El cuadro masculino de la modalidad olímpica del heptatlón sobre terruños incluye, entre sus prácticas estrella, el ajedrez subacuático y la recomendación músico-mística de tres canciones, certamen longevo donde los haya, con raíces atenienses incluso. En esa disciplina ahí medalla de oro buena habrá y camisetas de regalo para todos.

La elección de Raúl

EL CUARTETO DE NOS – EL EMPLEADO Y LA MUERTE

Hace unos años estuve realmente enganchado a la liga argentina. Rectifico: a las locuciones locas de un fútbol apasionado, excesivo y lento; ya se sabe: el paroxismo llevado al césped, a las gradas y a las calles. Grababa los resúmenes que llegaban aquí de los mejores goles. Recordaba al detalle una expresión, un insulto ‘on air’ al jugador desde la misma cabina de prensa. La hinchada, la barra brava, tenía un punto entre intimidante y entrañable, cuando se veían esas imágenes en las que potentísimos manguerazos de agua intentaban aplacar a la masa enjaulada entre esas vallas altísimas, una anacronía en el mundo del fútbol pero necesaria en aquellos estadios australes.

Hubo un tiempo en el que me sedujo aquel imaginario y hasta la delincuencia añadida me parecía liviana. En los telediarios españoles, si se hablaba por enésima vez de jaleos en el Torneo Apertura volvía a aparecer la misma imagen de archivo: dos tíos lanzando (con la misma lógica, o sea, ninguna, que la de los rockeros tirando la tele del hotel por la ventana) un gran tabique de piedra desde lo alto de una tribuna y estampándose en pleno parabrisas de un coche en marcha. Aquello lo resumía bien todo.

Me he vuelto a acordar de todo eso esta semana, al releer ’19 de diciembre de 1971′, considerado por muchos el mejor cuento sobre fútbol de todos los tiempos. El relato, mitad drama mitad humor, se ubica en los días previos a un Rosario Central-Newell’s Old Boys, derbi decisivo para ganar un campeonato. Unos hinchas planean el secuestro del llamado viejo Casale, un anciano chungo de salud, ya retirado de los graderíos, que nunca ha visto perder a Central en el derbi rosarino y al que reclutan de su retiro (recomendado por el médico) como amuleto desesperado para intentar ganar el gran partido.

La indispensable narración del escritor Roberto Fontanarrosa viene a individualizar, a ponerle rostro y divertida peripecia a ese fervor masivo, despersonalizado en la cancha. Lo mismo hace esta canción argentina, donde la muerte llega y el tipo, que está viendo el partido por la tele, no puede irse aún y le pide esperar. Hay que huir de la masa desbocada pero abrazar y sonreír ante esa fe privada y poco transferible del aficionado sufrido, del hooligan incauto e ingenuo entregado a la causa a pesar de desenlaces fatales. Lean la historia del viejo Casale y no me dirán si es tierno un forofismo así.

La elección de Withor

LOS PLANETAS – CUMPLEAÑOS TOTAL

En estos nuevos tiempos cumples años y recibes más de cien felicitaciones de media. Familia y amigos, sí, pero también personas que no se paran a hablar contigo cuando te encuentran por la calle, chicos y chicas que en un primer momento no recuerdas como se llaman, gente de lejanos países e incluso algunos a los que nunca has visto –ni verás jamás si no se tuerce mucho la cosa- en vivo y en directo. Nada que ver con hace 15 o 20 años, cuando sólo te felicitaban tus padres y hermanos, tías o primas con muy buena memoria y los amigos de verdad.

Ahora con el ‘Guasha’ es fácil: pones ‘felicidades’ y unos cuantos emoticones graciosos y parece que te has currado el mejor mensaje del mundo. Y, ciertamente, se agradecen mucho, en tanto que lo importante es que se hayan acordado de ti. Pero la nostalgia (siempre presente, ya ven) me invita a pensar en aquellas épocas en las que alguien cumplía años y querías enviar un mensaje de texto realmente trabajado. Ese mensaje podía tardar en escribirse más de 10 minutos, ya que no era fácil dar con la idea, las palabras exactas y que el conjunto fuese lo suficientemente bueno como para evitar que fuese borrado cuando el buzón empezaba a saturarse. Esa perfecta combinación te convertía en el amo si la enviabas y en el más feliz del mundo si la recibías. Hasta hace poco, Raúl conservaba la felicitación que le envié cuando estábamos en la universidad tomando como base el ‘Cumpleaños total’ de Los Planetas. Los ‘guasha’ que recibí el viernes estarán allí hasta la próxima actualización del sistema. Perra vida.

La eleción de V

TORI AMOS – I DON’T LIKE MONDAYS

Frente a tanta indignación y tanta escandalera con los remakes de cine, es agradable ver que la música contemporánea se toma su continua relectura con alegría y hasta pedigrí. En eso es un poco como el cómic norteamericano, que siempre tiene el dedo levantado sobre el botón del reinicio. A mí me encantan las versiones nuevas, las reescrituras, los palimpsestos. ¿Falta de ideas? Sólo si el que hereda la obra a versionar se conforma con lo mínimo.

Para festejar esta flexibilidad de la música, este fluir de ideas que dialogan y renacen y crean mundos nuevos a partir de lo viejo, tengo una lista en Spotify titulada (sin demasiada imaginación) «(Per)versiones«. Lo último que he añadido es un cover de ‘I don’t like mondays’, aquel horterísimo tema new wave de The Boomtown Rats con palmas y alegría, tocado en clave de tranquis por la muy artística Tori Amos. El ejercicio no es rompedor, pero ya me dirán si el resultado no les suena nuevo y les hipnotiza un poco.