La Inercia, con sus 3 ideólogos, su Cano el Cuarto, sus socios de coalición, su millón de monos y sus voces amigas, se presenta al completo a las elecciones de este domingo. Aunque ni siquiera existamos como partido. Por si acaso, ya hemos reservado el Palau Sant Jordi para celebrar nuestra aplastante derrota y el comienzo de la inerciocracia absoluta. Vayan calentando sus oídos y preparándose para cuatro años de buena música, impuestos imposibles y esclavitud simpática (pero, ey, buena música).

La elección de Raúl

LA GUARDIA – CUANDO BRILLE EL SOL

La Frontera o La Guardia, qué más da, si es todo tardíos ochentas y estribillocracia, cuatro acordes abiertos que hoy, me da a mí, sufrirían por triunfar masivamente. Qué importa la intención de darle a una cosa de hechuras pop una cobertura rock: el tupé, la chupa, el desierto (el croma), el cadillac y la apariencia de road song. Se incurre en la parodia, claro, pero el pasado es coartada y estas cosas prescriben. Me quedo con el mérito de que una canción sobadísima, que lleva más de 20 años pidiéndose en pubs y karaokes y tocándose en cualquier fiesta mayor, siga teniendo gancho.

Como dirían los críticos: una melodía soleada, y no por el chiste con el título, o un pedacito del acervo letrístico en el idioma. Luminoso, en la forma, pero bruto en un fondo que habla, entre eufemismos para la radiofórmula, de encuentros furtivos en el sexo y noches sin futuro. Topicarros de las entretelas musicales. Por si acaso alguien pensó, por eso de la poética del sol, que era una temática de nostalgia sentimental. Alertamos: aquí Manuel España, el compositor, lo que quería era follar. A fuerza de sonar, cantarlas y manosearlas, las canciones pierden el significado. Hay quien dice que forman parte del pueblo, que la canción ya no pertenece al artista, pero yo creo que de alguna manera la letra se anestesia o el oyente se inmuniza. Como cuando ves a los aviones reventar las Torres Gemelas, que ya te la suda.

La elección de Withor

ALBERT PLA – SÍSTOLE DIÁSTOLE

Estaba sentado en un sofá rojo en mitad de una playa sin determinar. No había nadie, porque era invierno, y lo cierto es que parecía un día bastante frío. Allí se lo preguntaron: “Albert, ¿por qué tomas drogas?”. Y con su respuesta -totalmente alejada del tópico, sin ninguna referencia a la necesidad de abrir nuevas horizontes ni a las putas puertas de la percepción-, me ganó para siempre: “Para ponerme ciego”.

Un tiempo después, anunciaron que actuaría en otro programa de televisión. Después de una entrevista ininteligible, se sentó en una silla que no se levantaba ni medio metro del suelo, se puso frente a un organillo para bebés, seguramente de los chinos, y ni corto ni perezoso, sin mostrar vergüenza alguna, se puso a cantar una nana durante unos cuantos minutos que imagino a la mayoría de la audiencia se le hicieron insufribles.

No puedo hacer más que quitarme el sombrero ante este personajazo. Y más ahora, que he redescubierto ‘Sístole Diástole’, otra joyita descojonable por todos los lados, una gran bizarrada con música de organillo (¿será el mismo?) perfecta para cantar (“Los polvos buenos serán conmigo, los malos te comen la nariz”) y la enésima demostración de que Pla está como una puta regadera. Y yo que me alegro, oiga.

La elección de V the Wanderer

HEALTH – TEARS

Últimamente me siento cansado, de materia física y también de tiesta. Normal, viendo que llevo tiempo en una maratón contra mí mismo, dándole candela a la escritura, la investigación, el trail, el fondo, el medio fondo y hasta el cuarto de fondo. Resistente, productivo, combativo y feliz: me da por hacer balance y veo los frutos de un año de transformaciones, de batallas sobrevividas y navegaciones llevadas a buen puerto. Logros personales, desde la modestia y el afán constante de mejora, colgados de una larga lista en la que no faltan fracasos. También, decía, agotado, extenuado. Con el cansancio enquistado en mis fibras musculares y en mis neuronas.

Llego al final del día como el que llega a una meta. Podría premiarme y enchufarme algo suave, relajante, darles coba a la autocomplacencia y el relax, pero no lo haré. Aquí las noches suenan a fragor del combate, a esfuerzo interminable, a correr con el depósito vacío hasta destruir todo aquello que queremos dejar atrás. A permitirse el descanso justo para volver rápido a la contienda, obligar al organismo a sobrecompensar para vencernos, una vez más, a nosotros mismos.

Ningún tema encarna mejor ese estado que ‘Tears’, de Health: himno al guerrero irreductible, al hacer fuerzas de flaqueza, a la vida como batalla constante. Una base ruidosa, rítmica, brava, nos empuja hacia adelante sin piedad. Una voz irreal nos anima a romper con el pasado y entregarnos al movimiento perpetuo. Será que lo asocio con ‘Max Payne 3’ (donde suena en el clímax final y en los posteriores crédito), obra maestra protagonizada por un combatiente herido, acabado, que sin embargo no se rinde jamás y se sublima con cada violento paso.

Y así, se van atravesando lides. Le piden los maorís a sus dioses dientes para masticar las dificultades y poder extraer alimento de ellas. Recita Liam Neeson, reconvertido en veterano héroe de acción, eso de «once more into the fray». Yo, mucho más pequeño que todos los anteriores, me vengo arriba con esta ‘Tears’ y tenso los músculos para un nuevo asalto. Ya nos rendiremos, y lloraremos, otro día.