La carátula del DVD reza ‘Mi novia es un zombie o míos para siempre’ con cuatro tipografías diferentes, cada una de un tamaño y un color. Alguna hasta luce sombra y degradado. La «o» de «zombie» ha sido sustituida por una calavera que muerde, salerosa, una flor. ¿A qué público va dirigida esa composición? ¿Quién creen que va a acercarse a esta cinta con ese tótum revolútum de horrores gráficos?

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Pesadilla en el departamento de diseño, sí, como la que tuvieron antes sus vecinos de márketing a la hora de clasificar y tratar de vender el film. ¿Una historia de zombies donde los zombies son sólo un aderezo, surrealista, caótica, cargada de malestar, de incomodidad sexual, de neurosis, terror, comedia negra, giallo, esquizofrenias, costumbrismo, tristeza, crítica política, rupturas de lógica interna y un final tan simbólico como incomprensible? No se diga más, ¡al cajón de la serie Z, de los monstruos y las tetas!

Agarrarán mejor los cuernos del toro si están familiarizados con ‘Dylan Dog’, esa catedral del cómic italiano creada por Tiziano Sclavi y de la que deriva esta cinta. Aunque tampoco. No hay paladar que no se sorprenda ante la mezcla de ingredientes de ‘Dellamorte Dellamore’, ni siquiera los versados en el detective de las pesadillas. El asunto empezó como una novela de Sclavi en la que un enterrador, Francesco Dellamorte, se encarga rutinariamente de rematar a los muertos de su cementerio, que vuelven a la vida una semana después del entierro. Más tarde Dellamorte y Gnaghi, su ayudante mudo y destorbat, aparecieron en la historia ‘Orrore nero’ de Dylan Dog. Y de ahí al cine.

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Si Dog es un detective de Londres lacónico (dibujado a semejanza de Rupert Everett) que resuelve misterios paranormales casi por amor al arte, Dellamorte es su alter ego italiano, que despacha el mundo de ultratumba como el que rellena un formulario. Dog es idealista, romántico y está abocado al fracaso por perseguir lo inalcanzable; Dellamorte es cínico, apático y un perdedor resentido. Dos caras de la vida y de la muerte, del amor y de la autodestrucción, del (vamos a ponernos pedantes) eros y el thanatos. 

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En la película, Rupert Everett interpretó a Dellamorte (en un juego de intertextualidades que se adelantó lo suyo al Nick Fury de Samuel L. Jackson) y la bellísima Anna Falchi a una amante necrófila que se reencarna en todas las mujeres de su vida (en los créditos aparece como «ella»). La dirigió Michele Soavi en 1994 y no sabría decirles si se adelantó a su tiempo o, sencillamente, hizo una obra que no encajará nunca en ninguna corriente ni en ningún momento. Ni siquiera ahora, en plena movida del mind game film, del grindhouse, del remix, de la adaptación del cómic y de la relectura autoconsciente.

Si quieren hacerse una idea, imaginen meter en una coctelera una buena parte del cine de zombies exploitation de Lucio Fulci, muchos de los elementos más surrealistas y oníricos de David Lynch, otra dosis de erotismo italiano y unos posos de ambientación neorrealista. Lo que sale es, aunque no lo crean, un conjunto coherente con gramática propia que nunca deja de descolocar e incomodar. En medio aparecen la Muerte, un misterioso amigo que sólo se adivina al otro lado del teléfono, un asesino al que nadie da caza y hasta algún político italiano en su tradicional línea turbia. Y al final, una escena que rompe todo el conjunto (¿o le da unidad?) y nos permite cuestionarlo e interpretarlo como nos dé la real gana.

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‘Dellamorte Dellamore’ es, si creen en esas cosas, uno de los casos más sólidos de cine del inconsciente. Hay pulsiones, neurosis, autorrechazos, desdoblamientos y, como es obvio, muchas vueltas a las cuestiones del morir y del amar. Convierte lo siniestro en cotidiano (incluso vulgar) y lo cotidiano en siniestro.

Si son amantes de lo raro y delirante, se deben a ustedes mismos echarle un tiento. También si creen que el cine de zombies (¿es esto cine de zombies?) puede ir más allá de las infinitas réplicas de Romero. O, por descontado, si son seguidores de Dylan Dog (aunque se acerca al universo de Sclavi desde una tangente marciana, es mucho más cercano que la fallida ‘Dylan Dog: Dead of Night’ de 2010). O si creen que combinar ‘Nueva York bajo el terror de los zombies’, ‘Cabeza borradora’ y ‘Holy Motors’ es una buena idea. Incluso, qué demonios, si tan sólo buscan una película fuera de su zona de confort. Con ‘Dellamorte Dellamore’ (o ‘Cemetery Man’, o ‘Mi novia es un zombie’), queda claro, es imposible no sorprenderse, y según cómo de raro sea su perfil, hacerlo para bien. Por muy mal que pinte la carátula del DVD.

Tres canciones, 258. La elección de V

MANUEL DE SICA – DELLAMORTE DELLAMORE SUITE

La banda sonora corrió a cuenta de Manuel de Sica, hijo del legendario Vittorio de Sica. Se curró un sonido igualmente perturbador, magnético, desconcertante, incómodo, peligroso y romántico, en el que vienen a sonar sin comer terreno casi todos los hallazgos y maestros del género. Serie B, o Z, trash y surrealismo refinadísimo en el mismo paquete.