Tres canciones, 245: La elección de Raúl

EMILIANO ZULETA – LA GOTA FRÍA

Hay que ver cómo puede cambiar una canción por el contexto, por la intrahistoria, que la eleva unos puntos con efectos retroactivos que tienen, en este caso, un par de décadas; las que se rebobinan hasta 1993. Entonces Carlos Vives gozó de un éxito internacional con ‘La gota fría’, un hit omnipresente, odioso e insoportable, que yo pasé por alto pese a tener este inicio de canción bastante imbatible: «Acordate Moralito de aquel día que estuviste en Urumita y no quisiste hacer parranda». Más de 20 años después, me he enamorado de esto último, claro, y toda la frase, por sí sola, ya me parece un microcuento a la altura de Augusto Monterroso, a partir de la cual desplegar una novela o una discografía entera.

Por supuesto que en el tema había un relato, aunque hay que regresar a la original, al vallenato (la canción de marras es el mayor exponente del género), compuesto por Emiliano Zuleta Baquero en 1938. Entonces la narración me acaba de embelesar. Resumiendo, alumbro yo un titular: «Una disputa entre dos acordeonistas genera uno de los himnos más populares de Sudámerica». ‘La gota fría’ ilustra el duelo musical más famoso de Colombia. Zuleta Baquero, el mejor representante del vallenato en el departamento de La Guajira, y Lorenzo Morales (el ya inmortal ‘Moralito’) su homólogo en la región de César, se iban a disputar el título de mejor juglar ‘acordeonero’ de la zona en una batalla interpretativa (ríanse ustedes del rap, de cualquier pelea de solos de guitarra, del SingStar o del duelo de bailes de La Hora Chanante).

El bueno de Zuleta comenzó la parranda (el festejo celebratorio, la ronda decisiva, aunque nada oficial: todo pachanga) y se llevó el aplauso clamoroso y entusiasta del público; ante ello, Morales se retiró sigilosamente de la gran final, aduciendo un súbito malestar. A modo de venganza, Zuleta le compuso al rilado Morales este tema, que le dejó en ridículo en toda la zona. «Ay, te fuiste de mañanita, sería de la misma rabia». Será por exigencias comerciales, pero Carlos Vives,  compatriota del dúo, edulcoró la letra y le diluyó el rencor: en la auténtica vuelan las acusaciones de embustero y las ofensas recíprocas a las madres de los dos contendientes. Hay mala uva: «Cuando me oyó tocar, le cayó la gota fría».

Sin embargo, la rivalidad fue más light de lo que puede parecer. Años más tarde, los dos protagonistas se reconciliaron. Hasta los llevaron a Urumita para recordar el cara a cara que no fue. Ya viejos, con la piel morena ajada y curtida, me gusta verlos como dos trovadores puñeteros, un par de ancianos cascarrabias enfrentados por piques mínimos, aunque con una terquedad relativa: había que primar el show, el espectáculo de las piquerías (así se llamaban esos ‘combates’ en el Caribe colombiano) y orquestar un odio de versos (verdadero pero también con mucho de literatura) en medio de aquel calor febril, rural y tropical.

Ya nada será igual cuando la adaptación pop de Carlos Vives me llegue de refilón (o la de cualquier otro, hay versiones de María Dolores Pradera, instrumentales, esperpentos en fríos recopilatorios de rumba y cumbias, y hasta de Julio Iglesias). Ya nada será igual, cuando alguien se retire prematuramente de una fiesta o una reunión y yo le recrimine después, sin acritud ni trascendencia pero con puyazos de abuelo protestón, que no quiso hacer parranda.