Ya está aquí el fenómeno que lo está petando entre la gente que sabe. Si usted no ha leído aún el Tres Canciones de La Inercia (TM) se arriesga a perder su carnet de moderno y de persona de cultura. Adorados hasta ahora tan sólo por un pequeño grupo de filarmónico-punkers de Tasmania, los recomendadores de La Inercia (TM) llegan por fin al gran público independiente y con criterio, ése que llena festivales y sabe más que los demás. No se quede atrás, lea La Inercia (TM) y deje atrás a la masa.

La elección de Raúl

CECILIA ANN – LOS AMANTES

Ellos ya habían homenajeado a Pixies pirateándoles una canción para bautizar al grupo. A mí Cecilia Ann, en tanto que noventeros subterráneos, me pillaron chinorris, ajeno a aquellas oleadas underground de cuando Aznar hablaba catalán (usted perdone la referencia a la actualidad). Me sonaban de holgar en la Tipo’s pero ni siquiera les llegué a escuchar. Tampoco ahora sabría decir gran cosa de ellos. Casi nada, a decir verdad, más allá de que eran de Granada. Sólo que me los volví a encontrar en aquel irregular recopilatorio de tributo a Mecano, metiéndole mano a ‘Los amantes’. Primero, reduciéndole la letra en la adaptación, como si dijeran: ‘Bastante hacemos en versionar, para que nos exijan el mal trago de hacer la canción al completo’. Segundo, cambiándole la insufrible instrumentación a la original e insuflándole una pequeña revolución pop con guitarras, teclados y algún violín, como mandan los cánones del pildorazo.

No dejó de ser aquello uno de esos usos irónicos de la música que tanta rabia dan, y a la vez el experimento quería tener un ademán provocativo: poner al prejuicioso indie a cantar buena parte de la música más vendida. Más allá del facilón invento nostálgico, me hizo gracia ver cómo cambiando la música, parece hasta modificarse la letra y darle una capa chispeante de humor o de ligera coña, contrapeso para una canción de Mecano mal resuelta, que si alguna vez tuvo algo de gracia quedó aniquilada. Y ahora pienso que el tema primigenio siempre debió ser así, acelerado, fresco, superficial, rico, dulce y urgente, como choteándose al final de la tuna y sus protocolos romanticones deleznables que aparecen por ahí. Uno se lo cree aquí, pero no en Mecano.

La elección de V the Wanderer

UTADA HIKARU – SAKURA NAGASI

En ocasiones una frase puede serlo todo. O ni siquiera la frase en sí, sino el modo y el momento en que se canta. Los sonidos, las inflexiones. Algo como «everybody finds love in the end» puede convertirse en el mazazo que nos clava una canción en las entrañas, que nos ancla un poco a ella.

«Everybody finds love in the end». La canta la japonesa-americana Utada Hikari a mitad del tema ‘Sakura Nagasi’ (‘Flor de cerezo floreciente’, topicazo japonés), después de una introducción a piano, de unas cuerdas que entran a herir, de un recitado de frases con tristísima cadencia. La repite, deja que se nos quede hasta que duela, que la anticipación rebose, y luego nos proyecta a un clímax explosivo. La música es un arte temporal y a mí estas estructuras me ganan a la primera.

«Todo el mundo encuentra el amor al final»: suena ñoño de narices. Pero Hikaru no la canta como un bálsamo, como en una hortera balada romántica j-pop (algo que la canción esta en peligro de ser en todo momento) sino casi como una advertencia o un suspiro de resignación. Ese «al final» suena a «demasiado tarde», a cura que ni es tal ni sirve ya. Quizá por eso esquiva el abismo de lo hortera y lo meloso; o tal vez no lo haga y sea cosa mía, que de vez en cuando me conecto estos azucarones sin pedir perdón y acepto todo lo que me recuerde a ‘Breathe Me’ de Sia. Sea como sea, dicho (cantado) queda: «everybody finds love in the end».

La elección de Withor

THE DOORS  – RIDERS ON THE STORM

Lo que más me ha impactado de la muerte del gran Ray Manzarek (ídolo de esta santa casa) es que ha pasado desapercibida de una manera realmente preocupante.  No esperaba una cobertura mediática similar a la de Alfredo Landa, un funeral de estado a lo Chávez u hordas de personas llorando como sucedió cuando Sara Montiel se resbaló y cayó al hoyo. Pero coño, el bueno de Ray se merece mucho más que los minutos musicales del final del informativo.

Curiosamente, tres días después Georges Moustaki deja de atender las llamadas y parece que se haya acabado el mundo. No le dieron portadas nacionales por poco. Algún presentador no pudo evitar las lágrimas. Y vuelvo a quedar impactado, esta vez incluso más, ya que señores, y perdonen mi ignorancia, yo no tenía ni zorra de quién es Georges Moustaki y sus “canciones tan conocidas” como Milord o Métèque me suenan a títulos de Eurovisión.

No sé qué puesto ocuparán Manzarek y Moustaki en el olimpo de los dioses de la música. Quizás en unos años sus figuras se acaben olvidando o padezcan una distorsión y se les valore todavía más. En mi caso –y perdonen de nuevo mi evidente y enorme laguna cultural- Manzarek siempre estará en lo más alto, y por eso me molesta tanto que mediáticamente se haya pasado tanto de él mientras se reverenciaba a Moustaki. ¡Qué diferente hubieran sido las cosas si el finado fuese el rey lagarto! Pero eso ya es otra historia…