los ahorcados mueren empalmados’; ‘Matar jipies en las Cíes’ (¿quién no lo haría?); ‘Me pica un huevo’ (¿Y a quién no?); ‘Al que eyacula Dios le ayuda’; o, mi favorita, por los siglos de los siglos, ‘Más vale ser punkie que maricón de playa’. Con esos títulos, no pueden ser malas canciones (Nota del autor: Sí lo son).

Además, entre historias de un astronauta que no puede rascarse el escroto en el espacio, un hombre que no encuentra pantalones de su talla debido al tamaño de su miembro viril (‘Sexo chungo’) o la importancia de no ser de Monforte, los Siniestro nos sorprendían con alguna absurda canción de amor (‘Assumpta’ con rimas míticas como ‘Aunque tenía michelines la llevé a los San Fermines’), algunas con tintes nostálgicos (‘La luna sobre Marín’), incluso con finales trágicos. Pero tranquilos: eran raras excepciones.

Aquellos que después de leer estas líneas pongan Siniestro Total en Spotify y escuchen algunas de estas canciones, seguramente pensarán que me he dejado llevar por la nostalgia, que el grupo no tenía gracia y que os he hecho perder el tiempo. Lo entiendo. No os preocupéis. Sé que lleváis razón. Los tiempos han cambiado. Ya no tenemos 15 años, ni nos hace gracia leer la palabra ‘maricón’ en el título de una canción. Pero sed razonables: tenía 15 años. Eran otros tiempos. Cuando Siniestro Molaba.

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