Ahora que la Marvel hace sus propias pelis su inacabable universo está más de moda que nunca. En estos mismos momentos legiones de ejecutivos rebuscan el próximo héroe que llevar a las pantallas, por desconocido que sea. Yo, que gusto del lado chungo y algo cafre de la vida, vuelvo a mirar con cariño un par de las cintas marvelitas menos familiares y me imagino una especie de proyecto Vengadores macarra que nunca llegará a ser.

Tengo mis simpatías por el cómic de superhéroes americano, sus coloridos personajes y sus desmanes más descacharrantes, pero nunca han sido mis viñetas favoritas. Vamos, que ni soy ultrafán ni experto ni mucho menos purista. El universo Marvel, además, lo tengo muy filtrado por juegos nipones de tortas, así que tal vez por eso me vale todo un poco mientras haya estopa y diversión. Y por eso mismo siempre he aplaudido a los personajes más barriobajeros y animales de la Casa de las Ideas.

Y es que no todo en la Marvel son defensores de la justicia noblones, científicos superdotados, dioses buenos o soldados perfectos. También hay un lado callejero, monstruoso y grotesco, poblado por vigilantes urbanos, demonios, vampiros, espectros, magos, abominaciones, chinos con máscaras y negratas licenciados en la universidad de la vida. La galería más peleona de Cuarto Milenio. Puro tronío.

Precisamente fue uno de esos chungazos el que reanimó la cosa del cine-cómic: el duro e imponente Blade, cazador de vampiros exploitation y marca de tercera o cuarta en la editorial norteamericana que lo petó en las pantallas allá por 1998. Yo lo conocía por los dibujos de Spider-man de los 90 (junto a los de los X-Men, mi fuente de sabiduría marvelita) como ese tío que va con un motarrón por los tejados de Nueva York: todo molonismo. Y así llegó al cine, dopado de presencia, actitud y un tono «muy de cómic».

Ahora nos reímos de Blade, «qué flipao, jeje, cine cutre, qué risa, pavo», pero en su estreno bien se nos cayeron las noblezas con su ultraacción, sus raves sangrientas (¡legendario arranque!) y su brutalidad gótico-bakala. ‘Blade’ puso al personaje en primera línea y contribuyó al nuevo cine de acción (los Wachowski la repasaban sin cesar mientras preparaban ‘Matrix’). No se engañen: el Daywalker estuvo ahí antes que los X-Men, Spider-man y los Vengadores, y su primera cinta aguanta el tipo mucho mejor de lo que parece.

Gran parte de su éxito se debe a haber clavado el cásting y la caracterización del héroe, que de eso ha ido siempre el asunto del cómic: personajes icónicos, insignias, más grandes que la vida y reconocibles al instante. Acierten el actor y tendrán más de media peli ganada: Robert Downey Jr., Hugh Jackman, Chris Evans, Christian Bale, Patrick Stewart, Michael Fassbender… Pues ya me dirán si pueden imaginar otro Blade que no sea Wesley Snipes.

Tampoco podría imaginar otro Frank Castle que no sea Ray Stevenson, el actor que interpretó al personaje en ‘Punisher: War Zone’. Con esta cinta, la Marvel inauguró Marvel Knights, un intento por meterse de verdad en el cine R y bruto y dar entidad al lado buscabullas del que hablo. La peli fue machacada por hacer lo que tocaba: subir el volumen, amplificar la violencia, utilizar un Nueva York decadente y nocturno, albergar villanos desfasados y, en general, ser una cinta de Charles Bronson pasada por el filtro Marvel. ¿Qué otra peli iban a hacer de Punisher, el justiciero que destaca por masacrar a los criminales?

Pese a sus problemas, es más que disfrutable si uno acepta su pacto, tanto o más que ‘Blade’ y fácilmente más burra y dinamitera. De nuevo, varios puntos vienen del acertadísimo cásting del héroe: Ray Stevenson es Frank Castle y se lo cree: corpulento, contundente, violento, taciturno, imparable, furioso, cruel, extremo en su escala moral, atormentado y humano sin caer en el coñazo de la falsa profundidad. Un gustazo verlo.

Si ‘Blade’ y ‘Punisher: War Zone’ aciertan en niquelar a sus héroes y crecen gracias a ello, ‘Ghost Rider’ y su secuela, ‘Spirit of Vengeance’, pinchan justo ahí. Joder: Nicolas Cage de motero, con la piel de castor adornando su calva cabeza y haciendo cucamonas… como dijo el amigo Joan Pons: ¿de verdad alguien quiere ver eso? Una lástima, porque la segunda entrega demuestra intenciones y acierta con el diseño del alter ego demoníaco, pero la cabrona consigue ser aún peor que su predecesora. Y fue la segunda (y hasta la fecha, última) peli de Marvel Knights, así que el experimento no pinta bien.

Putada, porque como les venía diciendo el lado chungo de la Marvel da para un cine muy de pasarlo bien. Ahora su división cinematográfica prepara la adaptación de ‘Dr. Strange’, el mago lisérgico, y tal vez de Black Panther, el rey africano amplificado por drogas chamánicas, y ya se ve venir que ambos irán para ‘Vengadores 2’, cuando su sitio está entre los descastados y los marginales.

Hago un repaso y se me ocurren tela de candidatos a engrosar los Marvel Knights: Man-Thing, el hombre-monstruo del pantano de raíces lovecraftianas, Moon Knight, el mercenario resucitado en una tumba egipcia que tiene no doble sino cuádruple identidad, Luke Cage, el pandillero ex-convicto con piel de acero, su colega Iron Fist, experto en kung-fu interdimensional… Como es normal en la editorial, todos ellos han coincidido varias veces en grupos como «los Hijos de la Medianoche», aliándose o dándose de hostias. Precedentes hay, su reunión en cines sería cómoda a nivel narrativo y tonal.

Podría pasar. La Marvel recuperó no hace mucho los derechos de Blade y Punisher; aunque quieran llevarlos a su terreno y desmarcarse de adaptaciones previas, sería un error no contar con los actores que los han hecho grandes. Snipes sigue hablando de retomar al cazavampiros y saldrá pronto de la cárcel (está allí por evasión de impuestos) y Stevenson ha llegado a reunirse con los jefazos para volver a interpretar a Castle. Si quieren hacer algo con los derechos recuperados es más fácil jugársela a una peli que a dos.

A partir de ahí, no es difícil sumar otras criaturas. Sony sigue teniendo los derechos del Motorista Fantasma, pero viendo los dos desastres no es de extrañar que pague por devolverlos. Fichen a otro actor para el motorista (como han hecho con Hulk), súmenlo al cazavampiros y al vigilante, presenten a un par de miembros nuevos como Man-Thing y Luke Cage, pongan al Nick Fury de Samuel L. Jackson como nexo (maldición, si por estética, personalidad e intérprete encaja aquí mejor que en ningún sitio) y ya tienen paquete: el otro equipo de la Marvel, el crossover underground. Lo petaría en Sitges.

De villanos pueden tener a Morbius, el vampiro viviente de origen trágico que acabaría uniéndose a los buenos, al optimista Barracuda, una máquina de matar imparable, al espectro Zarathos, mitad malvada del motorista, al gran capo criminal Kingpin, manipulador y expansivo… gente a la que atollinar no faltaría nunca, así que por eso no será.

Ésta es la peli de monstruos barriobajera que la Marvel nunca hará. Al menos en nuestro universo, nuestra línea temporal o nuestro reino cósmico, pero un hombre puede soñar. Mientras tanto, me conformaré con las olvidadas y menospreciadas ‘Blade’ y ‘Punisher: War Zone’. Con ver a esos dos cafres repartir palos mientras me digo que sí, que los héroes que salvan el mundo de día están muy bien, pero que los que lo hacen de noche tienen más vigor y menos escrúpulos. Y que, tratándose de cómics, molan más las decapitaciones que el prestigio.

@VtheWanderer