Dice el gobierno central que el ‘tres canciones’ de esta semana está teniendo un impacto ‘muy moderado’. En cambio, las fuerzas sindicales del millón de monos hablan de ‘éxito total y tal’. Nosotros, empresarios cabrones pero con respeto a los animales, mantenemos al ejército de chimpancés en envidiables condiciones de trabajo y procuramos  en jornadas de huelga siempre unos servicios máximos porque La inercia es ya una movida de utilidad pública. Millones de personas se manifestaron en las calles reclamando una nueva ración de buena música. Aquí tienen tres bonitas canciones, dos según los Mossos, una según el frente de liberación de San Marino y siete y pico según el Exèrcit de la Cinta Vermella.

La elección de Withor

PARABELLUM – LA VELA SE APAGA

Me comentó el Wanderer hace unos días que quería recomendar una canción y desistió en su empeño porque no era capaz de encontrar las palabras adecuadas. Entendí su frustración. Más de una vez me he visto en la misma tesitura. Y, señores, les aseguro que no es agradable.

Todo empieza un lunes o a más tardar un martes, cuando te viene a la cabeza la canción y decides que es la escogida. El miércoles y el jueves son los peores días. Piensas en el gancho que te permita sentirte cómodo con las palabras pero no lo encuentras. El viernes consumas el fracaso: no has sido capaz de dar con la excusa necesaria para justificar la recomendación.

Hace semanas que quería recomendar ‘Parabellum-La vega se apaga’. Pero por muchas vueltas que le diera, me veía incapaz de encontrar la excusa para ello. La búsqueda, por fin, ha terminado.

La elección de V the Wanderer

LENDAKARIS MUERTOS – DETECTOR DE GILIPOLLECES

Vamos a la manifa por abultar y tuerzo el gesto ante banderas sindicales, pimpines cantando «esto nos pasa por un gobierno facha» y containers quemados. También me asquean los que dicen que no hay motivo para esta huelga, los que afirman (sin reírse) que los hijos de la chingada en el poder lo están haciendo bien, los patanes vividores de la oposición, los liberados, los políticos de carrera que no han dado un palo al agua en su perra vida, las izquierdas, las derechas, sus putas madres, los mentirosos, los desalmados, los sanguinarios, los inútiles, los avariciosos, los vagos. En definitiva, y como muy bien pronunciaría Sabina, los gilipollas.

Salen todos ellos en la tele, entrajados, felices, y mi detector se altera: «¡gili-gili, pollas-pollas!». Me lo han instalado en la sesera los Lendakaris Muertos, que no están libres de decir sandeces (todo el circo de política radical, o radikal, me resulta cansino, impostado y simplista) pero lo compensan con actitud punk y titulazos como ‘Estamos en esto por las drogas’, ‘Cómeme la franja de Gaza’, ‘Punk de molde’ o ‘Siempre nos quemará París’. Esta tonada ha invadido, sin darme cuenta, mi semana y me parece un himno más que apropiado.

Llego a casa de la mani canturreando «gili, gili» y no salgo del asunto punk, esta vez con algo bueno, crudo y legendario como los Dead Kennedys. Pienso en la cantidad de gilipollas que enviaría de vacaciones sin retorno a Camboya, en el Fuego Purificador que nombra de tanto en tanto un amigo y en aquel consejo de Jodorowsky, «¡revienten todos!». Agarro un panfleto sindicalista («s’ho volen carregar tot») y lo recorto para reconstruir con sus letras un mensaje más a mi medida: «TOTS A CAGAR».

La elección de Raúl

PONY BRAVO – EL PONY BRAVO

Forman parte de una escena sevillana pujante, libérrima y genuina, ofrecen sus discos gratis bajo el credo de ‘Creative Commons’ y se curran en sus libretos un espectacular diseño gráfico, grotesco y divertido. Un ejemplo es la brutal portada de su primer álbum: la Giralda, convertida en cohete espacial, despegando desde el Guadalquivir como si eso fuera Cabo Cañaveral. Pony Bravo, banda hispalense de espíritu amateur y sin la más mínima pretensión musical genera, en esencia, ambientes riquísimos, rarunos y cinematográficos, pero sin dejar de tener una deriva costumbrista y andaluza. Luego suenan sureños, con cierto aire a western y domésticamente aventureros, con escenas como la de esta canción: imagínense un caballito asalvajado y enfurecido cabalgando por el oeste, levantando polvareda en horizontes desérticos, revolucionando la fauna, desbocándose alegre y farruco por Almería. Por ejemplo.

Trota libre, díscolo y feliz el poni en la lontananza, a veces objeto de las miradas embelesadas de críos fascinados, mientras se escuchan diálogos de películas. Imagínense que nada de esto ocurre realmente; que esto no es un western y el animal es solo un medio de locomoción más en la ruleta de un tío vivo de la feria y que la fantasía infantil pasa por hacer del estático cuadrúpedo un bicho en movimiento que recorra las calles del pueblo. Por esos derroteros de cuento, o no, pueden ir los tiros. El primer disco de esta gente se llama ‘Si bajo de espalda no me da miedo’.