Tras el último reparto de dividendos, los tres inercios hemos decidido dejar nuestros respectivos trabajos de ingeniero en la NASA, director adjunto de La Caixa y delantero centro del Bayern de Munich para dedicarnos full-time y en modo on fire a La Inercia. ¡Que corran el champán y las canciones!

La elección de Raúl

ZOMBIES – GROENLANDIA

La pre-movida partió de la intuición. Luego, el engranaje marketiniano hizo el resto, y ahí seguimos, hasta hace bien poco borrachos de tanto recopilatorio. Hablar de Zombies es hablar de Bernardo Bonezzi, un superviviente que ahora hace bandas sonoras y discos en trilogía como experimentos instrumentales y que compuso esta canción en el año 80, cuando tenía 16 años. Ya le había dado tiempo de liderar otro proyecto con 14 y de integrar brevemente la formación original de Kaka de Luxe. Zombies (ahí estaba, por ejemplo, Álex de la Nuez, luego en Tequila y después a dúo con Christina Rosenvinge) se disolvieron a los dos años y poco hicieron, más allá de esta canción tontorrona, divertida, precaria, pegadiza, con aires en la voz un poco a lo Almodóvar (de hecho, han colaborado mucho) y supongo que más o menos revolucionaria para la época; al menos, en la temática.

‘Groenlandia’ va de un viaje por todo el planeta y parte del universo: por el Tibet, Japón, Perú o la Isla de Pascua. Por las selvas de Borneo, por los cráteres de Marte o los anillos de Saturno. ¿Quién no ha pensado en tener que salir a buscar al amor por los confines del mundo que están más a tomar por culo? ¿No estará la media naranja en Pekín, Vladivostok o Cuenca? Un pensamiento así de naïf les sirvió a los precoces y efímeros Zombies para pasar a la historia con lo mínimo. Bonezzi, el compositor, colocaría años más tarde una nueva melodía en el imaginario musical del español medio. Creó la sintonía de la serie española más exitosa de la historia. Pistas: es sanitaria y no es ‘Médico de familia’.

La elección de V the Wanderer

TOWNES VAN ZANDT – ST. JOHN THE GAMBLER

Hoy me he enchufado un poco de Jacques Brel o de Damien Rice o de Nacho Vegas; de alguno de esos tipos que tienen como motor un enorme agujero en el pecho del que les salen todos los sentimientos, un agujero negro vacío e inmenso al que han medio domado con un puñado de canciones llenas de belleza. Y al final, como tantas veces, he acabado con el viejo Townes.

Townes cantaba a la luz del sol con una voz que le salía de lo más profundo del Agujero, una fosa fría en la que se dejó un trocito de alma que aún sentía con fuerza. Sin victimismos, sin afectaciones. Con una tristeza queda y vieja como el mundo. Como la tristeza de esta preciosa narración simplísima, en la que una joven va a tomar los hábitos vestida con sus mejores galas, huyendo de su propio dolor, y muere congelada en el camino.

Una dosis doble de melancolía lacónica, straight, no chaser, un cuento recuperado de otro mundo que fue y ya no será jamás. Porque el verdadero drama es que el mundo siga girando, convirtiéndonos a todos en fantasmas; porque la verdadera inmortalidad de Van Zandt está en cómo capturó ese drama eterno. La genialidad de Townes Van Zandt, como la de los mejores trovadores, estuvo en lanzar sonidos que resonaran en las cajas de nuestros propios agujeros.

 

La elección de Withor

ABBA – FERNANDO

Una vez reconocí en la radio que me gustaba ABBA y se rieron de mí. No me pude enfandar: es comprensible. ABBA lo tiene todo para ser un grupo irrisorio: letras, estilo, las pintas… todo ABBA, como conjunto, tiene un componente ridículo bastante acentuado. Sin embargo, millones de personas siguen escuchando su música, cualquier tema relacionado con ABBA equivale a éxito seguro y hasta Madonna ha recurrido a ellos.

Tengo la teoría de que hay grupos que gustan a todo el mundo. Y ABBA es uno de ellos. La clave, para mí, las melodías. El engranaje musical de los suecos funciona a ritmo de melodía pegadiza, de aquellas que nunca cansan pese a escucharlas cientos de veces, a las cuales no les falta ni les sobra una nota. ABBA no es un grupo perfecto, pero triunfaron en la búsqueda de la melodía perfecta. Y el estribillo excelso.

Fernando es sólo una de tantas. Tan buena como cualquier otra. Y, porque no decirlo, tan hortera. Sin embargo… ¿se atreven a decir que no les gusta la canción? ¿Influye la mentalidad músico-políticamente correcta? Señores, un consejo. Hagan como yo. Quitense la máscara y gritenlo: ‘A mí también me gusta ABBA’.  Iniciemos la revolución. Yo ya he dado el primer paso.