Periodista de formación, publicista de profesión y moderna de espíritu, a la distancia adecuada para reírse del gafapastismo cultureta o del nihilismo underground. Ella se reconoce dentro de todo eso y se chotea, pues también se sabe de pueblo y se sintió ‘jaimita’ cuando cambió su Reus natal por Madrid.

Plasmó la vivencia en ‘Soy de pueblo’, un cómic a pachas con Marta Rabadán que ha arrasado, en parte gracias al rebufo de Internet (buceen en el blog ‘modernadepueblo.com’). De entrada, le ha abierto las puertas para colaborar en ‘El Jueves’. Ya preparan una segunda parte del libro. Para guiarnos por todo esto: sobrevuela implícita la sombra de Beigbeder, el último grito de la indietrónica o las viñetas de Juanjo Sáez que le fascinaron en la habitación de una compañera de piso.

Leo a Bukowski y me gusta Lars Von Trier. ¿Ya no hay vuelta atrás?

Totalmente… En realidad, por que te guste no pasa nada, pero nosotros hablamos del postureo del moderno, de decir que te gusta Lars Von Trier por quedar bien. De la misma forma en que nos gustan cosas culturetas, luego nos encanta una peli súper comercial que sacan romántica en diciembre y un grupo que sale por los 40.

Hay que confesarlo, salir del armario.

Cuando vienes aquí a Madrid ves que hay gente que está presionada por dar una cierta imagen… que tampoco es real. A veces no todos los gustos los elegimos nosotros. Hay gente que se esconde, que se avergüenza, que te lo dice como una confidencia. Y tú también lo acabas haciendo. Interpretas a ese personaje que se desahoga y dice: ‘No tengo que estar todo el día hablando de Lars Von Trier. Puedo decir que no me gusta su última película. Voy a decir que me encanta Shakira y no va a pasar nada. El mundo va a seguir girando’. En el fondo, todos tenemos nuestros secretos. Es una chorrada que no debería ser así. No es tan grave reconocerlo.

Raquel (izquierda), junto con Marta Rabadán y la criatura ‘Soy de pueblo’

¿Cómo se identifica a un moderno?

Vas por la playa y ves a una persona que sólo lleva un bikini, unas Rayban y un reloj Casio. Ya está. No hace falta nada más. Es un moderno de pueblo.

¿Cómo sobrevive alguien de pueblo (Reus, ejem) en Madrid?

A nivel económico, con dificultades, como todo el mundo, aunque no seas de pueblo. A nivel personal, al principio es un poco la aventura de cada día. Luego lo vas cotidianizando. Te acostumbras a las situaciones que al principio te parecían insólitas.

¿Se siente uno como Paco Martínez Soria en ‘La ciudad no es para mí’?

(Risas). Un poco sí pero eso se suple con las ganas que tienes de ir. Deseas ir a vivir fuera, a un sitio con más oportunidades. Te esfuerzas en encajar ahí.

¿Es difícil?

Depende. En realidad no tienes que encajar tanto. En la gran ciudad hay gente de todo tipo. Es como en el patio del colegio. Debes intentar ser tú mismo. No hay ningún problema porque aquí lo que manda es la diversidad, incluida la convivencia con la gente extraña.

¿‘Moderna de pueblo’ es un álter ego de Raquel?

Me siento identificada pero no todo lo que le pasa al personaje es cierto. Si he vivido situaciones ridículas en primera persona, las pongo. Te pasa a ti, a tus amigos… No escribo sólo lo que me pasa a mí.

¿Y el toque retro, con esos años 80 que no paran de volver?

Está muy de moda lo vintage… esas tiendas en las que parece que haya muerto alguien, donde huele todo rarísimo y encima la ropa es vieja. Se ha puesto de moda. Como modernas de pueblo que somos, nos apuntamos a todo. Somos todos muy influenciables. A veces llevamos cosas que seguro que son horrendas y ni nos damos cuenta. O miras hacia atrás y dices: ‘¿Cómo pude llevar esto puesto?’. Cuando mi abuela me dice: ‘¡Qué moderna que vas!’ , quiere decir en realidad: ‘qué feo’, o ‘qué raro’.

Ser moderno es muy cansado.

Moderno de pose debe ser súper cansado. Te obliga a retener mucha información. Para ser respetado, tienes que saber el año en que nació el bajista de tal grupo, las guitarras que colecciona en su casa, la discografía entera… Requiere mucha cultura. Yo no puedo. Aunque te leas la Rockdelux cada día, y la MondoSonoro, y consultes cada día los mil blogs que hay por ahí… Le preguntas a esa gente: ‘¿Qué haces aparte de eso? ¿Vives?’ Porque luego, además, les ves siempre de fiesta… ¿De dónde sacan el tiempo?.

Raquel Córcoles (Reus, 1986), moderna de pueblo, antigua de ciudad o todo lo contrario

Confiesa un vicio moderno.

La pasión del Mac. Empiezas con el Ipod, sigues con el portátil, luego el ordenador de mesa, más tarde quieres comprarte el Iphone y si no lo tienes es imperdonable. Me peleo con las compañías telefónicas para ver quién me lo da. Y tomar té. Es una costumbre que yo relaciono con la modernez. Lo he adquirido luego, porque en mi casa era de café.

Confiesa un vicio de pueblo.

Las recomendaciones de tu madre, que te habla por teléfono mientras compras en el súper, y te dice que te lleves una marca exacta de lo que sea. Y mirar mucho a la gente a la cara. A mí me encanta mirar a la gente. Aquí, en Madrid, llegas y nadie te mira. Ellos van a su bola. En cambio, en el pueblo levantas la cabeza y miras a la gente.

Vives en Malasaña, antes epicentro del rock y ahora barrio de lo más ‘in’.

Era un reto vivir aquí. ¡Tengo que estar en el meollo! ¡Era imperdonable vivir a cinco paradas de metro! Cada vez me he ido acercando más, hasta que por fin vivo en Malasaña.

Hasta os han invitado al FIB.

¡Aquello fue un mail bomba!. Parecía que nos habían dado un Óscar. Nunca había ido porque no tenía dinero para comprar el abono y tampoco había tenido vacaciones. Yo en el libro hablaba del FIB sin haber estado nunca. Fue muy bien. Nos dieron pases VIP ¡y entonces sí que parecíamos de pueblo! Ahí se nos veía a la lengua. Estaba todo el mundo en los lounge (no sé ni pronunciarlo) y al final nos hicimos amigas de los seguratas. Eran con los que más encajábamos. Fue muy divertido.

¿En Reus se enfadan cuando dices que eres de pueblo?

Sííí, ¡claro! Me dicen: ‘¡Si Reus no es un pueblo!’. Y digo, a ver… Digo que soy de pueblo como una actitud de vida, de hacer el ridículo constante y no encajar en ningún sitio. Alguien de Madrid o Barcelona que se vaya a Londres se va a sentir de pueblo. Es sentirse de tus orígenes, no encajar en un lugar nuevo.

¿Hay algo más moderno que trabajar en publicidad?

Claro que no. Cuando te relacionas con estas profesiones, aún ves la modernidad más patente. Estás reunido durante horas discutiendo si es mejor el azul cielo o el azul cielo anochecer. Dices ‘¡qué pijadas!’. Es todo bastante absurdo, y estás menos conectado con la realidad que si trabajas en una panadería y te viene Paquita a buscar dos barras de pan. Divagamos sobre cosas que tienen mucha menos importancia que ese pan que te comes cada día.

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El libro lo hicisteis a ratos, por las noches.

¡Es otra de las cosas de trabajar en publicidad! El amor al arte. Además del sueldo, las horas tampoco tienen valor. Si a las dos de la mañana has tenido la genial idea para un anuncio que te va a hacer ganar un León de Cannes, igual luego tienes que quedarte hasta las cinco de la mañana dibujando. Cuando se acercaba la fecha de entrega, dormíamos dos horas. Y, ahora, con lo de ‘El Jueves’, igual. Así estamos, ¡que al final me he tenido que pasar al café!.

¿Sorprendidas por la repercusión del fenómeno?

Encantadas de que a la gente le guste. No sabíamos hasta qué punto iba a pasar desapercibido. Teníamos miedo de que recibiera muchas críticas, de que no se entendiera bien, de que no gustara… Nos satisface que nos escriba la gente y nos diga: ‘¡Es que es eso! ¡Me pasa lo mismo!’.

Recomiéndanos tres canciones, ¡modernas, clásicas o de pueblo!

¡Qué difícil elegir sólo tres!. Con la excusa voy a colar cuatro. ‘Crystalised’, de The XX. Todo el disco es fascinante. Y cuando me enteré de que era obra de tres amigos veinteañeros ¡flipé! ¿Cómo tiene tanto talento la gente? ‘Tot torna a començar’, de Mishima. Ha sido mi BSO mientras dibujaba el cómic. Esta canción siempre me daba ánimos para cuando estaba cansada, volver a empezar. Es algo que me pasa también con la canción ‘Crujidos’, de Nacho Vegas. ‘La vereda de la puerta de atrás’ (Extremoduro). Creo que la música que escuchas a los 16 años es la que te gusta toda la vida.

raúl

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