Dicen los mercados que nosequé de La Inercia, que si las tres canciones, que se están poniendo muy nerviosos y que no saben de lo que son capaces si se ponen chof. Pues nada, ahí van tres temazos para levantarles los ánimos. Mercados, basta ya de inseguridades, que parecéis adolescentes o Woody Allen.

La elección de V the Wanderer

GREGOR SAMSA – YOUNG AND OLD

Más post-rock para nuestros viajes exoplanetarios. La fórmula es sencilla y Gregor Samsa (genial nombre para una banda) la entienden al dedillo: las armas del rock al servicio de la melancolía, de la belleza, de la intimidad y la gratitud. Crescendos sonorísimos, voces suaves, progresiones cíclicas. Epifanía sin épica barata ni estruendo. Mesa para uno en el restaurante al final del universo.

Dice Neil Tyson que nosotros estamos en el Universo y que el Universo está en nosotros. Que eso le provoca un sentimiento cercano al que le describen los religiosos. Cuánta razón tiene, el pollo. Últimamente me enchufo este ‘Young and Old’ de Gregor Samsa y ‘Stella Maris’ de Moby y me dejo invadir por esa sensación oceánica y por lo asombroso de nuestra existencia (¿no son la misma cosa?) y me fascina hasta el detalle más mundano. Esta es la música que llevaría en mi iPod (si lo tuviera) a un viaje a tres mil años luz de aquí (si lo hiciera). Música, insisto, casi taoísta.

Gregor Samsa, aparte de buen nombre, tienen el gusto de añadir un dueto de voces suaves, bien combinadas, y de saber cuándo callarlas. Aquí arrancan con recogimiento y callada nostalgia, suben, se frenan y dejan que estalle la bomba instrumental. Y luego, el vacío del destino final. Un hermano menor de ese ‘Comforting Sounds’ que me sigue hechizando: esa comparación ya habla por sí sola.

La elección de Raúl

QUIQUE GONZÁLEZ – SU DÍA LIBRE

De Quique González pueden decirse algunas cosas malas: que a veces se pasa de personaje, que cae en tópicos en las letras de desamor, que puede empalagar la pose de ‘donjuan’ canallesco, sensiblón y mujeriego, que harta querer sonar taaan americano, que reniegue de las ‘multis’, se vaya y luego vuelva a ellas. Todo lo demás, rebeldía incluida, está muy bien. El madrileño, ya con ocho discos y casi 15 años en la carretera, sigue entregando canciones enormes y emocionantes. En su último álbum de estudio, ‘Daiquiri blues’, se fue a Nashville a grabar con musicazos que le zumban a cosas como la mandolina y al pedal steel en lo que fueron sesiones lujosísimas, deliciosas, irrepetibles.

El mismo privilegio es echarle un ojo al documental que narra aquellos días, con viejísimos músicos de Nueva Orleans alcanzando la perfección con muy poco esfuerzo. La banda se pone rockera y pulida, si es menester, pero otras veces los arreglos de cuerda, el contrabajo y el órgano Hammond devienen en un ambiente jazzy, de cine negro, y la cosa suena a un tipo con tirantes tocando la trompeta a lo Miles Davis en la ventana de un rascacielos de Nueva York a las cuatro de la mañana.

Esta canción, una balada, es algo más ibérica y callejera. Habla de rubias, desayunos en el bar y billares. Habla de llevarla a cenar a un lugar horrible y de esperar a su día libre (¡qué bonito, leches!). Luego aparecen los universos de este cantautor rock y su filosofía: la carretera, el desarraigo, la urgencia de amar y seguir, de entrar en los sueños de alguien, de volver a volver a empezar, y las musas, que van de la madre del propio Quique, fallecida cuando él era zagal, a la chica a la que esperas en su día libre y te deja con una canción en la cabeza y a la que al final casi deberías dar derechos de autor.

La elección de Withor

ALEX TURNER – PILEDRIVER WALTZ

Alex Turner sólo tiene 25 años y, parafraseando a la RockdeLux, ‘hay veces que la edad importa’. Tenía 17 años y ya se había convertido en una estrella con los monos articos, que eran más o menos de su quinta. El boom de Internet. Ocho años después, y cuatro (buenos) discos después, ahí siguen demostrando que la red fue una excusa, que ellos no eran un boom, que si Internet siguiese siendo de uso estrictamente militar, ellos hubieran llegado de todas formas. Con 21 años, el niño no tenía bastante y se buscó otro grupo, ‘The last shadow puppets’, un nuevo disco, un nuevo éxito.

Dicen de él que es el mejor músico de generación. Y yo pienso que los músicos de su generación aún no los conocemos: algunos estarán repasando solfeo en el conservatorio y otros apenas habrán rasgado las cuerdas de su primera guitarra. Dicen de él que es el nuevo Morrisey. Pero él no está para gilipolleces: sigue sacando nuevos discos, nuevos proyectos, y nunca se repite.

Ahora, con 25 años, le ha llegado la madurez que todavía anda buscando, subido encima de un cocotero, Keith Richars. Con 25 años, ha sacado un disco de persona mayor, su primer disco en solitario, ‘Submarine’. Seis canciones reposadas, que se van formando a si mismas, sin perder el control. Totalmente alejado de los monos. Ritmo pausado, pocas estridencias, las canciones provocan serenidad, sosiego, siempre con algún cambio que sorprende sin alterar la marcha. Es buena música. El disco que a Mick Jagger se le ocurrió cuando tenía 50 años. El disco que John Lennon estuvo a punto de no poder hacer. El disco que muchos jamás podrán componer. Él lo ha hecho, y tiene sólo 25 años. Hay veces que la edad importa.