Escondemos las cervezas junto a la valla que, ahora sí, ya sin alcohol en las manos, se desplaza tal que puerta rudimentaria junto al escenario para franquearnos el paso al backstage. La pulserita amarilla nos concede ese privilegio pero no el de todos los gastos pagados en el recinto (a disfrutar en una maja barra libre) como si esto fuera un fabuloso resort de Playa Bávaro, recuerda Aranda.

Paseamos por una explanada de pinos, entre lavabos, carpas que hacen de camerinos, barra de bar, mesas y un séquito de vehículos varios que dan fe del despliegue. Despliegue sí, pero castizo, con un puntito de fiesta mayor desierta, y moviéndonos, pese a todo, en la cosa alternativa. El escenario se queda atrás. Napoleón Solo, la enésima banda de rock independiente (el otro día vi salir cuatro grupos así debajo de una piedra, todo sea para llenar los festivales de verano), tocan como teloneros y el cantante, con pelo Fellaini, tensa sus cuerdas vocales con falsete. Cuenta atrás para Los Planetas, que van tarde y aún no han llegado, pero de pronto ingresa en el complejo una furgoneta con la puerta corredera abierta y ahí están, los granadinos, que ya revolotean por un camerino con el mismo glamour de un Seat Panda.

Hay poca gente, algo de prensa y triviales peleíllas por entrevistar al huidizo J. Es reacio a las entrevistas y alérgico a la manipulación que los titulares hacen de sus palabras. Parece que hoy viene de buenas y acepta una breve charla sólo con una tele y un micro de una radio camuflado. Pero luego el gran J mientras curiosea el lugar, se hace algunas fotos. Ahí le cogemos, con su rostro de chivo endemoniado y patillas como arbustos, retratado con cara de ‘qué coñazo, los fans’, pero correcto y formal, aunque seguramente algo harto del mesianismo que despierta.

No me atrevo a decirle nada. Ni le toco. Luego dirá en el concierto que en Cambrils, con 12 años, besó por primera vez a una chica. Luego se paseará perplejo cerveza en mano por el lateral del escenario para ver pegar brincos a Eels Pynoo, la cantante torbellino rubio platino de Vive la Fête. Quiero foto con Eric, el batería de Los Planetas, pero no le encuentro.

He estado con J hasta las tres…

Tienen mucha mítica, aunque un backstage no es para tanto. La leyenda de drogas y excesos, si fuere verdad, se lleva con discreción y tampoco es un lugar con prisas, walkie-talkies, road mánagers de los nervios y caviar beluga en las bandejas. Canta Quique González que en un sitio así puedes llegar a sentirte muy solo. En el catering se adivinan algunas cenas, vino y coca-colas. Pero tampoco imperan los parámetros habituales, más aún si la noche se tuerce hacia el pantanoso surrealismo.

Vive la Fête están locos. Primero salen todos con pelucas en plan Robert Smith. La chica, acaso objeto de las miradas (¿lascivas?) de J, canta en bragas y descalza, tiene una voz limitada pero es una atleta de maratón en el baile. Pero como la energía se agota o quizás esté a media jornada en la banda, la muchacha se retira y allí se quedan los belgas, calzándose un largo pasaje instrumental bailable, festivo, liviano, puro electrorock para bailar sobre la arena.

Se les empieza a ir la fresa. Se intercambian los instrumentos como un juego, empatizan con el público, que se arremolina en primera fila. Un joven sube y empieza a tocar la batería, dignamente, y una chica espontánea agarra el micro, en tremendo delirio para la afición, que vibra y se deja llevar ante este final desinhibido y paroxista de querencia punk. Dancepunk. Cambripunk.

«Los Planetas, eclipsados por Vive la Fête», titular de payaso graciosillo

Luego, regreso a la rebotica, y allí termino por desubicarme. Ambicionamos una foto con la tipa, esta Lady Gaga underground, pero está recluida en su camerino, dice que sale en media hora. Los que sí aparecen son sus compañeros. El teclista conversa tranquilo, le da su mail a Cano para que le envíe las fotos del concierto y dribla como puede el acoso de alguna chica que el alcohol ha transfigurado en groupie. La cantante sale escopeteada, imposible retratarse con ella, y va sola al hotel en furgoneta, dejando al grupo allí, en plan diva folclórica un poquito endiosada.

Las tantas. Los pipas llevan rato recogiendo bártulos en el escenario y no encuentro a Eric, aunque nos dicen que Los Planetas han estado hasta hace poco tomando cosas en la barra de bar de este backstage. En mi cabeza gira vaporosa la canción ‘Nunca me entero de nada’. Me identifico un poco. Hace un buen rato que no sé qué pinto aquí. Son ya las cuatro de la mañana y estoy hecho polvo.

raúl