Tres canciones, 246: La elección de Raúl

TREMENDA TREMENTINA – SANGRE POP

Entrevisto a Oscárboles, un cantautor, y en la charla me estampa su etiqueta, que se cuela por la contundencia sonora en el titular: «Hago tragicomedia líricocuentista». Así da gusto, que te venga el género empaquetadito, con el albarán y todo. En el discurso de la mayoría de autores encontrarán eso de que no nos gusta definirnos («eso es para vosotros, la prensa»), de que etiquetarse sería encorsetarse, hacerse predecible, perder nicho, empobrecerse. (Cuando entrevisto cada vez pienso más en la frase que el periodista Javier Menéndez Flores -biógrafo autorizado de Sabina o Robe Iniesta, entre otros- usó para titular un libro de conversaciones con artistas: ‘Miénteme mientras me besas’; esto es, pasemos un buen rato charlando, explorando, indagando en tu obra pero sabiendo, en última instancia, que de una u otra manera me estarás vendiendo una moto). A lo que iba, que para huir de los palos musicales de toda la vida, la crítica especializada (líbranos señor de ejercerla con continuidad), en el ánimo de ponerse elitista, bate adjetivos y referencias en una coctelera.

Lo último que escuché sobre un grupo novel: «Se parecen algo a los Pink Floyd de la última época, pero a según qué conciertos y a qué momento de la gira». Tal precisión, acaso postureo, me desarmó, aunque hay ejemplos para todo, generalmente reducidos a una comparación estándar, un ejercicio de imaginación que me hace bastante gracia y cuyo esqueleto formal quedaría así: «Es como si tal artista estuviera no sé dónde y en no sé qué sitio y tomando no sé qué droga junto a no sé quién». Y de esa pirueta sinestésica y metonímica, como resultado, uno se haría una idea de cómo suena la música de marras. Ese es el esquema, a veces usado por algún conocido, que viene a aparentar.

Ante eso, a veces prefiero ahorrarme la óptica analítica y reducirme a un ‘me gusta’ o ‘no’. Ante eso, esa laberíntica tela de araña de los géneros, las asociaciones y las catalogaciones vagas, a veces me da por el purísimo pop sin trampa ni cartón, con las cartas sobre la mesa, con la exhibición sin ambages de filias, influencias y objetivos. Así son los emergentes y navarros Tremenda Trementina, que no engañan a nadie cuando, en este hit directo y certero, dicen eso de que «corre por mis venas sangre pop», como si Klaus&Kinski se aligeraran instrumentalmente en un encuentro con el lirismo de Doble Pletina en plena sesión exquisita en la Cocotte salpicada del hedonismo del Madrid de los 80.