En La Inercia somos gente de principios y fieles a nuestras tradiciones, y por eso no faltamos a nuestra cita anual con el REC de Tarragona, el festival de cine especializado en óperas primas que a lo tonto ya suma dieciséis ediciones y cada año crece un poquito más. Para los que vivimos en la pequeña Tarragona es casi la única oportunidad que tenemos de ver cine fuera de los circuitos comerciales sin tener que desplazarnos (y por eso le tenemos tanto cariño). Un año más, el nivel de calidad de la mayoría de las películas fue alto, aunque no faltaron las clásicas decepciones (si no, no sería un festival). Estas son las ocho películas que hemos querido destacar (miento: en realidad son todas las que pudimos ver).

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‘Park’ (Sofia Exarchou, 2016)

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Sofia Exarchou no necesita crear un futuro postapocalíptico. Con la realidad de un grupo de chavales abandonados a su suerte, en las antiguas instalaciones de los Juegos Olímpicos de Atenas 2004, le basta. ‘Park’ es cínica y violenta, atrevida con una narrativa que expulsa cualquier atisbo de comprensión hacia sus personajes y el propio público. La generación retratada es un artefacto vacío de valores, un auténtico mazazo a la lógica evolución humana en búsqueda de la razón, el resultado de unas instituciones, familia y administraciones, que se ha desentendido de su educación. La cinta de Exarchou representa animales luchando contra otros en mitad de una selva peligrosa. Con la colaboración, claro está, de la figura del turista idiota que se emborracha, y de una fotografía excelsa, rayando el blanco y negro. – Enrique

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‘La mano invisible’ (David Macián, 2016)

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La gran sorpresa del festival. No sé ni por dónde empezar a alabarla. Desde su original planteamiento (personas que son contratadas para trabajar en una nave industrial a la que asisten espectadores, como si se tratase de un reality show), pasando por su escenografía (las similitudes con ‘Dogville’ son obvias y nada disimuladas), su desarrollo o su elenco, todo es magnífico. ‘La mano invisible’ (que se llevó el Premio del Público) es a la vez un capítulo perdido de ‘Black mirror’ escrito por Orwell, una nueva alegoría sobre el éxito del sistema neoliberal respecto al fracaso de la clase trabajadora, un puñetazo duro pero necesario para todos los espectadores (es imposible no sentirse reflejado en alguna de las historias que relatan los personajes) y la demostración definitiva de que para hacer una buena película tan solo se necesita una cosa: tener algo que contar. – Adrián

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‘El día más feliz en la vida de Olli Mäki’ (Juho Kuosmanen, 2016)oliLas sociedades nórdicas tienden hacia el individualismo emocional, la creación de unas luchas internas que, en ocasiones, derivan hacía la winter depression. Juho Kuosmanen modela de forma excelsa ese concepto, en una película caracterizada por la anti emoción, la aceptación de la derrota deportiva y las limitaciones de uno mismo, el enamoramiento sin aspavientos, la vida entendida como un juego de control sentimental. ‘El día más feliz en la vida de Olli Mäki’ lo es a pesar de la incapacidad para compartir las frustraciones, para huir de la narrativa de éxito que caracteriza el cine de boxeo norteamericano y apostar por un anticlímax. Estéticamente, la película es una delicia, no sólo por el blanco y negro sino por una cámara que se posa con naturalidad a hombros de los personajes. – Enrique

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‘María (y los demás)’ (Nely Reguera, 2016)

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‘María (y los demás)’ no es una película sobre la crisis de los treinta, sino sobre una crisis de identidad. La de María (maravillosa y enamorable Bárbara Lennie, opositando a su segundo Goya), que con quince años tuvo que adoptar el rol de su desaparecida madre, y acepta ese papel hasta que su padre le busca una sustituta. Y entonces, el caos. ‘María (y los demás)’ funciona a la perfección por muchos motivos (un tono tragicómico muy acertado, buenos secundarios, tramas interesantes…), pero muy especialmente porque es imposible no encariñarse y empatizar con esa protagonista que a veces roza el patetismo y que sin embargo se merece la felicidad más que cualquier otro personaje que pulula por la pantalla. El final, de una extrema sutilidad pese a su carácter catártico, nos reconcilia con todo lo que hemos visto anteriormente y nos hace soñar, inútiles de nosotros, con que un mundo más justo es posible.  – Adrián

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‘Ma vie de courgette’ (Claude Barras, 2016)

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Rompamos ya con el mito de que las películas de animación son incapaces de expresar conflictos adultos. Ghibli es el ejemplo contemporáneo. Incluso alguna que otra producción de Pixar. ‘Ma vie de courgette’ es la confirmación absoluta. Claude Barras ni siquiera complace a los más pequeños con alguna que otra aventurilla, casi todas las escenas basculan entre la desesperación y la amargura de unos niños abandonados a su suerte, desarraigados de la sociedad. Pero el suizo urde magistralmente un plan emocional que dirige al espectador hacia el humor -geniales las metáforas infantiles sobre sexo- y cierto optimismo en la desesperación -el enamoramiento y la consecución de un padre. Que la película esté narrada en stop motion es un acierto formal, que ayuda a la caracterización física y psicológica de los personajes. Apuesto a que ‘Ma vie de courgette’ puede ser la sorpresa de los Oscar, con el permiso, claro está, del poder económico de Disney y Pixar y de la deslumbrante ‘Kubo and the Two Strings’, del estudio Laika. – Enrique

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‘La reconquista’ (Jonás Trueba, 2016)

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La cuarta película de Jonás Trueba parte de una premisa que parecía muy interesante: retratar el reencuentro después de quince años sin verse de dos adultos que mantuvieron una relación (el primer amor, ni más ni menos) cuando eran adolescentes. El film está dividido en dos grandes bloques: la noche del reencuentro y un largo flashback, separados por una breve escena que sirve de nexo (y que curiosamente acaba siendo el tramo más interesante). Abandono la sala aburrido y, lo que es peor, sin saber qué quería explicarme el director, sin saber si ‘La reconquista’ es una película sobre el amor, sobre el paso del tiempo y cómo éste nos cambia, o una campaña de marketing para promocionar a Rafael Berrio. Experimento además una extraña sensación (¿será vergüenza ajena?) que nace en mí porque lo que parecía que iba a ser una película cercana a ‘Antes de amanecer’ de Linklater se acaba convirtiendo en algo parecido a un capítulo de la serie ‘Física o Química’. Y encima de los malos. – Adrián

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‘A.K.A. Nadia’ (Tova Ascher, 2015)

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Tova Ascher construye un relato que va completamente a la deriva. Primero, con la creación de unos personajes absurdos que intentan aglutinar un conflicto mal explicado, al menos a los ojos de un espectador no experto en el conflicto entre Palestina e Israel. Segundo, por la introducción de un metraje excesivo y de un primer tercio completamente obviable. ‘A.K.A. Nadia’ debería haber iniciado su historia cuando la protagonista palestina se ve obligada a transformarse en una israelita y rehace su vida con ese secreto oculto. Ahí está el motor narrativo, no en unos personajes masculinos desaprovechados, en un sentimentalismo musical que cabrea y en un intento por criticar el trato hacia los inmigrantes del Reino Unido. – Enrique

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‘Distancias cortas’ (Alejandro Guzmán Álvarez, 2015)

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Dirigir una película cuyo personaje principal pesa más de 200 kilos, tiene serias dificultades para desplazarse incluso dentro de su propia casa y un problema aún más grave como es una honda  soledad, y que el resultado no sea lacrimógeno. Un reto ciertamente difícil que Alejandro Guzmán resuelve a medias. La razón es que Fede, el protagonista, no recibe un trato diferente por su obesidad mórbida: el director no le juzga, ni le culpa ni le justifica, y la tristeza que produce es producto de su aislamiento y no de su aspecto físico. Y ese es el gran valor de esta obra. Lástima que existan ciertos detalles que jueguen en su contra, como la música (ideal para una buena llorera) o algunos hechos poco justificados, como la amistad entre Fede y el joven dependiente, que se produce de manera excesivamente brusca para ser creíble. Deficiencias que en todo caso no destruyen un film notable cuyo final puede provocar tantas sonrisas como lágrimas. – Adrián