Dicen que si te pones frente a un espejo y dices La Inercia cuatro coma siete veces, se te aparecen estos tres buenos muchachos y te recomiendan canciones de bien para pasar el fin de semana. Un primo de un amigo nuestro lo hizo y aún tiene el swing en el cuerpo.

La elección de Withor

JOHN WILLIAMS – JURASSIC PARK THEME SONG

Poco podía imaginar cuando me he despertado esta mañana que a los pocos minutos de empezar la jornada los cojones se me caerían al suelo.

Estaba yo medio adormilado cuando ha empezado a sonar, en la calle, y a un volumen considerable, la inmortal melodía de Jurassic Park creada por el maestro Williams. Acompañada, eso sí, de una voz distorsionada por el altavoz que me ha recordado a la de la gitana que me despertaba los sábados por la mañana vendiendo ajos en mi barrio. He sido incapaz de descifrar qué estaba pasando.

La respuesta ha llegado por la tarde, cuando he visto el cartel. ‘ExpoDino’ o algo así. Dos niños con cara de pillos, al lado de la cabeza gigante de un bicho cabeza tiranosaurus, mandíbula velociraptor. En grandes letras amarillas con fondo rojo –¿o quizás era al revés?– se destaca: ‘Dinosaurios a tamaño natural’. Sí. Se trata de una exposición de dinosaurios.

Varias preguntas me asaltan: ¿En serio ahora quieren volver a poner de moda los dinosaurios? ¿Es que no han explotado lo suficiente la gallina de los huevos de oro? Y la más importante: ¿Es esta la prueba definitiva de que aquellos que predijeron que los 90 iban a volver tenían razón? Señores, yo creo que es así. Y la gente, el rebaño, preocupados con los putos mayas.

La elección de V the Wanderer

TOM JONES – YOU DON’T HAVE TO SAY YOU LOVE ME

Es una tonada melancólica y herida sobre el abandono, pero a Tom Jones eso se la trae muchísimo al fresco: imposible escucharla sin imaginarlo despechugado, dominando el escenario mientras señala con una sonrisa a alguna fémina de la primera fila. Jones es animal de escenario, bestia parda del micrófono y el exceso vocal, como una suerte de chamán del buen rollo o un Raphael galés. Las tablas son suyas y la música es su hipnótico dominio; no le hables de complejos o de que oye, Tom, a lo mejor te estás pasando de rosca y estás haciendo un pelín el ridículo, que quizá no tengas edad ya para ir por ahí de pichabrava enamorando y marcando paquete.

Llámenlo autoestima, ego, gustarse y venirse arriba o simplemente (con eso me quedo yo) disfrutar con lo que uno hace. Sentirse a gusto en tu perro hueco, vamos, y cantar con una sonrisa hasta cuando se le mete mano a este tristísimo tema de la Springfield. Y sin apagar ni banalizar su carga dramática, ojo, en ningún momento. Chica lección de actitud nos regala el Tigre: no perder la joie de vivre ni cuando se mete uno de lleno, mirándola a los ojos, en la pena misma.

 La elección de Raúl

APRIL MARCH – LAISSE TOMBER LES FILLES

A veces la realidad se encaparra. Digo yo que a Elinor Blake (o April March) le habría gustado nacer en París y se tuvo que conformar con California. Eso no le ha impedido, parece, dedicarse a la chanson y detener el tiempo: como si todo fuera la misma ligera canción pop francesa de los años 60, aunque la cantes a tu manera en 1995 y bastante después Tarantino la use en inglés para cerrar ‘Death proof’. Ahí la descubrí. Ahora, mientras escarbo un poco, me doy cuenta de la historia. Es imposible que fuera virgen, original, que estando Quentin de por medio el tema no estuviera saludablemente intoxicado de un pasado más o menos complejo y tejido de referencias cruzadas. Se llamaba ‘Chick Habit’, iba en los créditos finales y era una traducción de la original de 1964, cantada por France Gall.

Hoy recomiendo, para ir de guays, la versión en francés que hizo en los 90 la propia April March. Sigue teniendo esa cosa fifí, desinhibida y juguetona, llena de anacronismos y homenajes pero va más rápida y casi la asocia uno con la sensualidad y la decadencia, siempre fronteriza, de las muchachas en la película. El feminismo y el zorrerío, todo junto; las faldas y las melenas balanceándose a la vez, como en un enérgico péndulo, para celebrar la vida un poco ingenuamente al ritmo de un guateque. Siempre contrastando con muerte, Chartreuse, y extremismos alrededor: nunca sabes si en el delirio se van a poner a follar o a matarse. Y Kurt Russell por medio, que no es poca cosa.