Ya reconocemos al caballero que manda flores y no sabemos quién es, y al estudiante dicharachero que es un Don Juan en busca de su Inés. Agradecida y emocionada, La inercia solamente puede decir: gracias por venir (y leer y escuchar).

La elección de Withor

TACHENKO – 1986

Es un concepto conocido como ‘la banda sonora de nuestras vidas’. Viene a significar que los momentos verdaderamente significativos de nuestra existencia vienen acompañados por una canción que sirve como banda sonora del evento en cuestión. Canciones que más tarde, al ser escuchadas, nos rememoran esas grandes –o pequeñas- experiencias que en parte sirven para justificar nuestra insulsa presencia en el mundo.

Yo debo ser un bicho raro, porque no asocio ninguna canción a mi primer beso, mi primer amor, ni siquiera a mi primera aventura picante entre sábanas. En el terreno de la amistad sucede algo parecido: soy incapaz de poner una banda sonora clara a la primera borrachera o a las centenares de peripecias vividas que reconozco han forjado mi vida. Y poniéndonos pragmáticos, no recuerdo qué música acompañó mi primer día de trabajo o el artículo con el que debuté como periodista.

Y sin embargo, podría enumerar sin problemas las tonadas que han servido de guía a miles de instantes banales, totalmente intrascendentes y carentes de cualquier atisbo de épica. ¿Escuchan la canción? Sí, fue la que sonó aquel día que fui a comprar el pan. ¿Y estas dos? Sonaron aquella vez que hacía zapping aburrido y cuando fui al cajero a sacar 20 euros. En el caso de ‘1986’ de Tachenko, el recuerdo está muy claro, vivísimo. Los primeros acordes me trasladan a la velocidad del rayo a mi coche. Voy transitando por la Avinguda Pere el Ceremoniós de Reus y me dispongo a ir a trabajar a ThyssenKrupp Elevadores. Voy cantando aunque algo preocupado ante la evidente falta de aparcamiento. Ya ven ustedes… ¿cómo podría olvidar ese momento?

La elección de V

FOUR WINDS AND DITO – EL JUICIO UNIVERSAL

Será que viene la Semana Santa o será que se acerca un eclipse lunar que la pondrá roja del todo, pero hoy tengo la vena escatológica muy pronunciada y este tema, con el directísimo título ‘El juicio universal’, me entra más que bien. Es rock agitado, de rebeldía inocente, letra planísima y marchamo sesentero que he descubierto gracias al libro ‘Beatles made in Mallorca. La recepció insular de la música beat’, de los amigos Tomeu Canyelles y Frances Vicens.

Me pidió Francesc que hiciera de anfitrión en una presentación íntima y ahí me metí, felicísimo por tener una excusa para aprender un poco más sobre música y sobre la isla. Y menudas jaranas beat me descubrieron: aquí parece que, con tanto guiri y tanta Spanish fiesta, todo quisqui se dejó flequillo y se puso con el guitarreo rítmico. Hubo mucho imitador o adaptador de los de Liverpool, como es de esperar, pero también otras formaciones con voz propia y calidad sobrada. Una de ellas, Four Winds and Dito, era de recuperación especialmente difícil, pero el libro de Canyelles y Vicens los ha vuelto a poner en el mapa, aunque sea para cuatro tronados melómanos como nosotros.  Ellos crearon temas propios como el de ahí arriba. Con un juicio universal así de beat no nos importaría que se acabara el mundo hoy mismo, oigan.

La elección de Raúl

AMARAL – GENTE ABOLLADA

Amaral es como CiU, que juega a dos bandas. O como el PSC, en la equidistancia, disputando dos ligas o más, entre el sí y el no. O como el Espanyol, que un año hablaba de ganar la Uefa y al siguiente bajaba a Segunda. Puede dar rabia o puede ser el gran valor, pero en todo caso, ese jugueteo suyo que va del indie más extremo a lo más radiable (por otra parte división caduca por manoseada y sin sentido) transpira una enorme diplomacia, unas cotas no sé si de planificación de marketing pero sí de alta política. Sólo así se entiende que un día colaboren, por ejemplo, con Juanes, y al otro se junten para rendir homenaje a Surfin’ Bichos, gurús del desasosiego y prehistoria legendaria de lo alternativo, poco antes del boom del negocio en los 90.

Este ‘Gente abollada’, acaso canción marginal, un cóctel abrasivo de coca, hospitales, amor y violencia, se lo llevan a su terreno: un rock veloz, que limpia y le resta acritud al tema original pero que deviene igualmente en tiro inapelable. El tema se incluye en el disco ‘Family Album II’, donde conviven Triángulo de Amor Bizarro, Clovis o Xabel Vegas y las uvas de la ira. En la ambivalencia de Amaral, como en la de otros, me llaman atención los referentes que citan en las (muchas) entrevistas de promoción: curiosas menciones, a veces lejanamente perceptibles en su música; quizás estrategias de comunicación o, mea culpa, vicios que conserva uno de compartimentarlo todo.

Después de aspirar al 100% de los carteles de festivales, a veces Amaral, demagógicos y solventes, espléndidos gestores, bajan a la calle, como el político que en campaña electoral se queda a dormir en la casa del vecino para tomarle el pulso al pueblo, y tocan con Lagartija Nick. No me parece mal. La etiqueta del pop-rock es pantanosa.