Por una pequeña y divertidísima pirueta legal, La Inercia es de nacionalidad beliceña, pero nosotros nos sentimos fervorosamente lichtenstenses. Pese a ello, no nos importaría abrazar los emblemas de una patria como Burundi o Kiribati si se nos ofrecen cargos de mucho poder en sus gobiernos y se nos construyen desproporcionadas efigies en la plaza mayor. Contamos con que estas tres canciones sumen puntos en esa dirección.

La elección de V the Wanderer

SIOUXSIE AND THE BANSHEES – FACE TO FACE

¿Qué ha sido de la Canción de la Película? Aquel birlibirloque en el que se tomaba el tema principal del score y se convertía en radiable tonada pop, un Frankenstein que machacar durante los créditos y en la venta del filme. Por ejemplo, transformando la elegía militar de Jerry Goldsmith para First Blood (Acorralado) en una suerte de balada power pop ochentera (‘It’s a long road‘, ay) o dándole alas a la empalagosa Celine Dion con las melodías de Horner para Titanic. ¿Se sigue haciendo?

El engarce es visible y facilón: cambien la orquestación clásica (cuerdas, vientos, triángulo) por unos perezosos arreglos de banda, escriban una letra que más o menos case con el tono de la cinta (o ni eso) y pídanle a un vocalista de lumbre que lo defienda sin demasiado empeño. Todo muy cínico y olvidable, sí, aunque hay veces que la cosa puede llegar a funcionar.

Siouxsie and the Banshees, por ejemplo, parecían una buena opción para recoger, a principios de los 90, la brillante composición de Elfman para Batman Returns y hacerla canción. Oscuridad y aire malsano: bien; un toque de añoranza: correcto; algo de sensualidad: ideal. Mucho mejor que meter con calzador a, no sé, Prince. Así, esta banda que fue y ya no es (no hagamos drama) se puso gotiquísima y coquetona para vestir un romance torturado entre dos personas (Batman, Catwoman) a reventar de secretos, escondidas tras las máscaras de sus propias caras descubiertas. La escena del baile es una cima del cine de superhéroes y este tema, aunque algo periférico, le da paso con encaje; además consigue tener vida e identidad propia y no ser un simple colgajo promocional. Sólo por ello, por una vez, me levanto a defender la Canción de la Película. Tampoco se acostumbren.

La elección de Withor

SUFJAN STEVENS – COME ON! FEEL THE ILLINOISE

Desde que trabajo en una empresa norteamericana, no paro de vivir aventuras. Y sin necesidad de salir del comedor, ni siquiera de quitarme el pijama. La última, que tuvo lugar esta misma semana, podría titularse ‘De ruta por los Estados Unidos (en pijama)’.

Consistió el hecho, como verán más trivial de lo que prometía, en una audioconferencia en la que participamos unas 200 personas. La mayoría de ellas, estadounidenses. Durante una hora, tuve la oportunidad de escuchar a compañeros de trabajo que viven en Pensilvania, Dakota o Iowa. El conductor de la función iba saltando de un lugar a otro. Y lo disfrutaba. En cinco minutos, hablaba con Patrick de Chicago, para después saltar a Ashley, que vive en la otra punta del país, y volver donde lo había dejado previo paso por Sacramento u Oklahoma.

Este leve contacto con los americanos me hizo pensar en el gran Sufjan Stevens. Este cantautor prometió, a sus 28 años, que dedicaría un disco a cada uno de los estados de los iueseí. Empezó bien, con dos álbumes en tres años, Michigan e Illinois. Y desde entonces, hace ya más de ocho años, ha pasado del tema. Si hoy se pusiese manos a la obra para cumplir su promesa, y a un ritmo de un disco por año, acabaría su gran epopeya con 86 tacos. Come on, Sufjan!

 

La elección de Raúl

JACKIE WILSON – HIGHER AND HIGHER

Sé que puede sonar impuro, pero por el anuncio de Qatar Airways y el Barça estoy escuchando a un negrazo de los años 60 la mar de soleado y animoso. Se llama Jackie Wilson y, en efecto, era denominado por algunos como el ‘Elvis negro’. Y en esas he caído yo preso del gran marketing, ese tsunami que si se mezcla con fútbol de elite y un club todopoderoso resulta avasallador: un buen ejemplo son los informativos repitiendo hasta la saciedad el spot, entendido casi como una obra de arte o un ‘dónde está Wally’ para discernir los detalles y qué hace cada futbolista azulgrana que pasa por ahí. Fue como el anuncio de Nike y Brasil en el aeropuerto a finales de los 90, aquel en el que la lían como chiquillos con un balón y después tuvo a medio mundo intentándolos imitar.

El efecto ya está, en tanto que pieza hecha sólo para molar. Ni yo voy a viajar más con Qatar Airways ni me voy a hacer socio, pero quién dijo que la publicidad debía conseguir eso. El spot, que recrea un país llamado Barça y se ve como un corto, tiene su gracia, ha llegado a todas partes (maquinaria mediática obliga) y al bueno de Wilson le ha resucitado de aquellos años 60 souleros y despreocupados. Ayer le pinchaba un dj durante una sesión en un parque durante las fiestas de Santa Tecla y yo, seguramente sacrílego, reduccionista como un buen titular de prensa, pensé en Neymar haciendo diabluras en la sala de embarque o en Gerard Piqué mirándote borde el pasaporte. Fui injusto y por eso reivindico aquí a Jackie Wilson y a su felicidad, pegando caderazos con su tupé y sus cucamonas lejos del Camp Nou, en un plató de tele americana, con cuatro coristas detrás alegrando los corazones en un pelotazo de groove.