Ya se ha comprobado que La inercia es la única entidad-institución-asociación-club fuera de toda sospecha de corrupción. A ello ha contribuido nuestro firme compromiso de transparencia con el lector. Una vez más, seguimos dando ejemplo, y hacemos públicos ante Hacienda, la Audiencia Nacional, el Vaticano y el Club Súper 3 nuestros sueldos por lo que aquí se escribe: 0 euros. (Otra cosa es lo que no declaramos: 2,5 euros por cada canción recomendada, así que multipliquen, y aquí van otras tres. La cuenta en Zurich está ya cerca).

La elección de V the Wanderer

BOARDS OF CANADA – DAYVAN COWBOY

Era un bicho largo, verde, jorobado, con cara de guardar una buena colección de cadáveres en su despensa. Tenía los dedos flacos e interminables, como apéndices muertos u hojas de un vegetal reblandecido; de ahí su nombre, Salad Fingers. Daba entre penilla y asco, tan solo, tan repulsivo. Creo que cuando lo conocí (me lo descubrió Jaime B.) YouTube aún no era una cosa y teníamos que cargar con paciencia el capítulo en flash y tragárnoslo sin poder hacer pausa. A mí me tenía loco y hoy, ya me dirá usted por qué, me he despertado acordándome de su fea jeta.

Su malsano pero educado mundo siempre iba acompañado de un tema de Boards of Canada, ‘Beware of the friendly stranger’; una cosa perturbadora de poco más de 30 segundos que te llevaba a sitios sucios, oxidados, tela de chungos, aunque también te sedaba. Se te metía en el cráneo y no se iba, así que, de perdidos al río, me adentré en las espesuras de ese dúo electrónico, que no eran de Canadá, sino de Escocia.

Tienen cosas potentes, igualmente experimentales y atmosféricas pero con más furia, como ‘Hi Scores‘, o paisajes más amables y oníricos, un poco exoplanetarios, como este ‘Dayvan Cowboy’, su primer y último single hasta la fecha. Es música para mirar las estrellas o pegarse a la ventanilla de un avión. Alguien la ha usado en un vídeo para resumir la peripecia estratosférica de Felix Baumgartner y me parece una elección feliz. Lejos, pues, de las extensiones áridas del señor Fingers, aunque con los mismos mimbres. Se ve que todo infierno tiene su zona limpia.

La elección de Withor

JUAMPA Y LA RAJA – LA PAJA EN LA FAROLA

Parece ser que la masturbación es uno de aquellos remedios inesperados que pueden servir para prevenir, ni más ni menos, que el temido cáncer. Andaba yo comentando tal proeza de la investigación científica en la radio cuando nuestro querido Cano, cada vez más correoso en su papel de técnico, tuvo a bien acompañar mis palabras con esa alegre melodía que es “La paja en la farola”.

Por otra parte, cada vez soy más fan de inventarme ideas de Noguera. Mi vida humorística ha mejorado en un 200% ya que ahora cualquier concepto absurdo es propenso a convertirse en “idea”, con el consiguiente bienestar que eso supone.

Así que junto estas dos premisas y la conclusión es: “Joder, la idea de Juampa y la Raja y el Chivi como si fueran Blur y Oasis, con toda la prensa musical del mundo enfrentada defendiendo a su favorito”.  Y me río, y me quedo tan pancho.

La elección de Raúl

LOS ENEMIGOS – ME SOBRA CARNAVAL

No somos de atacar blancos fáciles, pero debilita ver el ‘Gangnam Style’ como banda sonora de todo el Carnaval. No digo yo que se aniquile (que Corea del Norte apunte misilaco al vecino sureño para dar con el rapero), pero es que suena a la mínima. Cuando uno se despista, ahí aparece. Este año he pringado: me ha tocado cubrir casi todo el Carnaval, del desfile de disfraces al entierro del Carnestoltes (melodramático hasta la parodia), pasando por un concurso de drag queens que maldita la gracia y que acabó por bloquearme a golpe de chiste moranquil (me salvé, eso sí, de la rúa). Hasta irrumpieron dos comparsas y una batucada en plena redacción del periódico, como hacen cada año, cuando le levantan a uno del teclado y le ponen a bailar entre jefes y colas de pavo real. Ya saben que el periodismo está fatal.

Todas las crónicas las iba a resumir con el mismo patrón, hablando de lentejuelas, pelucones, taconazos, plataformas y pluma, mucha pluma, plumaza hasta el histrionismo. No sabía yo que había tanto forofo de estas historias, tanta gente que se tira un año preparando ropajes y ensayando coreografía (valoro los esfuerzos y la fe pero cada vez nos cuesta más comprender estos fanatismos, porque en La inercia caminamos sin remedio hacia un relativismo moral y material empantanado en la pereza).

Un día de esos, decía, cuando andaba por la calle pergeñando el artículo, me monté yo solo la fiesta. Abracé el antídoto, que fue hacer sonar en mi cabeza, como BSO alternativa, el Carnaval endemoniado y de perdedores que se inventaron Los Enemigos. Las guitarras sucias, los aullidos en la voz, la letra inquietante (“voy vestido de barbaridad”) y ese rock nervioso no se colarán nunca en una carroza, pero a mí me sirvió para desplumar la celebración de trajes barrocos y pompa gayer.