Se nos han quejado diversas entidades porque nunca, dicen, les tenemos en cuenta. El Instituto Americano de Bigotes, el Club Internacional de Suegras, el Colegio de Procastinadores y la Asociación de la Tierra Plana denuncian que no pueden dejar ir habitualmente sus opiniones en La inercia. Tienen toda la razón. A partir de mañana, los pareceres de estas plataformas (y también los de la Sociedad de la Armonía de las Peluquerías) serán valorados con mimo en esta página de páginas. Lamentamos, eso sí, que en esta entrega del Tres Canciones se hayan quedado fuera las motivaciones y pensamientos de toda esta gente. Será la última vez.

La elección de V

HIBARI MISORA – KAWA NO NAGARE NO YOU NI (川の流れのように)

Esta semana tocaba enka. Encontré una playlist rondando por el ancho internet y a partir de ahí descubrí, medio loco, que está Spotify hasta las costuras de este estilo. El atracón ha sido chico. El enka, por si se lo preguntan, es una suerte de canción ligera japonesa, harto sentimentalona y nostálgica, muy viejuna, fruto del contacto entre sonidos tradicionales del país y tendencias americanas. Ya lo ven: en La Inercia siempre estamos al quite de la actualidad.

Entre toda la avalancha de enka que se me vino encima, un nombre se repetía constantemente: Hibari Misora. Una señora elegante, ataviada con preciosos kimonos, que me saludaba desde todas sus portadas. La maldita tiene pegada y un estilo carismático, así que antes de darme cuenta ya había engordado mi lista de favoritos con cuatro o cinco temas suyos. Pero, ¿quién era exactamente Hibari Misora? ¿Sería su monopolio fruto de la casualidad algorítmica de Spotify?

Un vistazo a la Wikipedia responde a la pregunta con un fostión de vértigo: Tesoro Nacional Viviente, Premio de Honor del Pueblo, 68 millones de discos vendidos, 1200 canciones grabadas. Le falta un dueto con Raphael para pasarse la música.

En un momento me adentro en su extensísima red de intertextualidades y (per)versiones: adaptaó al japonés temas como ‘La vie en rose‘ o ‘Cucurrucucú paloma‘, cantó el temorro ‘Tabi no yoda’ de su compatriota Takuro Yoshida y ha sido versionada por peña de nivelón como los Tres Tenores. Estos últimos le metieron mano a ‘Kawa no nagare no you ni’, su última canción y la más conocida y querida: en 1997 fue votada en una encuesta de la NHK como la mejor canción japonesa de todos los tiempos.

No estaremos a la moda, pero a ver qué otros sitios les descubren un Tesoro Nacional Viviente un fin de semana cualquiera.

 

La elección de Withor

FOLLIM FOLLAM – FOLLIM FOLLAM 

El Chivi y Juampa y la Raja se llevaron la fama entre los de mi generación, pero no fueron los únicos (ni siquiera los primeros) que en la era tecnológica decidieron que mezclar música y sexo podía ser una buena idea. Como ha sucedido tantas veces a lo largo de la historia, los verdaderos héroes son anónimos. Aquellos que lo empezaron todo, los que condujeron su evolución y  exprimieron el género hasta no dejar ni una gota, deben estar hoy en los sofás de sus respectivas casas pensando que la vida será muy bonita, pero también muy perra.

Para mí los grandes del movimiento sexo-musical moderno no tienen nombre ni apellidos. Son casetes de gasolinera de 500 pesetas que nos dejaba el padre de un amigo cuando teníamos 15 años. Grabaciones que no reportarían ni un euro y que ni siquiera aparecen en Youtube (la certificación más veraz que puede existir hoy en día de tu muerte). Recuerdo títulos de disco como ‘El tren’, canciones divertidas como ‘No sé lo que pasó’ y algunas letras que para mí son auténticos incunables de nuestra literatura (“¿Qué coño macetas? ¡Si son mis cojones!).

Uno de los pocos grupos de este tipo aún recordados son los Follim Follam, catalanes con sorprendente capacidad para imitar el acento gallego y que llegaron a sacar tres discos de su serie ‘Cançons porques’. Valga esta canción como homenaje a todos esos héroes desconocidos a los que jamás podré pagar los buenos momentos pasados.

La elección de Raúl

THE KRAV MAGA – COSMIC

Ando estos días escuchando bandas cercanas, por aquello de la deformación profesional y de que a veces me toca hacer de jurado, cuando me recomiendan The Krav Maga, unos tíos de Reus. Son cuatro, se juntaron hace un par de años y cantan en inglés. Los pongo y, en un desplante torero de elavadísima crítica cultural, pienso: ‘Joder’. Pronto me abstraigo y se me olvida la procedencia, ese cariño o aversión que siempre intoxica, los localismos que desvirtúan, que deforman el prisma. The Krav Maga se me antojan agradable sorpresa mientras ellos siguen en la lucha innegociable: batallan por el próximo concierto, se están colando en las finales de los concursos, y ganando algunos.

Esa virtud de que en las canciones suceden muchas cosas se ve aquí, en ésta, ‘Cosmic’, un retazo de lo que hace la banda. Desde el riff inicial, bien memorable, hasta todo lo demás, un laberinto de tema juguetón, varias canciones en una, y un amago de experimentación un poco ‘jam’ al final, gustándose en lo instrumental. Y si tienen que meter un «na, na, na» por ahí para sonar danzarines, pues no pasa nada. Grupo novel, etiqueta obliga: ellos hablan de rock como punto de partida, para luego mezclar desde psicodelia hasta funk, pasando por pop. Ahora etéreos, ahora guitarreros, ahora melódicos, The Krav Maga, bautizados como esa forma de combate y defensa, me sorprenden y me molan (ya ven la finísima pluma musical).

Sé que no debería, pero me pongo provinciano: me gusta que me rodeen propuestas así y, por trabajo, manejarme entre ellas. Los interesantísimos The Krav Maga son otra muesca en el abundante mundo alternativo, que ya empieza a ser el mayoritario (ojo que las modas nos llevan al oxímoron de convertir ya lo indie en lo modestamente masivo, y el día en que salga un artista emergente cantando pop latino influido por Kike Santander lo vamos a aplaudir como a una rareza insólita en el culmen de la originalidad). Da igual: a mí me está encantando el rock trascendente de The Krav Maga.