Tres canciones, 249: La elección de Raúl

MISSTRESS BARBARA – THE RIGHT TIME

Últimamente he dejado mi especialización periodística en crónicas de colombicultura y me he encaminado (descarriado) hacia la necrológica del ocio nocturno. Es cerrar un garito e irme a glosar las vanas aventuras en él, lo bueno que era aunque ya hiciera siglos que no fuera. Entro, pues, en terreno peligroso, por la demagogia, por la pantanosa nostalgia de las batallitas, de las que, al menos, hay que intentar huir, aunque no se logre. Volví a escribir un obituario en el periódico, esta vez acerca de Pachá, la discoteca de La Pineda que cerrará sus puertas el año que viene. Procuré no caer en el populismo (todo el mundo tendrá su historia que rescatar, domingos por la tarde incluidos) y centrarme en dos detalles: para mí Pachá, antes que todo, fueron esas dos luces en el cielo de Salou y Tarragona, dos haces azules que se cruzaban nerviosos y que contribuían a alimentar la magnitud de la fiesta que se cocía allí dentro, en la nave. ¿Es un Ovni? No, son las luces de Pachá, se decía.

Antes que las dos salas (la pachanga, un aperitivo, y la de artillería buena, de madrugada), Pachá fue en su periferia también el parking, un lugar social, un Las Vegas: lo que pasa en el aparcamiento de Pachá se quedaba allí, generalmente porque luego no era fácil, según la francachela en los glóbulos rojos, pasar la criba de seguridad. Apenas tengo recuerdos musicales concretos, quizás porque la importancia del dj fue siempre muy relativa y porque todo allí era un continuum de remixes, así que por eso rescato una anécdota, el segundo detalle que quería comentar: en un Halloween con invitados de alta alcurnia catódica, Adri cogió por banda al mismísimo Dioni, que había bajado a la pista vestido de preso, y le hizo, en plan Ana Pastor, la pregunta del millón, nunca mejor dicho: ¿Dónde guardaba el dinero?. Respondió él, subiéndose otra vez al podio donde tenía que hacer el paripé: «¡No se lo dije a la policía y te lo voy a decir a ti!».

Con ese bagaje musical del lugar tan liviano y poco académico, entenderán que cualquier tema será bueno para ambientar todo esto. Confío en que dé igual, porque no había tampoco demasiado rigor a la hora de sacar a pasear en plena arena y en mitad del voltaje sónico el papelajo de ‘temazo’ escrito para la ocasión, sonara lo que sonara; lugares comunes del house. Y ya lo dejo, que me saliva el colmillo ante el próximo local que chape y quede presto para que venga yo a abuelizarme y a verter loas post-mortem a los cadáveres arquitectónicos de la macrofiesta.