«No quería componer otro Quijote —lo cual es fácil— sino el Quijote. Inútil agregar que no encaró nunca una transcripción mecánica del original; no se proponía copiarlo. Su admirable ambición era producir unas páginas que coincidieran palabra por palabra y línea por línea  con las de Miguel de Cervantes.»

Jorge Luis Borges («Pierre Menard, autor del Quijote«)

Si intentasen ustedes escuchar a los Beatles en esa revolución que es Spotify, se encontrarían una decepcionante sorpresa: ¡no están! ¡Ni rastro de los de Liverpool! Sin embargo, no todo está perdido: ahí tenemos a The Beatles Tribute Band, una formación que se vanagloria de ser la reconstrucción, sonora y estética, más conseguida de los Fab Four. ¡Hasta los instrumentos y los amplificadores son los originales!

No vamos a negar la labor evangelizadora y (casi, casi) democrática de estas bandas tributo. Pongan que tienen ustedes ganas de ver a los faraónicos U2 en vivo, pero el presupuesto no les alcanza para pagarles escenarios giratorios ni conexiones con el espacio: pues ahí tienen los españoles Please, sonando igual (de bien o de mal, ustedes deciden) por muchos menos euros.

Estas mímesis se me antojan algo tétricas, excesivamente preocupadas por la repetición de tal o cual gesto, de este o aquel atuendo, de ese setlist legendario, pero también ofrecen servicios asombrosos: ¿de qué otra manera íbamos a poder asistir a un concierto de Lynyrd Skynyrd que no fuera a través de sus trasuntos Skinny Molly?

Tras los Molly está Mike Estes, guitarrista y cantante que pasó por la formación de, esta vez sí, los originales Lynyrd. O sea, que algo de derecho tiene: si Queen fichan a Paul Rodgers para poder seguir pisando las tablas, Estes hace lo propio pero con una plantilla mayor. Y así, de paso, sigue ganándose las habichuelas.

El noble oficio de ejercer de espejo, con su maniático recreacionismo, nos vuelve a remitir a eso que tanto me gusta: el lado mileurista de la música, enriquecido y magnificado esta vez por la condición de fan. Obsesión llevada al límite de lo esquizofrénico, superposición con el modelo aspiracional tal vez poco sana, sí, pero quizá más satisfactoria. Hacer música para revivir y prolongar la música que nos gusta, ¿no suena eso romántico?

También puede servir el tributo para hacer apostolado de otra clase: de un estilo o un instrumento en concreto, por ejemplo. Que quieren popularizar ustedes el oboé o la zanfoña, pues nada mejor que tocar con ellos  piezas conocidas que les darán visibilidad y, además, alguna que otra venta.

Valgan dos ejemplos: el Vitamin String Quartet, que lo mismo le dan a Michael Jackson, Linkin Park, Green Day, la banda sonora de la saga ‘Twilight’ o los melocotonazos de los ‘Rock Band’; y las versiones de Radiohead, Coldplay o Muse, en clave de ¡nana! perpetradas por, al menos, un par de bandas: Twinkle Twinkle Little Rock Star y Rockabye Baby!

Entramos ya en la reinterpretación, la perversión: terreno mucho más estimulante y fértil que las anquilosadas máquinas de clonar con las que abríamos. El último paso es abrazar la endogamia: músicos homenajeando a músicos, nombres de primer nivel alimentando (y alimentados por) el material de otros.

Se me ocurren muchos casos, como ese ‘We All Love Ennio Morricone’ que reunió a Springsteen, Quincy Jones, Andrea Bocelli, Vanessa and the O’s, Yo-Yo Ma, Metallica, Céline Dion o Dulce Pontes. Una sarta de oportunidades perdidas, de sombras insípidas de los originales, que sólo valdría destacar por su intrahistoria: Metallica y Springsteen compitieron por un Grammy por versionar, respectivamente, ‘The Ecstasy of Gold’ y ‘Once Upon a Time in the West’. Ganó Springsteen.

Con nombres menos conocidos pero resultados ligeramente superiores tenemos ‘Exit Music: Songs With Radio Heads’. Terrible título para rendir tributo a los de Yorke, que recuperaría principalmente por ese ‘Paranoid Android’ filtrado por la australiana Sia; denso, acuático, frágil, maravillosamente llorado.

Cuesta ir más allá de la anécdota, producir un álbum a la altura de los implicados, pero no es imposible: así lo demuestra ‘We’re a Happy Family’, dignísimo aplauso de la profesión a los fundacionales Ramones. El listado es de lujo: Red Hot Chili Peppers, Eddie Vedder, KISS, Marylin Manson, Green Day, Rancid, Tom Waits… Y, además, se nota la sincera voluntad de rendir homenaje, el calor del agradecimiento de aquellos que recogieron el testigo.

Se dice que todo músico empieza copiando a sus ídolos; unos se quedarán ahí, otros emprenderán su camino y algún día agradecerán a sus precursores, otros pretenderán subir posiciones a base de repetir los temas de otros… Al final, quiero pensar, lo que nos mueve a todos es un amor desmesurado al medio, a las obras, unas ganas de hacerlas nuestras a base de tocarlas o de escribir sobre ellas, de cantar el ‘Gracias por la música’ a pleno pulmón, de sonreír y sentirnos más ricos. Pues ahí queda nuestro tributo.

V the Wanderer