Una sirena o una felatriz, la angustia de sentirse varado lejos de los sueños propios o la sordidez del sexo oral: ustedes eligen. Si la belleza está en los ojos del que mira, nos podemos poner radicalmente semióticos y decir que también lo está el significado. Y así, con tanta barra libre, lo mismo podemos afirmar que ‘Sirena varada’ habla de una mamada o que el ‘Aserejé’ esconde una soterrada invocación satánica.

La función principal de nuestro cerebro es reconocer patrones, y lo hace, además, de manera obsesiva: una vez que decidamos buscar espirales, no dejaremos de verlas. Ya saben de qué les hablo. Con esa peligrosa capacidad razonadora, la conexión de dos ideas puede dar luz nueva a todas las frases de un tema.

Pone título a este artículo una anécdota protagonizada por nuestra amiga Asun en los días de universidad: casi como quien comparte un mensaje secreto y revelado, declamó: «Sirena Varada va de una mamada», y acto seguido pasó a desgranar los argumentos que sostenían su afirmación. Que si las «encías ensangrentadas», que si el «mordisco», que si «enredado entre algas»… Creo recordar que el «mendigo» era una alusión al falo.

Hay casos y casos: no es lo mismo intentar desentrañar las letras de Héroes del Silencio que, por ejemplo, las de Bisbal. Hay músicos opacos, crípticos, que juegan a hipnotizar con ese misterio. O tal vez mezclen conceptos que les son sugerentes, sin más nexo que esa mistérica atracción que les atrapa a ellos antes que a nadie. No me hagan un desglose literal de ‘Fake Plastic Trees’ o ‘Karma Police’, vamos.

Luego está la mención, el detalle autobiográfico reservado a los doctos que hace encajar las piezas. El amigo anarquista y suicida de Thom Yorke si lo hubiere, el ‘ángel Simón’ de Nacho Vegas que resulta ser su padre, la ‘Puta desagradecida’ de Bunbury que, dicen, no es otra que Eva Amaral robándole el telonaje de Dylan.

Y la droga, eterna metáfora, eterno tema oculto (o no) de mil composiciones. Lo puedo creer de ‘Blanca’ (de nuevo, Nacho Vegas), con su doble sentido flotando en la superfície, pero que me lo cuenten de ‘La mataré’, de Loquillo, se me hace más difícil de tragar.

La droga, siempre la droga. Venga hombre. Hablan de la droga ‘White Rabbit’ de Jefferson Airplane y ‘Space Oddity’ de Bowie, ‘Heron Blue’ de Sun Kil Moon y ‘Heroína’ de Los Calis. Bueno, esta última sí. Y, bien pensado, ‘Cómo me pica la nariz’ de Miliki podría no ser tan inocente.

Tal vez mi caso favorito, por desmesurado, laborioso y convencido, sea la presunta muerte de Paul McCartney, que los Beatles ocultaron al público pero reconstruyeron en sus canciones: juntando frases al azar de ‘A Day in the Life’, ‘Revolution 9’, ‘She’s Leaving Home’ y ‘Lady Madonna’ nos enteramos de que tuvo un accidente de coche y estiró la pata. Todo tan bien construido, tan lógico, que supone un monumento al trabajo colectivo y la capacidad lógica de nuestras neuronas.

Si Paul está muerto, si Bunbury nos cuenta cómo se la chupan con exceso de poesía o si ‘No Surprises’ se canta desde un ataúd, ustedes deciden. Y si los datos objetivos niegan su versión, dénles la espalda y reafírmense. El significado se negocia entre autor y lector, la construcción es un proceso. O lo que es lo mismo: quien manda paga, y el gato es mío y me lo follo cuando quiero.

V the Wanderer