Una vez leí que España es el único país del mundo en el que se produce un golpe de estado y al cabo de dos semanas las gasolineras ya venden cintas de cassete con chistes sobre el suceso. No es una metáfora ni una definición ingeniosa pero falsa. La grabación existe, efectivamente se vendió en gasolineras (un familiar la compró) y lleva por nombre ‘Manolito Martín y sus chistes de El Golpe. Versión Original (23-F)’. Para mi sorpresa, alguien ha tenido la brillante idea de subirla íntegra a Youtube. Esta anécdota de vodevil viene a demostrar que España es un país con múltiples y perniciosos defectos, pero si hay algo que no se nos puede achacar es que somos una sociedad a la que le gusta la broma. Adoramos ser unos cachondos mentales. Y si unos militares desquiciados estuvieron a punto de acabar con la democracia y a los quince días la gente compraba una cinta para reírse de ello, imaginen todo lo que se hizo tomando como base la temática sexual.

El Chivi («sólo porque me masturbo pensando en sacerdotes…») y Juampa y la Raja («la paja que me casqué encima de aquella farola…») se llevaron la fama entre los de mi generación, los que ya andamos por la treintena. Pero no fueron los únicos ni mucho menos los primeros que en la era tecnológica decidieron que mezclar música y sexo podía llegar a ser una combinación de éxito. Sin embargo, y como ha sucedido tantas veces a lo largo de la historia, los verdaderos héroes de esta picante epopeya son anónimos. Aquellos que lo empezaron todo, los que condujeron su evolución y exprimieron este particular género hasta no dejar ni una gota, deben estar hoy en los sofás de sus respectivas casas pensando que la vida será muy bonita pero, para qué coño negarlo, también muy perra.

Para mí las estrellas más brillantes del movimiento sexo-musical moderno no tienen nombre ni apellidos. Son, como la del amigo Manolito Martín, cassetes de gasolinera de 500 pesetas que nos dejaba el padre de un amigo cuando teníamos 15 años para nuestro deleite. Grabaciones que no reportarían ni un euro y que mayoritariamente ni siquiera aparecen en Youtube (la certificación más veraz que puede existir hoy en día de la muerte).

follimfollam

Aunque la memoria me juega malas pasadas, ya que nos remontamos a los cada vez más lejanos años de instituto, recuerdo títulos de disco como ‘El tren’, cuyas canciones eran bastante más calentorras que el ‘chacacha’ del ferrocarril de Mocedades. Cómo olvidar por otra parte composiciones tan divertidas como ‘No sé lo que pasó’, que tenía todos los elementos necesarios para convertirse en una buena película erótica italiana: un capitán de barco negro (el capitán, no la nave), una esposa infiel, una situación de dos rombos («rodamos por el suelo y no sé lo que pasó») y, nunca mejor dicho, un final embarazoso («y yo sólo le pedía que no me salga negrito»). De hecho, hay algunas letras que para mí son auténticos incunables de nuestra literatura patria: “Me asomé a la reja con la polla tiesa, y le dije niña, ¿me la quieres ver? -Con mucho gusto se la vería, pero esas macetas me la impiden ver. -¿Qué coño macetas? ¡Si son mis cojones!».

Uno de los pocos grupos de este tipo aún recordados ya que sus álbumes fueron más allá de las cintas de gasolinera son los catalanes Follim Follam, que llegaron a grabar una trilogía de discos bajo el título ‘Cançons porques’ (los pueden encontrar en Spotify si les pica la curiosidad). Entre sus canciones se esconden obras como ‘Fica-li noia’, ‘Que en tenim de pèls al cul’, ‘El desembre congelat’ o ‘Follim follam’ (en la que practican un delicioso acento catalano-gallego). Hay que resaltar que una de sus composiciones, ‘L’elefant’, parece ser una versión (¿o es al revés?) de la mítica canción popular cuyo primer verso auguraba una gran tragedia griega: «En la selva tropical había un gigante que quería dar por culo a un elefante».

Desgraciadamente, la información en la Red sobre Follim Follam, así como del resto de grupos que cultivaron este género musical erótico-festivo que tanto nos hizo reír, es casi inexistente. Un enorme y oscuro tachón en el currículum de la música contemporánea española y catalana, que algún día deberán reconocer sus errores y poner en un pedestal a estos auténticos héroes anónimos. Y hacerlo, en la medida que sea posible, y ya que nos ponemos, con eróticos resultados.

Tres canciones, 277. La elección de Withor

FOLLIM FOLLAM – ‘JOTAS GUARRAS’

@adriwithor