Hay quien dice que el fútbol es un deporte aburrido, y a la vez, un gran tema de conversación. Nosotros nos encontramos cómodos nadando por esas aguas pantanosas. Como a todos, nos la pone bien dura un misil dirigido milimétricamente a la escuadra. Pero lo que realmente nos proporciona placer y provoca que actualicemos la portada del Marca cada media hora es todo lo demás.

Porque el fútbol como deporte será o no aburrido, pero no pueden negar que todo lo que gira a su alrededor es demencialmente divertido. Un micromundo en el que conviven pequeñas miserias, giros de guión rocambolescos y héroes inesperados forjados a base de taconazos. Es un universo repleto de momentos locos que aquí repasamos y en el cual nosotros podríamos vivir eternamente.

1. Palermo falla tres penaltis en un partido

Vale que la mitificación haya jugado su papel. La Copa América marcó nuestra pubertad pero aquel día, aquella madrugada en España, fue inolvidable: la primera y única vez que un mismo futbolista falló tres penaltis en un partido. Algunos trasnocharon y lo vieron en directo. Otros grabamos en vídeo el encuentro y, al día siguiente, rebobinando el VHS, fue un lío organizarse con el FF y el REW ante tanta pena máxima marrada. El argentino Martín Palermo, el colmo de la desdicha y lo insólito sobre el campo, dejó tres perlas para la historia: un balón al larguero, otro a las nubes y un último a las manos del portero colombiano Miguel Calero, que por otra parte murió el año pasado a los 41 años. Tres disparos desastrosos a cual peor tirado, tres lanzamientos burdos a romper, toscos, rudos, proyectados desde la rabia, como un niño terco golpeando el balón. Con aquello Palermo consiguió varias cosas: que su equipo perdiera por 0-3 frente a Colombia y hacer de aquella velada insulsa una cita memorable en el sentido estricto de la palabra. El ariete albiceleste se ponía, sin saberlo, a la altura de las circunstancias: una noche de calor pegajoso, una competición menor y una selección argentina de bajona, degradada, nutrida de futbolistas que jugaban en el propio país (cuando lo normal era reclutar a los mejores, que estaban en las ligas europeas). Ante tanta pobredumbre de espíritu y tanta rudimentariedad, fallar aquellos tres tiros fue lo más coherente que pudo hacer.

2. Ambruse Vanzekin: el portero que marcó a lo Panenka

El fútbol moderno ya no es lo que era: ahora hasta Casquero tira penaltis a lo Panenka. Hace unos años, sólo genios como Totti y Djalminha o locos como Abreu se atrevían. Pero de todas las panenkas que se han intentado, ninguna fue más sorprendente que la del portero nigeriano Ambruse Vanzekin. La leyenda nace en la tanda de penaltis del encuentro de cuartos de final del Mundial Sub-20 Holanda-Nigeria, en el año 2005. Después de que todos los jugadores de campo hayan lanzado, llega el turno de los porteros. Y Vanzekin, con una camiseta tres veces más grande de lo que le correspondería, se acerca al balón y, con la tranquilidad de un veterano, pica la pelota sin demasiada clase ni ortodoxia pero quedándose con todo el personal allí presente. Para completar la faena, paró el siguiente disparo y la victoria cayó de su lado. Hoy en día, cualquiera que marque de panenka consigue titulares y elogios de manera unánime. Mientras tanto, Vanzekin se gana la vida (o eso esperamos) en el modesto Warri Wolves FC de su país. Es la gran injusticia del fútbol. La gesta más olvidada. Porque el mérito de un penalti a lo Panenka no es el lanzamiento en sí, sino tener la sangre fría de hacerlo en el momento más inesperado. Ambruse, si alguien merece ser el sucesor de Panenka, ese eres tú.

3. Mihajlovic hace el primer y último ‘hat-trick’ de faltas de la historia

En baloncesto existe el concepto de especialista. Son jugadores que sólo saben hacer una cosa, pero tan excepcionalmente bien, que son imprescindibles. Esto no ocurre en el fútbol. A no ser que nos refiramos a Sinisa Mihajlovic. El serbio no era técnico, ni rápido, ni fuerte, ni iba bien de cabeza para ser central. Pero de tirar faltas, sabía un rato. Hasta el punto de que tiene un récord personal que parece imbatible: tres goles de falta directa en un partido. Fue el 12 de diciembre de 1998. Su víctima, la Sampdoria, y más concretamente el pobre portero, Antonioli, que pasará a la historia por este dato. Uno tras otro, como si fueran penaltis. Es cierto que el primero entra con algo de suerte, pero los otros dos son señores golazos de sombrero, copa y puro. Mihajlovic nos dio aquel día una gran lección a todos: si haces una cosa bien, poténciala y aprovéchalo para triunfar. Y eso que estaba gordo, el muy canalla.

4. Gol de Palop de cabeza en el minuto 94 para forzar la prórroga

Igual no soy objetivo, porque desde años llevo un cromo de Andrés Palop en la cartera y creo que está entre los tres mejores porteros de España de la última década. Pero aportaré rigor científico en la rareza, que esta vez se enreda fantásticamente con la épica. La acción de subir el cancerbero a rematar un córner a la desesperada no es rara en el fútbol. Sirve como último cartucho. Eso sí, las veces en que algo positivo sale de ahí son escasísimas. Esta vez sí se juntaron los planetas. Fue en octavos de la Copa de la UEFA de 2007. El Sevilla perdía 2-1 en el minuto 94 contra el Shakhtar. Hubo un córner y Palop subió a intentar cazar algo, por si sonaba la flauta. Dicen que en esas situaciones, con el portero jodiendo por medio en el ataque, la defensa se descoloca, pues hay uno más por cubrir. Eso, o la suerte, hizo que el saque de Dani Alves impactara torpemente en la cabeza de Palop, que con poco garbo cabeceó y envió el balón a las mallas, entre lo heroico y la incredulidad (de ahí la celebración poco sofisticada que los metas hacen cuando marcan). Fue el gol de su vida, muy cinematográfico, muy a lo Oliver y Benji. El Sevilla forzó la prórroga y, luego, con el pelotazo de moral, no fue difícil vencer (3-2), pasar de eliminatoria y acabar ganando la competición; y encima con un paradón del propio Palop en la tanda de penaltis de la final, que fue algo así como cerrar el círculo de su gran gesta.

5. Palermo marca con los ligamentos rotos

No hemos contrastado mucho, pero diría que estamos ante un gol único en los 150 años de historia del fútbol. Aunque, si se trata de Martín Palermo, la cosa no es tan rara. El ‘Loco’ marcó el gol número 100 de su carrera con los ligamentos rotos, una de las lesiones más graves que puede sufrir un futbolista. Fue en 1999, en el Torneo Apertura, contra Colón. Martín estaba especialmente ansias ese día. Quería anotar la centena y, a pesar de que se había lesionado hacía un rato (en principio, la dolencia no parecía tan grave, y todavía podía arrastrarse por el campo, aun cojeando), quiso seguir en el terreno de juego. El balón le cayó en la frontal a Riquelme (hablamos de la Edad de Oro de Boca Júniors), que firmó un recorte y un pase en profundidad prodigioso. Cerca del punto de penalti, en plan ‘chupagol’, andaba Palermo. Armó como pudo la zurda mientras se apoyaba en una derecha con los cruzados hechos trizas y, de manera ortopédica (como jugó siempre Martín) chutó y el cuero, casi llorando, se fue a la red. Seguidamente, se retiró en camilla y estuvo seis meses de baja. Y aún alguno se preguntará por qué le llaman el ‘Loco’.

6. Un jeque de Kuwait baja al campo para protestar por una jugada

Este post le debe algo a ‘Tuercebotas’, un VHS de marcianadas en el campo donde encontramos la siguiente joya. Sucedió en el estadio Zorrilla de Valladolid, durante un Francia-Kuwait del Mundial de España, en 1982. Ganaban los galos 3-1, cómodamente, pues los árabes eran una banda, cuando un supuesto espectador hizo sonar un silbato en pleno ataque francés. Los kuwaitís se pararon, pensando que el árbitro había decretado fuera de juego (recuerden la gitanada similar que hizo el portero Pinto con el Barça) mientras que Francia, claro, acabó la jugada y marcó el 4-1. A las protestas lógicas de los jugadores le siguió un extremo algo más radical: se plantaron, enfadados cual chiquillos, siguiendo las indicaciones del jeque Fahad Al-Ahmed Al-Jaber Al-Sabah, hermano del emir de Kuwait y presidente de la Asociación de Fútbol, que veía el partido desde el palco. Lo siguiente ya transita entre ‘Aterriza como puedas’, Berlanga y Monty Python, y podríamos escribir durante años sobre ello: el jeque (con un aspecto físico muy de jeque clásico, de libro) bajando al terreno de juego a hacer su yihad, driblando a guardias civiles y periodistas hasta conseguir hablar con el árbitro para hacerle anular el gol. El pollo que se monta sobre el césped es multitudinario y el partido se para durante diez minutos. La rareza es de órdago: un jefe de estado rearbitrando un encuentro. Cuentan que luego el colegiado, un ucraniano, declararía que lo determinante fue haber visto brillar un cuchillo en la cintura del mandatario de Kuwait. Después, todo dio igual. Francia marcaría el definitivo 4-1 y el amigo Fahad fue asesinado por Irak durante la Guerra del Golfo Pérsico.

7. Maradona celebra un gol como entrenador tirándose en plancha 
Si bien es cierto que su carrera como técnico ha sido pésima, la historia también tiene un hueco reservado para Maradona en esta faceta. Fue el 10 de octubre del 2009. Diego Armando entrenaba a la selección argentina, que estaba a punto de no clasificarse para el Mundial. Y en el último suspiro, aparece (¡sorpresón!) Martín Palermo, quien marca el gol de la clasificación. Embutido en un chándal (¡lástima que no luciera traje y corbata!), y en un césped anegado por la intensa lluvia, Maradona no duda en celebrar el gol cual jugador juvenil, tirándose en plancha y resbalando unos metros en una escena épica que no desentonaría en una película de Michael Bay. Casi 100 quilos de entrenador empapado. El más eufórico de todo el país. Aquel día, Argentina volvió a ser un puño apretado. El barrilete cósmico había vuelto a volar.
8. Ramón Quiroga: el precursor de Higuita

Dicen los expertos en marketing que ser el primero en algo es la clave del éxito para ser recordado. Una máxima que tiene en el peruano Ramón “el loco” Quiroga su principal excepción. Todo el mundo recuerda a Higuita, ese arquero colombiano zumbado al que le gustaba jugar 35 metros alejado de su portería. Pues bien, muchos años antes, Quiroga ya hacía algo similar. De hecho, su caso es aún más esperpéntico, ya que si bien Higuita en el fondo actuaba como líbero del equipo, el peruano simplemente aparecía por ahí, como si anduviera despistado y al reaccionar se viese dentro del círculo central. Sin lecturas tácticas. Simplemente lo hacía y no hay explicación posible a su comportamiento. Las carcajadas de los comentaristas que lo vieron jugar aún resuenan, de vez en cuando, en mi cabeza.

9. Un árbitro manda repetir un penalti… ¡seis veces!

Hay reglas que nacieron con la desgracia de que jamás serán tomadas en serio. Forma parte de este grupo aquella que dice que un jugador no puede pisar el área mientras otro lanza un penalti. Que no deja de tener su lógica, aunque casi nadie la respete (a no ser que la violación sea demasiado obvia). Hasta que llegó un árbitro que decidió romper este pacto no escrito. Se desconocen muchos datos de la historia (entre ellos el nombre del insigne colegiado), pero la leyenda apunta que podría ser un amistoso entre Túnez y Serbia y Montenegro jugado hace unos diez años. Hay quien dice que el árbitro, de hecho, es tunecino (y por lo tanto perjudicó a su país). Poca broma: hasta seis veces hizo repetir el colegiado la pena máxima. Le daba igual que entrara (el jugador marcó cuatro, incluyendo el último) o fallara, que se protestase más o menos. ¿Respeto máximo ante las normas o ganas de tocar los cojones un rato? Difícil de decir. Eso sí, es divertido ver las caras de los jugadores (de ambos equipos) y muy fácil imaginar al árbitro pensando: “Por mis cojones que hasta que no se haga correctamente, de aquí no se va ni Dios”.  Y así fue. Cuenta otra leyenda que aquel día este noble juez tenía una cena con su suegra. Y aunque este dato reste epicidad a la historia, también la hace mucho más comprensible.

10. Palermo marca un gol de cabeza desde el centro del campo

Piensen ustedes en lo más inverosímil que puede llegar a suceder en un campo de fútbol. No se autoimpongan barreras y dejen fluir su mente al máximo. Les podemos asegurar que por mucho que se esfuercen, no lograrán imaginar algo que no haya logrado ya Martín Palermo. Nos movemos en el terreno de las chilenas desde fuera del área, de los goles con la nuca o con el culo, de las triples carambolas. Es decir, cualquier cosa que huela a locura. Una de sus últimas genialidades tuvo lugar en el 2009, en un partido contra Vélez Sarsfield. El portero Montoya despeja un balón sin la suficiente fuerza y el esférico no va más allá del medio campo. Y por allí, como quien no quiere la cosa, andaba Palermo. A 39 metros de distancia de la portería, y pese a que la pelota no se elevaba más de un metro del suelo, el ‘Loco’ coloca la cabeza de forma que la pelota coja fuerza y entre por el mismo centro de la portería. Palermo tejía así su última gran obra: el gol de cabeza desde el centro del campo. Pocas cosas le quedaban ya por hacer en un terreno de juego. Ya lo dijo durante la narración del gol el gran Víctor Hugo Morales: «Era lo único que te faltaba, Martín».

11. Pires y Henry hacen el ridículo en un penalti

Acaso dos de los jugadores más elegantes del fútbol reciente perpetraron una pantomima, un sonrojante borrón en sendas carreras impecables. Hay que estar muy seguro, mucho, para innovar en el lanzamiento de penalti. Ellos, en la época de aquel Arsenal genialmente jugón y de fútbol desprejuiciado, quisieron emular la mítica acción de Johan Cruyff, que en 1982 inventó algo nunca visto: el penalti indirecto. El recurso es tan insólito como legal y, en vez de disparar a meta, permite hacer un dos contra uno contra el portero y marcar, generalmente, a puerta vacía. Eso es la teoría. A la práctica, los franceses Robert Pires y Thierry Henry, dos cracks de toquecito delicatessen, no supieron entenderse en una jugada así de sencilla. Todo sale mal: Pires pisa el balón en lugar de darle (y ya no puede volver a golpear otra vez) y Henry llega tarde para intentar hacer algo. La jugada es un desconcierto, un despropósito asombroso. Cuando se dan cuenta, un defensa sale al quite y se lleva, tan pancho, el balón. Lo peor no es desperdiciar la clarísima ocasión de gol, sino la cara de gilipollas que se les queda. Y todavía protesta Pires al árbitro, alegando quién sabe qué, para ocultar el ridículo. Falta la pandereta, la música de circo, o Benny Hill corriendo por detrás en busca de enfermeras.

12. Ricardo, el portero que paró un penalti sin guantes

Ricardo siempre fue un portero sobrio, rígido, serio. Como su nombre. Uno de esos jugadores sin carisma alguno, que son borrados de nuestra memoria cinco minutos después de retirarse. Un Christanval, un Seitaridis, un Jaro, un Deus, para entendernos. Pero a este hombre de bien, padre de familia, que igual te cuelga un cuadro que te bloca un balón, se le cruzaron los cables. Fue el 26 de junio de 2004, en plena Eurocopa. Cuartos de final, Portugal-Inglaterra, tanda de penaltis, 5-5 en el marcador. Va a tirar Ashley Cole, y al bueno de Ricardo, sin ningún tipo de explicación, sin que nadie se lo pidiese, en la ida de olla más grande de todos los tiempos, se quita los guantes. Y, sea o no por esta tontería, para el penalti. Y para liarla todavía más (¡él que es un hombre cabal!) decide que también va a tirar la pena máxima. Y va el cabrón y la mete. Siempre se ha dicho que todos los porteros están un poco locos. Ricardo parecía ser la excepción a esta regla, pero al final no.

13. Milan: de señores a niñatos
Ganaba 2-0 el Milan al Barça en la Champions y el realizador nos regaló una imagen icónica de lo que es actualmente la plantilla italiana: el díscolo Balotelli y su cresta ingobernable pegando saltos en el palco con su novia, su compañero Robinho y más amigos. Celebraban la victoria no como futbolistas sino como jóvenes disolutos y despreocupados, rebeldes, en verdad ajenos al deporte. El Milan, que hace tiempo gastó señorío en Europa y hasta pecó de casta veterana, se ha convertido hoy en un grupete de niñatos, un nido de banda latina, negros desafiantes y pelambreras imposibles. El rejuvenecimiento que tanto se pedía al club de Berlusconi se ha hecho a base de fichar exotiqueces, portadores de peinados que retan a la física del remate de cabeza. Ahí está el egipcio El Shaarawy, el ghanés Kevin-Prince Boateng, el francés M’Baye Niang o el guineano Kevin Constant, que se añaden a Balotelli y Robinho, otros dos perlas. Échenle un ojo a sus fotos carnet por internet y, en legítimo uso del prejuicio, dígannos si no se cambiarían de acera al verles, o llamarían a la policía o a un correcional. La gracia viene cuando se imagina uno, en medio del vestuario polvorín, al pardillo y niño bueno Bojan, con una única duda: ¿Cuántas collejas se llevará cada día?

14. Palermo marca y se lesiona en la celebración para seis meses

A estas alturas de lista, qué decir del ubicuo Martín y de la dicha que nos ha regalado en sus años de carrera. Pues eso: el jugador más imprevisible de la historia reciente, tan desgraciado como espectacular, fue excéntrico una vez más, y muy a su pesar. Disputaba con el Villarreal un partido frente al Levante. Marcó (eso no era novedad) y fue a celebrarlo con los hinchas (eso era una temeridad). Se abrazó a ellos en la grada de gol y la valla que sostenía a la gente cedió con estrépito. ¿El resultado? La pierna de Palermo despachurrada en la doble fractura de tibia y peroné más kafkiana que se recuerda. Fue una acción penosa y llena de infortunio pero joder, es Palermo, es entrañable, y a nosotros, cuando pasan estas cosas en un campo y está por medio el delantero argentino, no podemos evitar la sonrisa, cuando no la carcajada. Entonces sí, todo nos cuadra, el universo se equilibra, y somos felices.

raúl y Withor