V: Vamos al Erotic Festival Tour un poco por lo a mano que queda y otro poco por los recuerdos entretenidos del Salón Erótico de Barcelona. Lo que menos nos gustó de aquel fueron los espectáculos (que se funden en una nebulosa de repeticiones y cámaras del público a los diez minutos) y este festival se centra exclusivamente en ellos, así que la advertencia es clara, pero sería tontería no pasarnos teniéndolo en Reus. La entrevista con Bibian Norai, además, se ha ganado nuestras simpatías, por lo que nos plantamos a la sala Toman a las dos y pico (después de la presentación de la revista Láudano en un club BDSM de Barcelona) a que sea lo que dios quiera.

Cano: El tipo de la taquilla nos recibe con asombro: somos los únicos periodistas que aún no hemos recogido nuestra acreditación para asistir al festival. Accedemos por una puerta oscura, como el que entra a un universo prohibido de lujuria, para después volver a la realidad humana. La sala está medio vacía, eso sí, con sensación de resaca por haber acogido una gran masa de gente fervorosa. La treintena de fieles incondicionales que aún siguen aquí mantienen su atención en Melody Sweet, que se supone está poniendo a prueba a un futuro talento del porno. Unas sacudidas de cipote después, hombre y mujer desaparecen del escenario.

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V: Hago un repaso rápido al público que queda: hay mucho tipo solo pero también parejas y mujeres. Destacan tres señoras maduras muy animosas, de las que uno espera cruzarse en el mercado o en una silla de enea tomando la fresca, que van a ser las estrellas de la noche. La primera actuación que vemos entera es también la más esperada: los «pornovampiros» Ratpenat y Nora Barcelona, viejos conocidos de esta casa (acompañados de Bianca Resa). Raúl y yo hemos hablado tanto de esta pareja que Cano no puede evitar aplaudir nada más verlos salir. Las luces se rebajan, se tiñen de tonos rosados y empieza a sonar la clase de música techno-gótica que ya nos recomendaron en su entrevista. Entra Rat, con una capa de vampiro clásico, colmillos y lentillas blancas, y arranca el desmadre: el trío se bate a ritmo de Rammstein y metal gótico y los embistes del murciélago se acoplan a los compases de la música. Todo muy punki, muy loco. Un show muy musical, de teatrillo destroyer y de ganas de juerga.

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Cano: La segunda actuación es quizá la menos convencional, pero también la mas sensual: ¡una doble dominación con toques lésbicos! Mistress Minerva y Bibian Norai entra en escena portando dos bellezas morenas, Sara May y Julia de Lucía, cada cual con una figura más esbelta. Las sitúan una frente de la otra, con las carnes tocándose. Como una maga del porno, Norai se saca de la chistera unas cuerdas para dejar bien atadas a las muchachas, cuyos ruidos constantes no hacen sino enternecer el ambiente. El hielo, la cera, el agua y el humo del tabaco se deslizan por sus cuerpos.

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V: En efecto, esta demostración de bondage y dominación es el número más estimulante. Mistress Minerva, quien además es una estupenda maestra de ceremonias, lo define con acierto: «el sexo no es sólo mete-saca y el BDSM no es sólo dolor». La idea de sexo (de porno) en vivo se puede hacer violenta y es fácil caer en el prejuicio de lo hortera y lo grotesco, en la idea de un show de despedida de soltero, pero aquí están consiguiendo ir un poco más allá. No es que llegue al refinamiento decadente de ‘Eyes Wide Shut’ o ‘Historia de O’, claro, pero sí se desmarca del aburrido desmadre discotequero que esperábamos. Entre el sentido de la diversión de los pornovampiros y la delicadeza de estas ataduras ya me tienen ganado. Ahora falta el fin de fiesta, que se va a la otra punta y pasa de sutilezas: un tres contra uno de Rob Diesel, un tren de mercancías, una tuneladora humana.

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Cano: Tres actrices (otra vez Nora y Bianca Resa, ahora con Carolina Abril) acceden al escenario y se acurrucan en el centro, juguetonas. La escenografía anticipa giro dramático y las chicas se fingen temerosas de lo que va a venir: un mastodonte enmascarado, en plan Bane, aparece en el escenario. Por momentos, pienso estar más en un túnel del terror que en un festival erótico. La rabia escondida tras la máscara se libera con fiereza al empezar a empitonar a cada una de las féminas. El escenario tiene también un toque voyeur: al parecer, Rob Diesel ha pedido a Mistress Minerva que suba al escenario a las ya famosas tres señoras, que no ocultan su lascivia. La orgía acaba con Abril, una estupenda morena, recibiendo apoyada en una de las abuelillas y ésta, ni corta ni perezosa, tocándole los pechos.

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V: El número tiene mucho de fuegos artificiales y traca final pero también (será por las horas de la madrugada) de fin de fiesta privada. Los participantes se lo pasan bien y se nota y hacen partícipe al público de ese entusiasmo (véase ejemplo extremo: las señoras). Las maestras de ceremonia salen a escena a dar las gracias acompañadas de todos los artistas de la noche, y el colegueo llega a su punto máximo cuando la reportera Camila Montalbán sube a las tablas y toma una selfie grupal. No sé si la jornada completa se me hubiera hecho pesada o repetitiva, pero estos tres números han resultado variados, llamativos y estimulantes. Cano y yo salimos aplaudiendo la oferta y bromeando aún con esto y aquello, mientras el mundo real se redibuja en forma de polígono gris y desierto a las cuatro de la mañana, un espacio silencioso y plomizo que parece querer contrastar con el desmadre que acaba de tener lugar en su interior. Aún quedan unas horas para el amanecer y las bestias nocturnas se recogen, como buenos vampiros desatados.

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