En el asunto C-342/12, el Pueblo contra La Inercia, que tiene por objeto una petición de decisión prejudicial planteada sobre las Tres Canciones de cada fin de semana, con arreglo al artículo 267 TFUE y al buen gusto, el Tribunal de Justicia y Cosas sentencia que: 1) La Inercia siga recomendando temazos de bien al término de cada semana, 2) lo haga con criterio o, en su ausencia, bona fide y algo de vergüenza y 3) les desee un feliz y soleado fin de semana a sus lectores, escuchantes y amigos. La ejecución de esta sentencia será inmediata, irrevocable y superguay.

La elección de Raúl

CAMILO SESTO – VIVIR ASÍ ES MORIR DE AMOR

Noto cachondeo popular con los anuncios recientes de que a Tarragona van a venir a actuar, con menos de un mes de diferencia, Manolo Escobar y el Dúo Dinámico. Los caminos de las galas veraniegas son insondables (y ojito, que Tennessee han estado tocando en Reus y La inercia, en sonrojante error, no le ha prestado atención, en un despiste de inimaginables consecuencias que pasará a la historia de los anales periodísticos). Los ataques, decía, serán facilones: la pulla maliciosa a la vejez, a lo carpetovetónico, a lo ramplón, pero cada vez me gustan más las carreras largas sostenidas con sentido común, con seria ranciedad, con temple obrero y espíritu funcionarial, ajenas a escándalos; conforme se van coleccionando décadas en el mundo de la música la empresa no resulta tan fácil.

Me vino a la mente esto cuando veía las noticias alrededor de Camilo Sesto. Nunca fue un ejemplo de solidez y entereza emocional. Le recuerdo ya convertido en fauna del Força Barça, habiendo mordido el anzuelo de Cárdenas, predispuesto a rebozarse en el circo. Ahora han detenido a su exrepresentante y su exproductor como responsables de haber asaltado su chalet. Los ladrones ataron al artista y se llevaron numerosos objetos de valor. Él no tuvo culpa, claro, pero todo lo impregna un aura turbia, un aire a cuenta pendiente, a dinero de por medio, a juicios previos y reclamaciones (irrumpe en el tablero hasta un productor argentino de nombre Freddy Funes que le exige pasta al cantante).

En fin, una trama fea. Para que nos entendamos: esto nunca le pasaría a José Luis Perales o al citado Manolo Escobar, o a alguien que fomente la familia, que no conozca el divorcio y lleve con dignidad esa etiqueta vieja de felizmente casado. A veces las canciones grandes como ésta (enfática, dramática, desgarrada, poética y karaokera) sirven para huir de las debilidades humanas y reconciliarnos con el pasado grande, con los fastos que nos recuerden que a veces es mejor quedarse con el profesional que con la persona. Es tirar de antídoto: como cada vez que la lía Maradona ponerse a ver sus goles de los años 80.

La elección de Withor

PANCHO CÉSPEDES – VIDA LOCA

Siempre que uno viaja a Madrid tiene la sensación de que se va a acabar topando de bruces con algún famoso antes de marchar. Es como si existiera una obligación contractual para que éstos vayan al encuentro de todo aquel que viaja a la capital. Así todo el mundo tiene algo curioso que explicar a su regreso.

Contaba Cano el Cuarto que en una de sus últimas incursiones festivaleras a la capital se encontró, después de haber exprimido la noche, al Jack de Lost entrando en un hotel acompañado de un séquito de mojabragas deseosas de ser curadas por el doctor. No sé si fue Raúl o algún otro person el que me explicó orgulloso que había visto a Lucio, el de los huevos estrellaos, en pleno centro de la castiza ciudad. En un viaje mítico que hicimos hace unos años, recuerdo haber visto a Jordi Mollà Perales, el del triunvirato jamonjamonero, pero mis dos compañeros de fatigas andaban demasiado pacharanizados como para recordarlo (de hecho, me extraña que yo aún sea capaz de ello).

Esta semana andaba yo por Madrid y hubo un momento en el que creí ver a Pancho Céspedes. Pero no era él. Lo confundí con otro armario sudamericano.

Y así es como me fui de Madrid sin ver a ningún famoso. Como pueden comprobar… vida loca.

La elección de V the Wanderer

TENNESSEE – RAMA LAMA

Me cuenta el compadre Raúl que Tennessee tocaron en Reus y le suelto sin dudar que hemos perdido una oportunidad histórica. Porque mucha broma con los del du duá pero ahí los tienen dominando, desde hace décadas, un género que a lo mejor ya no le importa a nadie pero todo el mundo reconoce. Defendiendo las armonías vocales, el saxofón como sonido canalla, las chicas que pasan y enamoran, los tupés y las chaquetas a lo Regreso al Futuro; otro mundo repleto de onomatopeyas dentro de éste.

Tennesse, juraría, fue el primer grupo cuyo nombre conocí, el primero que identifiqué como mío. A mi hermana y a mí nos traían locos, ahí con seis o siete años, y  recuerdo rebuscar juntos sus cassettes en el exhibidor giratorio de bares andaluces, donde se servían cubatas a las doce del mediodía, se gritaba mucho y todos los tipos olían a una mezcla de JB, sudor y Varón Dandy. Tennessee es una más de las anclas que vamos soltando en el tiempo, tan caprichosa y (que no me nuble la nostalgia) ridícula como cualquiera de ellas.

Más recientemente, además, la banda se ha convertido en una especie de chiste privado entre Raúl y yo, que nos arrancamos a la mínima a hacer versiones doo-wap de lo primero que se nos cruza, ya sea Beethoven, The Black Keys o ‘El ángel Simón’. Y por eso, claro, nunca tendremos carnet de críticos.