Con este puto calor que aplatana y seca los chistes y hace llorar al niño Jesús, los inercios nos ponemos melancólicos y miramos por la ventana y pensamos en nosequé de la fragilidad y la incomunicación en tono superpedante. Por suerte, nada de eso trasciende a estas tres recomendaciones, que están en la línea habitual de marcado acento juvenil.

La elección de V the Wanderer

YOSHIDA BROTHERS – STORM

Esto me inyecto yo cuando quiero me quiero poner torero. Chispazo de shamisen furioso y a presentar batalla, un tormentorro musical que come tradición y ruidoso rock escénico. Pirotecnia japonesa y muy universal de tres cuerdas.

Me mola este acercamiento a la tradición. Ahí tienen un instrumento venerado, sacrosanto, parte de la identidad de un país, revigorizado sin pantomimas de modernidad. No imagino una sardana rock así de atronadora: lo más cercano sería aquella vez que escuché el tema de Indiana Jones a la gralla. Ay.

Los Yoshida me reconcilian con el musicario nipón actual, infestado de j-popers, visual keis y prefabricación cartonera. Les juro que el otro día escuché los Andy y Lucas orientales (a las fans, eso sí, no se lo digan). Estos hermanos, sin embargo, son lo mejor de ese Japón frenético y hereditario, adaptativo, que tanto flipaba a William Gibson. El que casa esto y aquello mandando al guano las continuidad.

Pienso en aquella anécdota de Douglas Adams viendo el templo de Kyoto, construido en el siglo XIV y quemado hasta los cimientos un par de veces. «Entonces, ¿no es el castillo original?» «Claro, lo reconstruyeron», le contestaba el guía, desconcertado. ¿Cómo no lo iba a ser si lo levantaron clavadito?

Pues a lo mejor a los japoneses este castillo sonoro les parece igual de vivo.

La elección de Raúl

ENRIQUE MORENTE & LAGARTIJA NICK – MANHATTAN

Aquellos locos lorquianos que van y se juntan. Lego en flamenco, apenas sé de la condición de trasgresor que se le supone a Enrique Morente pero me jodió su muerte hace unos meses. No domino su repertorio pero me gusta él, su filosofía, su libertad, sus reportajes en la Rolling citándose en un bar del Albaicín con Jota para charlar de mujeres viendo la Alhambra. Y luego, el descaro, esa manera de violentar juntando folclore y punk rock, de sacarse de la manga esa turmix que es el disco ‘Omega’. Indefectiblemente, tiene gracia y es saludable ver a la corte purista (da igual el género) tirarse de los pelos.

Tocan Tomatito y Vicente Amigo. Se vacía Estrella Morente, la hija, mientras el árido Antonio Arias, líder de Lagartija, ahoga distorsiones, en plan letanía, en plan saeta pesada, arrastrada, porque este directo sigue siendo más flamenco que rock, unos 15 años antes de que Los Planetas (aquí Erik Jiménez martillea la batería, marca de la casa) sí le dieran la vuelta a todo eso, quitándole realmente palmas y cajones al asunto eléctrico. ‘Manhattan’, adaptación de ‘First we take Manhattan’, de Leonard Cohen, se intoxica con Federico García Lorca. La imagen tópica es fácil: Nueva York hermanada con las cuevas del Sacromonte. O gitanos en la quinta avenida.

Me la enchufé cuando una chapuza médica se llevó la vida de Morente y ahora, no sé muy bien por qué, la he vuelto a recuperar esta semana, quizás por ese puntito solemnemente oscuro, como de misterio, que ya tienen muchos discos de Lagartija Nick, quizás por ese canto de optimismo trascendente, de levantarse después de la derrota y decir: “Primero conquistaremos Manhattan, después conquistaremos Berlín”. Todo tiene, paradójicamente, un determinista halo de tragedia en el fondo inextirpable, y es demasiado fácil pensar entonces en la suerte de Lorca o Morente. Sólo se salva Cohen, tan premiado él, tan zen y tan carnal a la vez, tan budista pero tan Chelsea Hotel.

La elección de Withor

ALBERT PLA– PAPA, JO VULL SER TORERO

¿Persona o personaje? ¿Genio o gilipollas? ¿Drogata o yonqui? Albert Pla ha conseguido mantener ese aura de misterio, de no saber muy bien por donde cogerlo. Jode hacerlo, pero uno se ve en la obligación de utilizar el adjetivo inclasificable: se lo merece una persona que igual te canta una rumba -castañuelas incluídas- que te versiona a Lou Reed -la famosa, eso sí- o que tiene los santos cojones de plantarse con un organillo de los chinos de dos euros y grabar un disco de nanas en catalán. Eso sí es ser indie.

Nunca escucharé la discografía entera de Pla. Al igual que la de Calamaro, temo que su inmenso ego me acabe torturando, aprisionándome, dejándome sin respiración. Además, me da pereza. Pero no puedo negar que tiene joyas. ‘Papa jo vull ser torero’ hace reír. La frase ‘Papa, jo vull matar toros’ es genial dentro de su simpleza. Pero -nuevo tópico- creo que hay que tomársela muy en serio. Al fin y al cabo, aquí se exponen varios dilemas existenciales en plan epopeya griega: la lucha contra lo que uno quiere ser y los otros quieren que seas, la rebelión interna necesaria para confesar a alguien algo que no quiere escuchar, la negación de tus raíces, la aceptación de algo que pensabas que no querrías ser, la aceptación de alguien que se ha convertido en aquello que odias. Un dramón. Irrisorio, pero dramón.

Así pues:

¿Persona o personaje? Diría que persona, cada vez más absorbido por el personaje.

¿Genio o gilipollas? Gilipollas, con destellos geniales. O quizás genio, con destellos gilipollas.

¿Drogata o yonqui? Ambos. ¿Quién sino podría haber escrito algo así?