Y alguien escribió, muchos siglos ha, en algún rincón de Babilona: «La Inercia, cuya madre es la historia, émula del tiempo, depósito de las acciones, testigo de lo pasado, ejemplo y aviso de lo presente, advertencia de lo por venir». Pocos días ha, Pierre Menard nos visitó. Y a diferencia de lo anteriormente expuesto, él afirmó: «La Inercia, cuya madre es la historia, émula del tiempo, depósito de las acciones, testigo de lo pasado, ejemplo y aviso de lo presente, advertencia de lo por venir».  Así pues, comparen y decidan.

 La elección de Withor

ENRIQUE Y ANA– MI AMIGO FÉLIX

Llorar está de moda. Como los shorts, el adjetivo estratégico o hacerse independentista.  Cada vez son más frecuentes, tanto en foros como en redes sociales, como fuera de Matrix, las personas que parecen orgullosas de haber llorado con algún producto audiovisual. Como si el hecho de derramar unas lágrimas convirtiese la película o la serie en algo más memorable; como si no existiese mejor argumento que la prueba física de nuestra emoción.

Pues yo, que no me considero una persona insensible, he llorado en contadas ocasiones viendo una película. No es que quiera ir de macho hispánico (que no me apago los cigarros en el pecho), pero pocas veces he quedado tan conmovido como para lagrimear como caballo desbocado. La más tocafibras para mí ha sido ‘La vida es bella’. No sé explicar el porqué, pero las dos veces que la he visto he acabado sollozando cuando se cargan a Benigni. En la segunda ocasión, me pareció casi irrisorio. ¿Por qué era incapaz de controlarme?

Algo parecido me pasó esta semana. No sé a santo de qué, pusieron en la televisión la canción que Enrique y Ana dedicaron a Félix Rodríguez de la Fuente. Hacía años que no la escuchaba, pero la recuerdo perfectamente. Tengo la imagen grabada: de pequeño con mi hermana, en el coche, escuchándola una y otra vez y yo aguantando las lágrimas. Dos décadas después, y pese a lo ridículo que es el epitafio, estuve a punto de caer en la trampa. No les exagero si les digo que, sin salir de mi asombro, tuve que hacer un gran esfuerzo para no imitar a la Magdalena.

Esa es mi historia de esta semana. Y a todo esto, perdón por el spoiler.

 

La elección de V the Wanderer

JARCHA – LIBERTAD SIN IRA

El otro día bromeaba en Twitter con que toda la música reivindicativa es punk, perroflautismo o hip hop, que por qué no una protesta en pop chicloso o canción ligera. Es un chiste (flojito) que sólo funciona con reduccionismo, vale, pero no me negarán que todos asociamos un sonido a la queja musicada: si es con rabia, sonará a cresta y a gritos; si es con agresividad y ánimo chulesco, a duelo de gallos con gorras sin encajar; si es melancólico e intelectual, a cantautor adormilado… Pues bien, que no tardó mucho en venir alguien a corregirme y decir que aquí sí habíamos tenido canción ligera protesta: Jarcha, nada menos.

Yo a Jarcha no lo considero canción ligera porque me reconozco torpe con el etiquetaje, pero me suenan más a folk con voluntad de romancero popular que a melodía para single. Radiables por lo entrañable y generacional y no por sonar en un talent show, para entendernos. Y además, si dejo que me entren las dudas, podría no considerarlos siquiera canción protesta. Me explico.

No vendré a arreglar la Transición en cuatro párrafos porque ni treinta años y pico lo han hecho, pero creo que ese verso sobre «gente que sólo desea su pan, su hembra y la fiesta en paz» señala, en retrospectiva, el triple que colaron los malos para no acabar colgados en la plaza mayor. Poca protesta hay en ese «guárdate tu miedo y tu ira» que puede uno imaginar en boca de Yoda.

Pero eso, oigan, no quiere decir que no le tenga cariño a este himno espontáneo: prefiero su espíritu dialogante y pacifista, aunque sea iluso, a soflamas encendidas llamando a las armas. Esa concordia de abrazos gratis forjó el espíritu de la Transición, cosa bella que hizo a nuestra sociedad más amable, más culta, más civilizada. Así lo prueba el primer comentario que acompaña a la canción en YouTube, ahí, sin ira y con libertad: «Rojos hijos puta».

La elección de Raúl

KORTATU – SARRI SARRI

Vengo de pasar unos días en Navarra y allí está todo el mundo bebiendo zuritos y txakoli sentado en la acera del casco antiguo de Pamplona, calles por donde hace un par de meses pasaban desbocados los toros. A riesgo de hacer antropología barata, vicio enquistado cuando se viaja, me llamó la atención cómo, paseando por la zona histórica de la ciudad, me topé a las primeras de cambio con esos perfiles inequívocamente vasquísimos: jóvenes con pelambrera, rastas y camisetas reivindicativas, perroflautismo, abertzalismo latente y marcha guarra, sin sofisticar.

Con un garito de ‘hard rock’ allá y la mocedad charlando en corros sobre el adoquín, uno se ve hasta con ánimos de salir de fiesta en chándal porque no va a desentonar en tanta informalidad, sobre todo cuando cenar (siempre de pie) incluye avituallamientos itinerantes de pinchitos. En esencia: jaroteo de guerrilla, presto para el forcejeo en la barra, y una muchedumbre vociferante poco apta para tiquismisquis. El ambientazo dura poco (a las dos de la mañana se despejan los bares; es jueves) pero es intensísimo y, como si fuera un encierro, llena las calles de lo que parece una jarana universitaria rutinaria, con chavales que acuden hasta con apuntes, por aquello de aplacar remordimientos.

Me da a mí que aquí tardan poco en echarse a la calle en una celebración. Al día siguiente montan el San Fermín Txikito, con ‘minigigantes’ (valga el oxímoron) desfilando y atizando de broma a los críos. En el último devaneo por Pamplona, no logro escapar del tópico: me vienen a la cabeza nombres como Su Ta Gar o Boikot, más o menos exponentes de un rock radical y siempre rebelde, pero también con esa cosa ska prediseñada para empujar a la gente a pegar saltos en vertical y darse topetazos entre sí, animalizándose. Soy torpe en la materia, así que me acuerdo como mucho de la canción ‘Sarri Sarri’, de Kortatu, y pese a lo lejana en lo estilístico y lo cronológico, ahora la veo buena banda sonora para el lugar, para inmiscuirse en el paisaje y ser menos turista en las Vascongadas.