Cuenta Cide Hamete Ben-Engeli, autor arábigo y manchego, en esta gravísima, altisonante, mínima, dulce e imaginada historia, que después que entre el famoso Don Cosano y Cano el Cuarto su escudero pasaron aquellas razones que en fin del capítulo veintiuno quedan referidas, que Don Cosano alzó los ojos y vio que por el camino que llevaban venían hasta tres buenas cántigas que desfacieron sus pesares y pusieron en sus corazones la alegría mesma.

La elección de V the Wanderer

DONOVAN – CATCH THE WIND

Ya no se puede tararear ‘diridiririri’ a media canción y salir airoso. No se puede canturrear una tonada inocente y luminosa, agarrado a una guitarra y una armónica, y esperar que no te sentencien alguna hostia. Hagan la prueba y salgan a la calle, parapétense en una esquina con su acústica y su cara de bobo; verán cómo les cae alguna manopla o algún caquiroplaqui. Ya no se puede ser inocentón, jipirulo, folkie buenrollista, santurrón new age o pacifista aflautado. No, ya nadie se lo iba a creer: se siente, son otros tiempos. (A cambio, tenemos Spotify,  ‘Hora de aventuras’ o todo el catálogo lésbico de WeLiveTogether, así que una cosa compensa la otra.)

Donovan, sin embargo, sí que puede. O cree que puede. Ahí sigue el tío, sobre las tablas, negándose a ser un prejubilado del verano del amor o unos restos de la nostalgia mitómana. Sigue con su carusa de buena gente, con sus melodías de paz y soldados universales que luchan por toda la humanidad. Y aunque en estos tiempos de recesiones y crisis nadie le haga ni puto caso y pueda parecer irrelevante o iluso, a mí me alegra que el tío siga ahí, tarareando ‘diridiririri’ con sus 65 tacos y sus pelos de inocentón, jipirulo, folkie buenrollista, santurrón new age y pacifista aflautado. Diridiririri.

La elección de Raúl

VACAZUL – VUELO

Esto es una canción en erección, tensa, en estrés, que palpita un poco como una yugular bombeando sangre, que tiene un qué-sé-yo de fogonazo, de enérgica electricidad, que hasta casi uno puede ramparse si la roza. También es un mapa de la escena comercialoide en castellano (lo que fue de ella en los 90 y en los 00) y sus marginalidades. Leo quién se esconde detrás de Vacazul, banda nacida en 1995, y entonces entiendo un poco esta fuerza tan descarada, estos voltios. A veces los millones de grupos del pop en castellano mediocres y sin personalidad lo bordan en un temita; en otras ocasiones, como es ésta, no es casualidad, porque detrás hay gente que luego estuvo con Deluxe o formando parte de ese vendaval llamado Los Coronas; musicazos en mayúsculas, de conservatorio y formación clásica.

Nombres que nos dicen poco y me ahorro, pero profesionales del rock, las caras en la sombra, los rostros que, a lo mejor, un sábado por la mañana salieron por la tele ahí con la flechita roja para abajo, en el número 31 y descendiendo hacia el 40, al lado de la carita de Frank Blanco en Canal +. Los diez segundos de gloria no compensaban las horas de furgoneta, los conciertos, los locales de ensayo y el gustoso pluriempleo en mil y un proyectos: hasta tuvieron estos madrileños que ejecutar las ráfagas entre monólogo y monólogo del primigenio Club de la Comedia. Se les veía allí, tan conteniditos, tan sin sudar, tan como si el cuento no fuera con ellos, que parecían sufrir por no poder descerrajar el arsenal, por no poder apretar el detonador y volar por los aires en este glorioso banquete de derroche instrumental.

La elección de Withor

RUSH – A FAREWELL TO KINGS

Se habla mucho de los mitificados amores de verano y muy poco de las infravaloradas amistades estivales. Cuando en realidad, las segundas pueden ser mucho más productivas. Algún día hablaré de mi amigo de verano, unos meses trabajando juntos para apenas conocerle, pero guardar un buen recuerdo. Yo tenía 17/18 y él superaba la treintena. El amigo era (supongo que sigue siendo) culto, amante del teatro, sudamericano, un poco maldito, bohemio, gay… parecía sacado de un libro de Roberto Bolaño. Y yo, con esa tierna edad, con ganas de absorber conocimiento como una esponja, le pedí, como torrente de sabiduría infinita que él era, que me elaborara una lista de películas que nadie conociera y que me grabara algunos cedeses con grupos de aquellos que no suenan en la radio.

Desconozco si llegó a hacer la lista de películas, pero jamás me la dio. En cambio, le proporcione 3 o 4 CDs, y cual fue mi sorpresa cuando me los devolvió, y todos eran, pese a que yo deseaba un poco de variedad, del mismo grupo: RUSH. Según mi amigo, el grupo más infravalorado de la historia, unos auténticos genios del rock progresivo, que se meaban donde y cuando querían en Pink Floyd y King Crimson. Intenté escucharlos, pero no me entraron. No son grupo fácil. Todo su trabajo no tuvo recompensa. Aunque quedó grabado en mi mente. Porque de tanto en tanto, cuando en algún foro de música algún despistado reivindica a RUSH como ‘el grupo más infravalorado de la historia’, siempre recuerdo a aquel amigo que desapareció, tan pronto como se fue el sol y llegó el frío, tal y como sucede con los amores de verano.