Puede ser que las canciones polvorientas no existan fuera de mi cabeza. Que me esté calzando aquí una etiqueta vacía. Otra más. Desplazamientos lisérgicos de Los Planetas aparte, esos viajes a los que nos llevan los discos conducen muchas veces a sitios bien reconocibles en nuestra quijotera: hablo de desiertos, bares de carretera, motos por la Ruta 66 y cualquier tipo de frontera árida o de autovía en plena construcción. Algún gasoducto también.

Estamos ante el estilo que más favorece el teletransporte. Puede ser country, rock americano o medios tiempos arrastrados por el circo de Las Vegas pero yo lo reduzco todo a esos ritmos que te pasaportan al oeste, al borde del lado machote de la vida, con un puntito de decadencia contenida, de decir, mascando tabaco y mirando agrio a la lontananza: ‘Coño, qué perra es la vida pero p’adelante, sin mariconadas’.

John Wayne no es un ejemplo exacto. Sí lo son los silencios, las circunvalaciones en la nada o las canciones del reciente Bob Dylan. Pienso en una, en concreto, ‘Beyond Here Lies Nothin’ de su último disco, que suena todo él podrido y añejo. Este tema me ubica en la barra de un bar de Texas, con más crudeza que sordidez. Hay algo de mugre. Con un contrabajo, guitarristas viejos y un acordeón ¿qué queréis? Tiene que haberla. Y cómo chochea cada vez más Zimmerman cantando; parece que se va a desmoronar en la siguiente estrofa. Otro viejo zorro del lugar, Mark Knopfler, aporta su cuota a la causa con la redonda ‘What it is’, donde se emborracha de guitarra, para bien, y hay por ahí unas cuerdas y un ritmo de batería que rezuman asfalto y gasolina de la buena.

Aunque todo esto suena irremediablemente yanqui, los embajadores en España son Los Deltonos, que muy a pesar de ellos han nacido en la húmeda Cantabria y no en Nuevo México. Temas como ‘Horizonte eléctrico’, ‘Cinco’ o ‘Circunvalación’ suenan muy americanos y, además, son grandísimas canciones. Ellos tienen, asimismo, el puntito folclórico, presente en temas como ‘Repartiendo’, una oda castiza a los camioneros.

Un momento… ¿quién viene por ahí? Es Quique González, con la pinta de chico nostálgico, barba de cuatro días y un disco hecho en Nashville que también tiene polvo. Porque alberga uno de los instrumentos indispensables: el pedal steel, una especie de guitarra acostada de doce cuerdas que, en ese caso, toca Al Perkins, el mejor entre los 80 millones de seres humanos que manejan ese difícil instrumento en Tennessee (el estado, no el grupo, que también debería tocar sin nadie en 200 kilómetros a la redonda). Es sentir esa punzada que se alarga melancólica en el horizonte y trasladarme, no tanto a la tristeza, sino al paisaje geográfico bien concreto de desiertos y solares lunares, donde haya, a ser posible, una carretera por la que no pase un coche desde hace un par de años. O dos mil.

Todo este subjetivo síndrome de la circunvalación, convenimos en llamar, me pasa también con temas de Wilco, con ‘La Bamba’ de Los Lobos (fue la primera canción que recuerdo haber escuchado en mi vida y, pese a la letra chorras, confirmo que son unos musicazos), bandas sonoras de Tarantino, Robert Rodríguez y Calexico, si los oyere.

raúl