Tres canciones, 247. La elección de V

DEINE LAKAIEN – ‘WHERE YOU ARE (VNV NATION REMIX)’

Sé muy poco de Deine Lakaien (esperen, visito un minuto la Wikipedia […] ya soy experto en Deine Lakaien), pero no exageraría si dijera que este tema es uno de los más importantes de cierta parte de mi vida. O de los anhelos y aspiraciones de cierta parte de mi vida. Les cuento.

Siempre me ha acompañado una fascinación por lo macabro, lo grotesco, lo monstruoso. Yo, como mucha chavalada de mi generación, soy un poco producto del cine de Tim Burton, de ‘La llamada de Chtulhu’, de los rincones más oscuros del videoclub, del Noche de lobos, de ‘Historias de la cripta’ y el Creepy, del videojuego puerilmente oscurillo. Mi infancia es Halloween aunque nunca lo celebrara y Halloween es para mí un universo de significados en sí mismo.

Luego uno crece y ese amor por lo oscurillo muta, y corre el riesgo de caer en pamplinas existencialistas pero también ofrece la posibilidad de flipar con estéticas industriales, delirantes, hipnotiquísimas. A mí me destetó el punk-rock pero me independizaron Rammstein, ‘El cuervo’, Poe y Nightwish. Qué más da lo hortera (el rollo Royo) si hay tanto poderío. Como  epítome de todo eso (el momento y el universo de referentes) podríamos tomar este ‘Where you are’, que escuché demasiado en bucle durante demasiado tiempo.

Así, mis máximas aspiraciones post-adolescente eran pintarrajearme la cara, pasar las noches en discotecas góticas llenas de fantoches con lentillas blancas o plantarme en una rave vampírica con Blade. Explorar, en fin, el mundo que sugerían temazos como el de los Lakaien. Titánica tarea en una ciudad gris de provincias como la mía, donde lo más tétrico que podía encontrar uno era que le dieran el palo a las dos de la mañana frente a un garito reggaetonero.

Goth sign in Camden High Street

Acabé yendo a un par de conciertos de Rammstein, perdiéndome en tiendas foscas de Camden más de una vez, yendo a algún club de oscuros y catando (tampoco demasiado) el ansiado percal. No sé si era para tanto, como suele pasar con lo imaginado y lo real, pero ahí queda. Aún faltaba cerrar el círculo: no había escuchado el himno de los Lakaien en su hábitat natural o, al menos, en un sucedáneo digno.

La oportunidad (y con ella, la cima de esta excursión a la nocturnidad) me llegó con una fiesta de Halloween que organicé en Roskilde durante mi erasmus (¡batallitas erasmus!). Mi compañera de piso, norteamericana, me enseñó a tallar calabazas, decoramos el bar de estudiantes como buenamente pudimos e instamos a todos los asistentes a disfrazarse. A mí, además, me tocó la fiesta de ser el DJ (I was a teenage DJ). Vía libre.

Si los fiestorros goth no se ponían a mi alcance, yo mismo me montaría el chiringuito. Compilé una selección de temorros duros y goticones, me pinté ojeras, gasté medio rollo de cinta eléctrica en acicalarme e hice sonar, al fin, a Deine Lakaien a todo trapo. Y allí, entre vampiros, zombis, momias, calabazas y muchos litros de cerveza (era Dinamarca), sumé el Halloween que nunca tuve de pequeño con el clubbing gótico que nunca tuve de adolescente. Mi propia exploración de la nocturnidad festiva, mi pequeña conquista personal de la noche de brujas.