Raúl planea vestirse de redactor de la Rockdelux mientras Adri termina los últimos pespuntes de su disfraz de FIBer. V aún no se ha decidido entre el modelito de Lady Gaga o aquel conjunto de Papá Noel punk que con tanto orgullo lucieron en comparsa hace un par de años. Es Carnaval y en La Inercia lo aprovechamos para volver a imponer nuestra dictadura del buen gusto. Cabrones.

La elección de Raúl

KLAUS & KINSKI – MENGELE Y EL AMOR

Esto es un bolero bonito y sensiblón, con un puntito indi y un poco de aire provinciano, campestre. Este dúo de Murcia (ella parece una ama de casa, él un agricultor y hacen música como el que cuida el jardín o va al Mercadona) ha sonado en Muchachada Nui y tiene en su primer disco canciones de títulos tan poco vanguardistas como ‘Autovía de Albacete’ o ‘Muerte en Plasencia’. Gastan pinta de rurales, de castizos, de gente normal, al hilo de esas (auto)críticas que dicen que Antonio Luque, ‘usease’ Señor Chinarro, tiene aspecto de funcionario. Klaus & Kinski también parten del underground pero sus letras hablan de folclore, del Cristo del Perdón o de Santa Teresa de Jesús.

Llevo una semana muy enganchado a su redondo álbum de debut, ‘Tu hoguera está ardiendo’ y, en concreto, a la dulzura pelín empalagosa y tétrica de este tema que, entre los susurros, la poética y las referencias sexuales, esconde un reverso de mala leche. En estos cuatro minutos sobrevuela la figura de Mengele, el doctor muerte, su trasfondo nazi, sus inyecciones y sus operaciones tan amables, acaso convertido en metáfora del amor (¿me flipo mucho?) o de una situación absurda: dos bailando en el centro, sobre tumores y dolores, rodeados de muerte y desesperación. Vaya usted a saber si el final es feliz, aunque creo que no. Tiene pinta de que gana la muerte.

 

La elección de Withor

NACHO VEGAS – LAS INMENSAS PREGUNTAS

Si hay algo que nos ha unido a los inercios durante todo este tiempo ha sido nuestra admiración, incluso devoción, por la música de Nacho Vegas. ‘El manifiesto desastre’ rompió este círculo que, hasta ese momento, había sido simétrico, perfecto. Los inercios habíamos perdido uno de los principales nexos de unión. Empezamos a caminar sobre la delgadísima cuerda que supone la imperfección.

Un par de semanas después de su salida, escucho ‘La zona sucia’. Me pasa algo que nunca había pensado que pasaría con Vegas: a las cuatro canciones, me aburre, me es indiferente, no tengo ganas de seguir escuchando. Quito el disco. Sé que mis amigos inercios se lo esperaban. Incluso me avisaron. Yo lo sé… este no es mi camino. Me pregunto quién ha cambiado… ¿Seré yo? ¿Será Vegas? ¿Será el resto de inercios? Preguntas con múltiples respuestas y con una sola obviedad: probablemente, todos hemos cambiado.

Escucharé de nuevo ‘La zona sucia’. Intentaré que no me aburra. Se lo debo a Vegas, ha hecho mucho por mí, y yo nada por él. Intentaré que me gusté. Intentaré olvidar el gozo pasado. Y pensaré que no hace tanto tiempo, ni siquiera un par de años, Vegas entregó una de aquellas joyas que me erizan los pelos con tan sólo escuchar los primeros acordes. Las inmensas preguntas. La escucharé sin la compañía de la nostalgia, y con la esperanza de que Vegas, los inercios y yo, por mucho que hayamos cambiado, podamos volver juntos a formar la más perfecta de las conjunciones.

La elección de V the Wanderer

ERIC IDLE – THE GALAXY SONG

Te sale un tipo de la nevera y te empieza a cantar no se qué de la galaxia, de su inmensidad y su maravilla, en un paseo didáctico (¡acertó datos que no fueron confirmados hasta décadas después!) que encima es un temazo. Te habla de datos fríos, objetivos, fascinantes y terroríficos. De innumerables soles, planetas, de sus movimientos. ‘The Galaxy Sonng’ es como mezclar a Carl Sagan, una entrada de la Wikipedia y una charla con el Dr. Manhattan sobre milagros termodinámicos con música ligera. Toma ya Monty Python.

Sigue el discurso y te dejas llevar por su melodía amable, por el colorido y circense maestro de ceremonias (una suerte de Willy Wonka galáctico) y de repente te has plantado en el existencialismo más nihilista y asqueroso: fíjate lo insignificante que es la Tierra en todo esto, lo que lo son tu nacimiento y existencia. Fíjate. Igual que el Vórtice de Perspectiva Total, la peor tortura que pudo imaginar Douglas Adams: «En el Vórtice te enfrentas a un destello momentáneo de la entera e inimaginable infinitud de la creación, y en algún punto en ella una pequeña marca, un punto microscópico en un punto microscópico, que dice: «Usted está aquí».»

Pues eso, cinismo resignado y socarrón, ganas de juerga y algo de «pa que lo me queda en el convento» hecho canción metafísica o científica. Eso, y mis obsesiones de siempre, que no hay mejor Sagrada Trinidad que la que conforman la Metafísica, el Universo y el Humor. Asombraos del inmenso cosmos, porque aquí abajo todo está hecho un asco.