Aries: es un buen momento para escuchar buena música y a veces la tenemos más cerca de lo que creemos. Tauro: aparecerán en tu vida tres canciones que cambiarán tu estado sentimental. Leo: La Inercia te sorprenderá con buenas tonadas, bonitos shows radiofónicos y textos más que correctos. Orion: no sigas insistiendo, tu signo no existe, pero puedes escuchar estos tres bonitos temazos de todos modos.

La elección de V the Wanderer

THE GONE JACKALS – LEGACY

A veces los estereotipos tienen que renovar sus votos y los banqueros malos tienen que amasar billetes o las grandes compañías tienen que acabar con el arte en nombre del mercado. A veces necesitan ser directos y tópicos y perpetuar lo malo. Y ha de venir Disney y cerrar LucasArts porque lo que ellos querían era comprar la máquina de hacer billetes de Star Wars y todo lo demás les sobra. A veces pasa y entonces recordamos que en la cultura manda el que pone la pasta y no la imaginación, y los miles de debates sobados sobre creadores e idealismos fastidian por su exactitud, pero eso nos sirve, si hay suerte, para recordar lo mucho que tiene de milagro que esa cultura exista en primer lugar.

LucasArts estaba muerta desde hace muchas escenas de la película, como Bruce Willis. Llevaba años aguantando con el pulmón artificial de ponerle su sello a obras mediocres hechas por otros. Pero ahí estaba el romanticismo de ver vivo el logotipo que una vez abrió joyas del enorme tamaño de ‘The Secret of Monkey Island’, ‘Day of the Tentacle’, ‘Indiana Jones and the Fate of Atlantis’ o ‘The Dig’. O ‘Full Throttle’, la aventura biker definitiva, el dibujo animado que se cargaba las expectativas de género de una patada, literalmente: donde otros protagonistas perdían el tiempo resolviendo puzzles o buscando llaves, el motero Ben abría las puertas a golpe de bota.

Todos los tópicos valieron para crear un producto consciente y autoconsciente, que no perdía las marcas de la casa (narrativa clara y protagonista, personajes icónicos, humor a paladas) pero tampoco se dejaba lastrar por unos ni por otros. Y, como buena historia de moteros rebeldes, tenía que llevar por bandera un himno de rock polvoriento, retorcido, furioso. Encima quiere la casualidad que se llamara ‘Legacy’, con lo que puedo ponerme poético y listillo y cerrar esta recomendación hablando del inabarcable legado de las aventuras SCUMM de LucasArts. A veces los estereotipos se confirman: las grandes empresas nadan entre monedas, las aventuras gráficas son obras maestras y el rock de moteros nos empuja a tomar la carretera y tragar polvo en libertad, lejos de todo este ruido.

 La elección de Raúl

RAFAEL BERRIO – LA DESGANA

Hay veces en que no puedo con mi vida. Me pesa el día a día en el pecho y en la cabeza. No es pereza, ni contemplación, es la sensación del bajonazo vital, ese querer arremolinarse entre las sábanas y no salir; o mejor aún, lanzarse a la calle y regresar a los diez minutos a la cama con la pochez en la cara, claudicando ante la incomprensible vida cotidiana. Andamos pergeñando un artículo sobre cosas que dan bajona y el donostiarra Rafael Berrio, un tipo tristón y rarísimo, medio poeta, medio cantautor y medio crooner, ha dado en el clavo poniéndole banda sonora a la sensación.

«No forjar sueños, no leer. No buscar formas de novedad. Creo en la virtud de la desgana», canta en esta canción. «Mirar la vida sin interés, como quien ve pasar las nubes», sigue, y está todo envuelto en un piano inquietante y unas cuerdas muy solemnes. La pomposidad instrumental, la elegancia, así como la alta literatura (una letra complicada llena de comparaciones y metáforas) contrasta con la simpleza de lo que es un alegato del bostezo, el hastío y la inacción.

Creo que Rafael Berrio, objeto de elogios desmedidos por la crítica, anda sobrevalorado, y no descarto que haya personaje. «Tiendo a no hacer. Es un deje aristocrático. Hacer es burgués», confiesa al borde del nihilismo y la complacencia consciente, o mezclando humor y debacle a un tiempo. Pero la cosa es que este tema me ha enganchado, en parte porque estoy ya harto de discursos artficiales que hablan de la pasión y de echarle entrega y corazón a la existencia. Pues no, aquí no, aquí se cultiva el apalanque gozoso, el abatimiento y el desencanto, porque en la vida muchas veces estos momentos acaban goleando a los otros, a los efusivos. Reivindico la licencia para holgar, el derecho a la desgana.

La elección de Withor

UN PINGÜINO EN MI ASCENSOR – ARQUEOLOGÍA EN MI JARDÍN

Mi relación con la arqueología siempre se ha basado en el lema personal de George Clooney en Abierto hasta el amanecer: “Yo no te jodo a ti y, por lo tanto, tú no me jodes a mí”. Pero ahora nuestros caminos se han cruzado. Y siguiendo la máxima clooneyana, es inevitable que una parte acabe jodiendo a la otra.

Yo no digo nada (aunque lo digo) pero de momento no me he encontrado con ningún Indiana Jones y mucho menos –lástima- con una Lara Croft. Tampoco he vivido aventuras inimaginables ni grandes peligros, más allá de que me pillen leyendo el Marca en mi horario de trabajo. En realidad, los arqueólogos se parecen bastante a las personas normales. No van con un látigo por la calle. Que sí, que hay mucho bicho raro, pero no creo que más que en el gremio de los abogados, de los recolectores de frutas o de los lampistas. Aunque quizás sí.

Creo que en el fondo los arqueólogos y los periodistas tenemos bastante en común. Unos soñamos con escribir el artículo con el que nos carguemos a un presidente del gobierno y los otros con sacar de debajo de la tierra una estatua que hasta ahora se pensaba que era un mito. Y la realidad es que unos acabamos repicando notas de prensa con el piloto automático y los otros limpiando piedras sin ningún valor de manera rutinaria con un pincel. En fin. Quizás la culpa es nuestra. Nadie nos dijo que la vida fuera divertida o que se parece a lo que vemos en las pelis o en los videojuegos.