Cada vez que voy a la ópera le doy vueltas a la idea del Arte Total, un concepto que se ha convertido en lugar común en toda conversación sobre el tema, del mismo modo que los metaleros repiten como axioma que las mejores baladas son de grupos heavy. El sintagma es fuerte y tentador y por ello se suele exportar a formas de cultura pop en aparente necesidad de legitimidad (todavía un poco el cine, ahora mucho los videojuegos), y además favorece la clase de afirmaciones tajantes que tanto gustan a los periodistas y a los fans. El Arte Total se convierte así en un concepto matemático, de rendimiento y cantidades, muy en la línea de esa crítica que hace de los decimales su bandera. Vamos a intentar ponerle matices.

Volvamos a la raíz, a la ópera. Como todo apriorismo y verdad del saber popular, el uso común del término simplifica y malinterpreta su sentido original: la ópera no es la suma armónica y en igual proporción de todas las artes sino un género musical que se sirve de todas las artes. Yo, que suelo disfrutarla entrando en ella desde su puesta en escena y su movimiento, he de admitirlo: la música manda. Y, además, es bueno que así sea. Por otra parte, no ponerle matices al Arte Total entraña otro riesgo más grave: olvidar que todo arte se define en buena medida por sus huecos.

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Cuando Wagner hablaba de Gesamtkunstwerk (y aquí obviamos sus aristas sociológicas: el arte como superación de la religión y la filosofía, la estética como base de la humanidad) lo hacía para proponer una forma que no sólo combinase la música, el teatro y las artes plásticas sino que además les otorgase la misma importancia. Wagner quiso recuperar, con un modo muy personal de entender el género, la concepción totalizadora del teatro griego. Quería drama por encima de virtuosismo y forma, quería un sentido de la tragedia que se extendiese a la vida y al mundo. Ahora, muchos de los que lo citamos solemos caer en la trampa de referirnos a una forma que integra a todas las demás, que las aprovecha para ser más completa que todas ellas. En realidad no hablamos de Arte Total sino de Arte Completo, algo que es imposible.

Lo que molestaba a Wagner no era tanto la incompleción como la falta de entendimiento entre las artes, que la música eclipsara lo poético y lo escénico y, sobre todo, que el efectismo musical se pusiera por delante del drama. Su Gesamtkunstwerk era una crítica a la ópera existente; por lo tanto, leer el género como Arte innatamente Total es contradecir la propuesta. En La obra de arte del futuro, Wagner lamentaba que la música operática se formaba de piezas vocales que eran «una forma completa para sí misma», apenas conectadas a las otras, escritas para el lucimiento técnico. Una vez hubo conquistado esta intención dramática relajó sus propuestas, admitiendo en sus composiciones tardías el papel central de la música. Wagner quería unidad artística al servicio del drama (la poética, a fin de cuentas, había de ser el faro del hombre) y ésa fue su gran aportación al género.

Armory+Alfredo+Jaar,+Gesamtkunstwerk,+1988,+Lia+Rumma+Gallery

La idea superficial de Obra de Arte Total, no obstante, caló en el imaginario colectivo y se convirtió en una aspiración impuesta a toda forma nueva: como ya he dicho, se ha usado para el cine y se está usando para el videojuego. Cada nuevo arte se ubica, de manera forzada, en una genealogía evolutiva que lleva implícita la superación lineal: a la fotografía le falta algo que el cine proporciona y a éste le falta otra cosa que aportará el videojuego, y así sucesivamente. Se ignora de este modo que las artes no aparecen ni existen en orden sino que co-existen y se alimentan entre ellas, que dialogan y crecen cuando chocan sus límites. Hablar de Gesamtkunstwerk puede resultar útil si se entienden los usos y matices del término, pero a mí me espanta por dos motivos: primero, suelo huir de lo «total», lo «definitivo» y lo «completo» (sólo cree estar frente a lo completo el que ignora lo que le falta por saber) y segundo, creo que no existe una experiencia artística única. Lo que me ofrece la ópera no es una versión más o menos completa de lo que me ofrece una novela, o una película, o un juego. El medio afecta a la forma pero no podemos guiarnos por un determinismo medial absolutista, o acabaremos vomitando esos axiomas tontos de que «el libro es mejor que la película» o «las series son el nuevo cine».

Gesam_Kuntzwerk

Pensemos, pues, que no existe el Arte Completo, no existe forma que sea capaz de cubrir con sus códigos todo lo que se propone, y que la ópera como Arte Total se define por su unidad de intención y de recursos, por utilizar varias formas para sustentar su pilar principal (la música) sobre ellas. Pensemos, sobre todo, que es bueno que a una obra de arte le falte algo. La potencia expresiva del cómic está en cómo sugiere movimiento y paso del tiempo, en cómo nos hace reconstruirlo. El cine siempre construye un contracampo. El videojuego utiliza lo que no podemos hacer, las fronteras de la interactividad. Las artes escénicas están atadas a la escena, al ahora. El límite es como el mar: a la vez barrera y casilla de salida, invitación a ir más allá. Darnos cuenta de esto será más sano para nuestras exigencias y nos ayudará a entender que en esos huecos y vacíos encontramos puntos de contacto con lo inefable. El arte (sea lo que sea; nunca voy a entrar a definirlo) nos acerca a aquello que no se puede nombrar, que no puede acabar de tomar forma. El arte no cristaliza aquello a lo que realmente se refiere. Una obra de arte, aunque se pretenda Total, nunca puede ser completa: si lo fuera, no habría sitio para lo poético, para el drama. No habría espacio para los espectadores mismos. ¿Dónde queda el arte en eso?

@VtheWanderer