Con esta nueva entrega de recomendaciones, superamos ya en páginas escritas a Fiodor Dostoievski y a Emilia Pardo Bazán y nos quedamos a tres cuartillas de Benno Von Archimboldi, a cinco frases de Enrique Vila-Matas y a tres puntos y coma de Hans Reiter. La Generación del Ochenta y Pico lo peta en producción, siempre que sea a doble espacio y en Arial 36, de cuando la guerra.

La elección de V the Wanderer

ROXY MUSIC – MORE THAN THIS

Y eso, que al fin he estado en Tokyo y he ido a un karaoke y me he acordado de Bill Murray y de Scarlett Johanson cuando aún me enamoraba y de su peluca rosa, y casi me dio por buscar este ‘More than this’ que Murray canta mal tan bien, que revienta a matices y que resume todo lo que hace grande a esta película, aunque ahora en la parroquia de Nuevos Guardianes de la Cultura esté de moda ponerla a caer de un guindo, pero cuando iba a buscarla y a berrearla me dije, compadre, tira del repertorio de siempre y dale a ‘Creep’, ‘Total eclipse of the heart’ y ‘Can’t take my eyes off of you’, que las películas nos llevan a los sitios antes de ir a ellos pero una vez hemos llegado tenemos que construirnos nuestros propios viajes, y no la canté porque Murray es Murray y yo soy yo y ya estaba siguiendo suficiente sus pasos, y al final ayer me fui de Tokyo desbordando melancolía pero sin que en mi cabeza sonase un solo momento ‘Just like honey’, vamos, que la poética de la vida no es tan directa o tan fácil como la del cine y a veces roza el ridículo, lo único que sonaba en mi despedida era ese ‘Moonlight Densetsu‘ que se me había pegado en la playa de Tanabe y que yo ni sabía que era de Sailor Moon, un tema que no encajaría en la cinta de Coppola pero que ahora me devolverá siempre a un viaje infinito, maravilloso, una escapada en busca de ese algo más que sabemos que no existe, de esa cosa que no existe pero que nosotros, como afirmaba John Ford, nunca podremos dejar de buscar.

La elección de Withor

YOUNGBLOOD HAWKE – WE COME RUNNING

Quién nos iba a decir hace unos años que ahora que entramos de lleno en la cuarta década de nuestra existencia, íbamos a vivir una de las etapas más fructíferas de vicio al FIFA. A los 20, cuando ya nos viciábamos como animales, pensábamos que a los 30 estaríamos quizás pidiendo manos, paseando churumbeles o firmando hipotecas. Y aquí nos tienen, tan panchos, con el mando entre las manos y los ojos fijos en la pantalla, como si a nuestro alrededor se extendiera un vacío infinito y silencioso.

La cosa ha llegado al punto de vivir situaciones extremas. Hace unos días decidimos echar una liguilla entre tres para pasar el rato. Pero la realidad fue muy distinta. Pocos climas de tensión semejantes hemos sufrido alguna vez. Las manos temblaban, temiendo dar el pase equivocado. Hubo gritos, tensión y a Dios le pitaron mucho los oídos. Incluso teníamos que hacer pausas para descansar mentalmente y relajarnos. Raúl reconoció que prefería estar trabajando antes que en mi comedor. Fue una jornada inolvidable.

¿Llegará a su fin algún día nuestra ansia fifera? De momento, no nos preocupamos y seguimos liados. Dicen que los 70 son los nuevos 60, y yo cada vez estoy más convencido de que los 30 son los nuevos 20. Habrá que ver si, por casualidad, los 40 acaban convirtiéndose en los nuevos 30.

 

La elección de Raúl

TRIBALISTAS – PASSE EM CASA

A esta sección no hay que forzarla pero, sequita la hoja de recomendaciones, nos emperramos en que sea la vida quien nos dicte. Si no fuera por el Tres Canciones, habría semanas en que ni saldríamos de casa, pero ahí nos ven abocándonos a última hora a la calle a la caza de experiencia, de anécdotas, de asideros, como el escritor baratucho que busca vivir como materia de prima. A veces no cuela y la cosa entra con calzador. Si no, vean: ando por la provincia de Huesca buscando el Mirador de los Buitres y la radio del coche escupe un tema de Paulina Rubio. Nada. Visitamos el oscense Castillo de Loarre, sugestivo lugar donde Ridley Scott retrató batalla en ‘El Reino de los Cielos’, y no deja de sonar pop y rock en español manoseadísimo. Una nueva frustración. Circulamos por la escollera de Tarragona y pega gritos Shakira. Otra vez no hay por dónde agarrarlo, así que gatillazo.

Cuando estaba perdido y tenía el cuerpo destemplado por tanta descontextualización encadenada, en un restaurante tranquilito, familiar, rústico y muy catalán del casco viejo ameniza la cena música brasileña, algo muy acorde, ya ven. Me salva entonces, devorando una tostada, una última asociación. Creo que es Caetano Veloso y de ahí salto por fin a un disco que escuché hace unos años: ‘Tribalistas’, un experimento en trío, donde figuraba el insufrible Carlinhos Brown, aunque aquí más contenido y menos insoportable.

No soy de ponerme étnico ni sudamericano, pero escuché bastante aquella mezcla de samba, bossa y jugueteos de dj, con la pachorra y la dulzura brasileiras. Ya da lo mismo, nada ha sido oportuno, nada cuadra, y me acuerdo ahora de una comida en pleno Camino de Santiago, cerca de la meta, donde tocaba ya percibir un galleguismo musical ‘in crescendo’ y en cambio los altavoces del bar nos ofrecían un techno-dance escandaloso y bailongo a todo trapo, y en la cima del desarraigo dijo V algo así: «Cómo me gusta que nos pongan en situación con estas muñeiras».