Tras un paseo por el perverso Salón Erótico de Barcelona y la saturadísima Barcelona Games World, experiencias bastante distintas pero disfrutables a sus maneras, tocó el turno del empalme imposible hacia Sitges. Tenía pendiente el festival desde hacía ya algún tiempo y, un tanto obsesionado por la novedad, me inyecté varios cafés diarios para ver un total de 24 películas en 6 días. Aquí os traigo las que más disfruté, sin orden concreto. (He dejado fuera algunas pelis geniales como Hardcore Henry o Psycho Raman para ampliar la lista de Víctor).

The Handmaiden (Park Chan-Wook, 2016, Corea del Sur)

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Park Chan-Wook es un director obsesionado con la venganza (ha dedicado una trilogía a ello), con un estilo en el que predomina la violencia cruda, el humor negro y las relaciones enfermizas. En The Handmaiden continúa tratando esas inquietudes, pero las tiñe de un velo sexual muy presente.

Lo interesante de la película es el abanico de relaciones entre los personajes, diversas y opuestas: las inocentes y pasionales, las engañosas y convenidas, las sadomasoquistas y perversas. La película construye un laberinto de conexiones brillante, algunas de ellas a través de escenas eróticas que deambulan entre lo sugerente y lo más explícito, con reminiscencias lésbicas a Blue Is The Warmest Colour (Abdellatif Kechiche, 2013). También se disfruta con la evolución de la trama, dividida en capítulos según el punto de vista que toma el espectador, con algunos giros de guión bien construidos.

En definitiva, The Handmaiden sintetiza todo lo que me gusta del cine coreano y añade una dosis sexual que desconocía. Es hermosa y pervertida a partes iguales. Y sí, me puso cachondo en varias escenas.

Your Name (Makoto Shinkai, 2016, Japón)

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Si habéis visto algo de Makoto Shinkai, sabéis que es un director obsesionado con los dramas románticos adolescentes, con un punto poético muy personal. En Your Name vuelve a repetir la fórmula, pero añade dos tiempos anacrónicos y un juego de realidades muy ingenioso, por lo que narrativamente es algo más ambiciosa.

Lo llamativo es lo siguiente: los protagonistas (chico y chica) intercambian sus mentes cuando sueñan. ¿Cómo reaccionaría tu grupo de amigas si te volvieras varonil de un día para otro? ¿Qué es lo primero que haría un hombre si despertara una mañana con un par de tetas? La película lo muestra una y otra vez, y es divertidísimo.

A medida que avanza la narración, la comedia se va transformando en un drama romántico adolescente. Al igual que en 5 Centimeters per Second (2007), según qué momentos se me hicieron empalagosos (sobre todo esos micro videoclips tan característicos), pero eso no me hace olvidar escenas de una lírica muy potente que funcionan de maravilla, ni un primer acto divertidísimo y magistral.

The Wailing (Na Hong-Jin, 2016, Corea del Sur)

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The Wailing fue la película que más me sorprendió del festival, y todavía no sé muy bien por qué, pero me puedo hacer una idea. En primer lugar, había escuchado quejas respecto a la calidad y escasa cantidad de películas de terror, y tenían parte de razón: la única película de género que había disfrutado hasta la fecha había sido Under the Shadow (Babak Anvari, 2016), y pese a presentar un contexto poco común, no contaba nada nuevo. En segundo lugar, entré a ver The Wailing esperando un thriller de acción y grandes persecuciones, pues tenía recientes las dos películas anteriores de Na Hong-Jin, The Chaser (2008) y The Yellow Sea (2010), y pensé que jugaría y se movería en ese género. Quizá esa bofetada a mis expectativas le sentó bien.

Es realmente complicado clasificar The Wailing en un solo género. Catalogaría el primer acto como una comedia policíaca, centrada en las gandulerías y poca efectividad del cuerpo de policía frente a asesinatos brutales y sin explicación. Sin embargo, a medida que avanza la trama, lo sobrenatural se va apoderando del relato, y la película acaba trasladándose hacia un thriller dramático envuelto de chamanes, fantasmas, demonios, posesiones y rituales. Y es esa transición lo que sitúa la película en otro nivel: pasas de mofarte de las posibles explicaciones sobrenaturales (siempre de la mano de Jong-Gu, el policía holgazán), a contemplar con la boca abierta una escena eterna en la que un chamán lanza un hechizo a un demonio situado en una montaña bien lejana, bailando y moviéndose a ritmo de tamborilero esquizofrénico. Tiene mucho mérito.

¿The Wailing se hace larga? Desde luego, sus 156 minutos son exagerados para una película de ese “género” ¿La recomiendo igualmente? Muy mucho. Es original y se aleja de esa regla odiosa de los jump scares. Todavía dura el mal cuerpo que me dejó, y eso es buena señal.

Lo Chiamavano Jeeg Robot (Gabriele Mainetti, 2016, Italia)

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Si os gusta el género de superhéroes underground, si disfrutáis con pelis como Kick Ass (Matthew Vaughn, 2010) o Super (James Gunn, 2010), no lo tenéis que pensar demasiado.

Jeeg Robot es el antihéroe forzado a ser superhéroe que tantas veces hemos visto, pero en un contexto barriobajero y con un velo chabacano muy acentuado. También merece la pena por el villano que presenta: un mafioso lunático recién salido de Operación Triunfo (no es broma), con motivaciones y objetivos que difieren bastante de los clichés del género, y con un pelazo tremendo. Además, cuando parece que la película ha tocado techo, un giro de guión te regala un tercer acto de pura fiesta y tortas. Muy recomendable.

Raw (Julia Ducournau, 2016, Francia)

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Aquí voy a empezar con una anécdota que resume bastante bien la peli: durante el visionado, un pobre hombre que estaba sentado al lado de mí hizo el amago de regurgitar en un par de momentos puntuales, no sé si por postureo o porque realmente lo pasaba mal. De ser lo primero, le concedo mi premio a mejor actuación de espectador en Sitges 2016.

Raw trata el canibalismo de una manera original y atrevida a través de un thriller con algo de comedia negra. Es una película gore, pero no por mostrar litros y litros de sangre falsa, sino por presentar poca y bien real. Es una oda desagradable pero elegante a lo cárnico y lo repulsivo, al placer de devorar con un apetito infinito, y eso es algo que siempre se agradece en Sitges.

Tunnel (Kim Seong-Hoon, 2016, Corea del Sur)

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Tunnel fue la peli coreana (y ya van 3) más comercial que vi a lo largo del festival, y no por ello la peor. Seong-Hoon consigue mantener durante algo más de dos horas una narración que gira en torno a una misión de rescate en un túnel derrumbado, cosa bastante compleja.

El constante juego con los puntos de vista entre el protagonista (en el túnel), su mujer y el capitán del equipo de rescate (en el exterior), así como el ingenio en las escenas localizadas en el interior (spoiler, hay un perrete muy majo), hacen que una peli a priori insostenible se mantenga a flote bien. Además, también se agradece un sutil mensaje al periodismo sensacionalista infame.

A Dragon Arrives! (Mani Haghighi, 2016, Irán)

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A Dragon Arrives! es un mockumentary (falso documental) críptico y enigmático, con saltos de localización extraños, apariciones de personajes repentinas y algo de un dragón que vive bajo tierra y cada vez que devora un cadáver genera un terremoto.

Entré a ver la peli con dos compañeros que conocí en el mismo festival, y una vez en el exterior no fuimos capaces de descifrarla entre los tres, por muchos cafés que lleváramos en el cuerpo. Sin embargo, todos coincidimos en lo mismo: una sensación hipnótica y magnética, un tanto alucinógena.

A Dragon Arrives! es una de esas pocas películas que no sabes por qué has disfrutado, pero una sensación extraña te sigue recordando que efectivamente lo hiciste. No será para todos (probablemente no sea para nadie), pero la recomiendo. Os vencerá, eso sí.

The Neon Demon (Nicolas Winding Refn, 2016, Francia)

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Quizá me tiréis piedras durante varios años, pero confieso abiertamente que disfruté con The Neon Demon, e incluso la recomiendo. Entiendo los puntos de odio hacia la película (y coincido en la mayoría), pero lo curioso es que también los veo como sus fortalezas. Nicolas Winding Refn ha sido un director reconocido recientemente por su formalidad –Drive (2011) y sus reglas de composición en cuadrantes han sido muy discutidas, por ejemplo-, por lo que parece un paso natural que realice una película cuyo tema central (y único) es la estética.

Antes de comenzar la peli, nos proyectaron un vídeo selfie que mandó el propio director (no pudo acudir al festival, no sé si por vaguería o por razones de peso), en el que nos deseó disfrutar y subrayó un diálogo concreto de la propia cinta: “beauty isn’t everything; it’s the only thing”. Me parece un resumen estupendo.

The Neon Demon es un experimento estético, plano y superficial en los demás aspectos (la trama, las interpretaciones…), pero ahí lo interesante: lo hace con todo el sentido del mundo. La peli quiere representar reflejos, no personas, hasta el punto de inmiscuir en el plano una cantidad de espejos excesiva. En ocasiones os preguntaréis si estáis observando algo franco o no es más que otro juego de perspectiva. Y la banda sonora electrónica cargada de sintetizador no hace más que introducirte en ese universo de flashes y vanidad (y quemar mi Spotify).

No me parece una gran película, pues el tercer acto se le va de las manos y se hace eterno e incoherente (más que lo anterior), pero me sigue pareciendo un experimento disfrutable. Si os atrevéis, adelante.

 

Swiss Army Man (Dan Kwan y Daniel Scheinert, 2016, Estados Unidos)

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Los Daniels, como se hacen llamar los directores, han realizado varios cortometrajes muy locos y también han participado en videoclips musicales más locos todavía. Con ese historial a sus espaldas, era de esperar que su primer largo fuera original, pero no tanto. “Original” no le hace justicia.

Swiss Army Man cuenta la historia de un náufrago y un cadáver con el que entabla amistad y utiliza como imposible herramienta multiusos para sobrevivir. En la primera escena el náufrago navega propulsado por los pedos del cadáver, por lo que no pondré en duda que es una peli atrevida, y no solo narrativamente; por poner un ejemplo, la banda sonora es mayormente a capela, con la voz de los propios actores. Sin embargo, más allá de ser la película más original que he visto en mucho tiempo, adoro que utilice ese absurdo para contar algo de peso.

La peli habla sobre la autoestima y la aceptación de uno mismo, sobre ignorar los estigmas sociales cuando destruyen lo que nos define, sobre la necesidad de arriesgarnos en la vida. Es algo con lo que nos han bombardeado una y otra vez, y eso hace que tenga todavía más mérito. Swiss Army Man envuelve lo trillado de originalidad y lo convierte en algo inimitable que transmite el mensaje de maravilla.

Personalmente, a mí me hizo reír y llorar, incluso creo recordar que a la vez, y poco más le puedo pedir al cine.

“But maybe everyone’s a little bit ugly. Yeah, maybe we’re all just ugly, dying sacks of shit and maybe all it’ll take is one person to just be okay with that.”

EXTRA: LoPutoPeor, recomendación si queréis joder el día a alguien…

A Dark Song (Liam Gavin, 2016, Irlanda)

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Una mujer quiere contactar con su hijo muerto, y para ello debe realizar un ritual que comprende varios meses, guiada por una especie de chamán profesional. La sinopsis me llamó la atención y decidí darle una oportunidad sin leer ninguna crítica o feedback de los espectadores. Me la jugué a ciegas una vez en todo el festival, y así de mal me salió.

A Dark Song es una película de terror que provocó más de una carcajada entre los heroicos asistentes. Es una obra que planta sin parar y nunca recoge nada, posiblemente lo peor que se puede hacer a nivel narrativo. Esperas durante más de una hora a que suceda algo, y la mayor recompensa que recibes es alguna escena de “terror” de feria barata, es decir, de feria, en la que se cumple eso de “no toques a nadie y nada podrá tocarte”. Para rematar, el “clímax” presenta un giro de guión que en lugar de dar sentido le pega una patada a la poca coherencia interna de la peli. Una joya.

Eso sí, me divertí mucho tras el giraco de guión, cuando la gente empezó a salir de la sala en bandada y tuve que ver el resto de peli entre cabezas, lamentos y carcajadas.