España ganó el Mundial de Balonmano de hace unas semanas de manera sorprendente, avasallando a todos sus rivales y con una superioridad que ni el más optimista podía prever. Eso sí, este éxito no debe enmascarar que a su vez se haya cometido uno de los mayores fracasos de la historia del marketing moderno. Me refiero al infructuoso intento de dar a conocer al equipo nacional de balonmano con el ridículo sobrenombre de ‘Hispanos’.

La moda de bautizar a selecciones deportivas españolas con nombres supuestamente molones y pegadizos no es nueva. Ahí está la Armada Invencible de tenis (ya casi en desuso, pues resultó ser que el único invencible era Nadal); la Roja (copiando sin remordimientos el nombre histórico que se le da a la selección chilena de fútbol), la ÑBA (que ya presupone un claro sentimiento de inferioridad hacia el ‘Dream Team’ americano) o ‘Las Guerreras’ (así se llamó durante los Juegos Olímpicos a la selección femenina de balonmano, en un intento de recuperar una ‘furia española’ en horas bajas debido al auge del tiki-taka balompédico).

La Federación Española de Balonmano, ante un acontecimiento tan importante como es un Mundial, decidió que la selección no podía ir por el mundo sin un apodo. ¡Habrase visto qué desfachatez! Imagino, no sin cierta maldad, el brainstorming que dio lugar a la idea. “A ver, necesitamos un nombre… Con el balonmano no podemos hacer juegos de palabras… Tal y cómo está el país, no podemos presumir de mucha cosa… Y los apodos buenos ya están pillados. Señores: ¿Qué cojones hacemos?”.

Los Hispanos (los de España, se sobreentiende)

Los Hispanos (los de España, se sobreentiende)

Tras varias reuniones sin resultados convincentes, imagino que algún becario, o alguien que pasaba por allí, tuvo un momento de lucidez y sugirió que el alias de la selección estuviera relacionado con la historia de España. Que no es moco de pavo. El porqué finalmente se apostó por el apodo/grito de guerra ‘Hispanos’ es un auténtico misterio. Quizás el hartazgo, la falta de ganas, el desconocimiento sobre el buen funcionamiento de un brainstorming o –quién sabe- un exceso de pacharán fueran los causantes de la tragedia.

El invento de ‘Hispanos’ fracasó completamente y sólo algunos medios de comunicación lo utilizaron para dar vidilla a sus titulares. Como era de esperar, la gente en los bares no preguntaba: “¿Habéis visto el partidazo de los Hispanos?” o “Metre, ¿hoy a qué hora juegan nuestros Hispanos?”.  De hecho, hace mucho tiempo que no oigo a alguien –fuera de los medios – pronunciar la palabra ‘Hispanos’.

La gran cagada del becario –o de la persona que pasaba por allí- y de los responsables de la Federación es pensar que un concepto ambiguo como es el de hispanos podría tener repercusión mediática. Porque señores, dudo mucho que hoy en día haya alguien en España que se autodenomine con orgullo –mano en el pecho- como hispano.

El término plantea, además, muchas otras incógnitas. Por ejemplo, si la Hispania romana ocupaba toda la Península Ibérica, ¿no deberían formar parte los jugadores portugueses de la selección española?  U otra: ¿No son también hispanos los habitantes de países hispanoamericanos? ¿Podrían ir ellos a la selección española también? Y quizás la más importante: ¿Los responsables de escoger el sobrenombre no pensaron que la mayoría de españoles, al escuchar la palabra hispano, lo primero en lo que piensan es en un mexicano sufriendo penurias en Estados Unidos?

Han pasado unos días desde que España ganó el Mundial. Y ya casi nadie recuerda aquello de ‘Hispanos’.  Y lo que es más preocupante, tampoco son demasiados los que recuerdan que hace muy poco fuimos los mejores del mundo en un deporte en el que no se puede tocar la pelota con los pies. Los responsables del balonmano patrio deberían reflexionar sobre dónde está el verdadero problema de marketing de este deporte. Porque la vida sería muy sencilla si todos los problemas se solucionasen encontrando un  sobrenombre pegadizo y molón.

Withor